El Gobierno de Trump no deja pasar un día sin generar noticias con pocos precedentes. La última tiene que ver con el fiscal general, Jeff Sessions, que acaba de llegar a su puesto al frente del Departamento de Justicia. Es alguien de la máxima confianza de Donald Trump. Como senador, fue el único que le apoyó sin reservas desde el inicio de su entrada en las primarias republicanas. Y la razón de esa comunión es que ambos comparten su rechazo total a la inmigración en EEUU.
A Sessions le han pillado en una mentira o en eso tan frecuente en muchos políticos, esas frases que comienzan con un ‘no me consta que’ y que revelan fallos de memoria difíciles de creer. En su comparecencia ante el Senado para su ratificación en el puesto, dijo que no se había reunido con representantes del Gobierno ruso. Estos días, se ha sabido que hubo dos ocasiones que desmienten esa declaración.
La primera no es muy relevante. Un discurso de Sessions en un acto al que asistió un grupo de embajadores extranjeros en su calidad de senador y miembro del Comité de Servicios Armados de la Cámara. Si habló con el embajador Kislyak después en privado, no se sabe, pero es poco probable. Muy diferente es una reunión entre ambos en el despacho de Sessions en el Senado en septiembre.
Por entonces, el actual fiscal general ya estaba metido en la campaña de Trump y habían aparecido las primeras informaciones sobre la presunta implicación rusa en la filtraciones de mensajes internos de los demócratas. Sessions no recuerda si hablaron sobre Trump o la campaña electoral. Si no lo hicieron, la profesionalidad del diplomático quedaría un poco en duda. La versión oficial es que hablaron sobre las relaciones entre ambos países. Suena bastante lógico, ¿pero hay algo en esas relaciones que no se vería condicionado por las elecciones que se iban a celebrar dos meses después?
Después de que en la tarde del jueves, dos importantes congresistas republicanos dijeran que lo más apropiado sería que Sessions renunciara a intervenir en cualquier investigación sobre la supuesta intervención rusa, el fiscal general dio por recibido el mensaje. En una rueda de prensa, anunció precisamente eso. Si el FBI continúa sus investigaciones y reclama la intervención del Departamento de Justicia, Sessions no intervendrá en un sentido u otro.
Lo mismo en el caso de que la Administración tenga que decidir si nombra a un fiscal especial para ocuparse del caso por la presión de los demócratas o los medios de comunicación. Y como bien quedó claro en los años de Bill Clinton, se sabe cómo empiezan esas investigaciones, pero no cómo terminan. Recordemos que una investigación sobre un posible tráfico de influencias en la compra de terrenos por los Clinton en Arkansas acabó con una petición de destitución (impeachment) por las relaciones sexuales del presidente con una becaria en la Casa Blanca años después.
El jueves antes de la rueda de prensa de Sessions, preguntaron a Trump si creía que este había dicho la verdad en su comparecencia en el Senado. «Probablemente», respondió. También dijo que no creía que él debía recusarse sobre las investigaciones aludidas. Pero con la Administración de Trump, un par de horas es mucho tiempo en Washington.
La ‘conexión rusa’, por llamarla de alguna manera, ya provocó la dimisión del consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn. Da la impresión de que la historia –que incluye hechos contrastados, sospechas sólidas y teorías de la conspiración– va a seguir persiguiendo a Trump durante mucho tiempo.