Los franceses han dado este domingo una lección de unidad, libertad y tolerancia en las manifestaciones celebradas en París y otras ciudades francesas. De tolerancia también con los muy probables errores de seguridad cometidos por las fuerzas de seguridad francesas en relación al seguimiento de los hermanos Kouachi. Relacionados con círculos yihadistas desde hace muchos años, uno de ellos llegó a ser detenido en 2005 y condenado a tres años de prisión por participar en una red que enviaba militantes a la guerra de Irak para luchar en las filas de Al Qaeda. Ambos estuvieron en Yemen en contacto con Al Qaeda, aunque aún no se sabe qué conocía la policía francesa de ese viaje. Según medios franceses, se abandonó el seguimiento de los Kouachi el año pasado.
El esfuerzo de miles de policías por encontrar a los autores de la matanza de Charlie Hebdo bien valía dejar para más adelante el debate sobre lo que pueden hacer las fuerzas de seguridad y los límites, no ya legales, sino también de medios, en su actuación.
La gente exige a sus gobernantes que los impuestos que pagan para sostener el aparato de seguridad sirvan para algo. Pero cuando la gente se lanza a la calle por centenares de miles (más valientemente que los líderes extranjeros que sólo estuvieron media hora en la marcha) lo hace asumiendo un riesgo que creen que merece la pena. Es algo consustancial a la defensa de la libertad. No puedes exigir al Estado la seguridad absoluta, a menos que renuncies a un buen puñado de derechos (y en ese caso, tampoco).
De creer a los ministros de Interior reunidos hoy en París, la restricción de las libertades ha estado en las discusiones, aunque ellos lo llaman de otra manera. «Hemos enfatizado mucho el tema de Internet», ha dicho Jorge Fernández Díaz. El ministro de Interior tiene otro sospechoso habitual: la libre circulación en las fronteras, lo que se conoce como Schengen, que también podría verse afectada. En eso está acompañado por el Frente Nacional francés, los euroescépticos británicos y todos los grupos ultraderechistas y ultranacionalistas que ven siempre Europa como una amenaza.
Internet y Schengen. Las obsesiones de los ultras y de nuestro Gobierno. El terrorismo tiene la extraña cualidad de dejarnos patente quién está a favor de los derechos civiles y quién cree que sólo deben ser tolerados.