La contrarrevolución

Adam Shatz hace un análisis especialmente lúcido de la situación de Egipto a partir de los errores de los grupos que protagonizaron la rebelión contra Mubarak y de la capacidad del Ejército para imponer su ideología, que no era otra que la vuelta al régimen anterior:

«Ante cada revés sufrido tras el derrocamiento de Mubarak, las fuerzas revolucionarias de Egipto han respondido con un mantra tranquilizador: «la revolución es un proceso». Pero también la contrarrevolución, que parece haberse impuesto en un futuro previsible. Ha ganado no sólo porque el Ejército y los feloul (los restos del antiguo régimen) tenían fuerzas superiores a su disposición, sino porque contaban con unos objetivos claros, algo de lo que los revolucionarios sin líderes carecían.

La revolución ha sido un «proceso» en el sentido de un acontecimiento de los años 60, una conjunción de fuerzas diferentes, a veces enfrentadas, que compartían el escenario hasta irse cada una por su lado tras el derrocamiento de Mubarak. Mientras se acusaban mutuamente de traicionar la revolución, tanto los liberales como los islamistas intentaron en diferentes momentos llegar a acuerdos con el Ejército, como si este fuera una fuerza neutral, como si el pueblo y el Ejército fueran realmente «una sola mano», como la gente había coreado en la plaza Tahrir. Ninguno de ellos tenía la crueldad, o la tendencia a derramar la sangre, de Jomeini, que comenzó a decapitar al Ejército del sha tan pronto como llegó al poder.

Mientras el antiguo régimen recuperaba su poder, los revolucionarios egipcios confundieron su creencia en la revolución con la existencia misma de una revolución. En el momento en que Abdel Fatttah al-Sisi se hizo con el poder el 3 de julio, la revolución sólo existía en su imaginación.»

Esa negación de la realidad ha sido evidente entre las fuerzas liberales e izquierdistas que defienden su apoyo al Ejército como una especie de alianza táctica con la que salvaguardar los auténticos objetivos democráticos de la revolución puestos en peligro por el autoritarismo de los Hermanos Musulmanes.

En la línea de lo que apunta Shatz, lo mismo se podría decir de Morsi, que creyó haber encontrado una relación institucional sólida con el Ejército después de haber destituido al mariscal Tantatui y a la cúpula militar formada por miembros de la generación de Mubarak. Al Sisi era un militar más ‘moderno’, de una mentalidad más acorde con los nuevos tiempos y además de fuertes convicciones religiosas. Gran error. No un error nuevo. Morsi no es el primer líder político (recordemos Chile en 1973) que cree tener controlado al jefe del Ejército, que incluso confía plenamente en él, hasta que descubre que ese general tan encantador le echa del poder.

El Ejército ha endurecido su discurso nacionalista para reforzar su legitimidad y ganar la batalla de la opinión pública en buena parte del país. Con el apoyo de las fuerzas liberales y de izquierda y de los medios de comunicación, pinta a los islamistas como una fuerza extranjera capaz de llegar al mismo tiempo a acuerdos con actores tan contrapuestos como EEUU y Hamás.

Sería un error pensar que la posición del Ejército es desesperada. Juega sus cartas hábilmente y, como escribe Shatz, ese lenguaje chovinista y xenófobo tiene fuertes raíces en la sociedad egipcia. En un país tan pobre siempre hay intelectuales –el escritor Al Aswani, por ejemplo– que creen que las masas están repletas de personas incultas a las que no se puede entregar los destinos del país. Y una fuerza como el Ejército que prometerá el regreso a la maltrecha estabilidad económica anterior a la revolución, esta vez con el apoyo de Arabia Saudí y las monarquías conservadoras del Golfo, excepto Qatar, encontrará apoyos en las clases populares.

Incluso si una parte de los islamistas recurre a la violencia, eso no será un problema para el general Al Sisi, antes al contrario. Será una excusa perfecta para proceder a la ilegalización de los Hermanos Musulmanes.

Paranoia, xenofobia y miedo al futuro. La materia prima perfecta para una contrarrevolución.

Foto: imagen del general Al Sisi en un grafiti. Flickr de Thierry Ehrmann CC.

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