Tanto los políticos partidarios del golpe como muchas de las personas entrevistadas en la calle han insistido en que el derrocamiento de Morsi no ha sido la típica intervención militar, sino una revolución popular que obligó al final al Ejército a dar el paso definitivo. En la plaza Tahrir se proyectó con láser esa idea, que contrasta con la imagen de cazas y helicópteros sobrevolando los cielos de El Cairo un día tras otro (y con todo lo ocurrido en estos días).
Este fin de semana se han publicado varios artículos que desmienten esa teoría, aunque eso obviamente no puede llevar a pensar que la movilización popular fuera irrelevante. Sin embargo, los militares habían decidido antes de la gran manifestación del 30 de junio que la situación era insostenible. Llevaban varios meses preocupados por la incapacidad de Morsi de llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas y por los problemas financieros del Estado.
Los acontecimientos clave se precipitaron a partir del 26 de junio. Ese día, los generales se reunieron con el presidente y le comunicaron los pasos que se debían dar y hasta lo que debía decir en un discurso televisado. «Le dijimos que tenía que ser un discurso corto, que respondiera a las demandas de la oposición para que se formara un Gobierno de coalición, se reformara la Constitución y se estableciera un calendario para esas dos medidas (según un alto cargo militar presente en la reunión que habló con Reuters). Sin embargo, salió con un largo discurso en el que no decía nada. Ahí fue cuando supimos que no tenía ninguna intención de solucionar la situación y que teníamos que prepararnos para el plan B».
Fue el discurso en que Morsi repitió de forma obsesiva la palabra legitimidad sin aportar ninguna idea nueva frente al descontento y las manifestaciones de los últimos meses. En una conversación posterior con el jefe del Ejército, Morsi se burló de esas manifestaciones, y eso que en otra reunión el general Al Sisi le enseñó imágenes grabadas por el Ejército. Morsi estaba aislado y se negaba a aceptar que tuviera que ofrecer algo a la oposición.
Reuters cuenta que las relaciones del presidente con los generales comenzaron a deteriorarse a los pocos meses de llegar al poder. Cita el ejemplo del alto el fuego negociado con la mediación egipcia entre Israel y Hamás en Gaza. Para Morsi, fue un gran éxito, pero los generales lo vieron con gran preocupación. El Ejército no tenía ningún interés en hacer de garante de un conflicto sin solución. Su problema más inmediato era la proliferación de grupos yihadistas en el Sinaí, ante los que no había sido particularmente efectivo.
El apoyo progresivo de Morsi a la oposición siria tampoco fue visto con buenos ojos por el Ejército. No es extraño que se haya hablado ya de que es probable que Egipto reanude sus relaciones diplomáticas con el Gobierno de Asad.
Un general retirado confirmó a BBC que la situación del Sinaí y de Gaza era uno de los principales motivos de fricción. Por sus propios motivos, el Ejército quería cerrar la frontera con Gaza. «Los militares pidieron al presidente muchas veces que les diera la orden (…) para cerrar los túneles con Gaza, pero el presidente alegaba que había muchas razones humanitarias» que justificaban permitir una vía de escape al bloqueo israelí de Gaza.
El día después de la manifestación del día 30, el general Al Sisi volvió a reunirse con Morsi. Tenía las imágenes de la concentración masiva, pero no surtieron ningún efecto en el presidente. El Ejército ya había decidido jugar un papel decisivo en la crisis política. Le había dado a Morsi la opción de continuar al frente del país, aunque con un poder claramente disminuido por las concesiones a la oposición. Como recibieron un no tajante por respuesta, decidieron poner fin al poder islamista y negociaron con líderes políticos y religiosos para que dieran apoyo a la intervención.
En The Guardian citan a un diplomático occidental, de país no revelado, que dice que las embajadas llevaban meses intentando convencer a Morsi y a los Hermanos de que aceptaran la formación de un Gobierno de coalición. Frente a las teorías de la conspiración alentadas por la oposición según las cuales Obama estaba apoyando a Morsi, lo más probable es que Washington insistiera en la misma línea. No hay que hacer volar mucho la imaginación para pensar que el Ejército egipcio habría mostrado ya su preocupación a la embajada de EEUU. Cuando las cosas se pusieron peor, Al Sisi se puso en contacto con Chuck Hagel. Los mensajes a Morsi llegaban desde todos los lados.
En el artículo, se comenta cómo en las últimas semanas de junio comenzaron los problemas de abastecimiento en las gasolineras. El suministro de combustible es uno de los negocios que están en buen parte controlados por empresas dirigidas por militares. Resulta muy conveniente para aumentar el malestar popular provocar una situación que origine largas colas de coches en mitad de un calor creciente. No hay, eso sí, pruebas de que se hiciera de forma deliberada.
En el NYT, se describe cómo Morsi, un hombre con no demasiada experiencia política anterior, asumió toda la capacidad de decisión dentro del Gobierno, ignorando incluso a otros dirigentes de los Hermanos Musulmanes. Durante mucho tiempo, se confió por el hecho de que él mismo había nombrado para el puesto al frente del Ejército al general Al Sisi, un musulmán devoto. Pensaba que no poner en peligro el control por el Ejército de muchas empresas egipcias –sus privilegios económicos– serviría para contentar a los uniformados. Fue un error evidente.
El 21 de junio, Al Sisi hizo unas declaraciones significativas. Dijo que el Ejército podría verse obligado a «intervenir» a causa de la creciente división en la sociedad. Cuando Morsi le pidió cuentas, el general se limitó a decir que lo había hecho para aplacar a sus subordinados, que querían un protagonismo mayor para el Ejército.
Para entonces, el Ejército ya había decidido que tenía que producirse un cambio radical en la vida política del país. Aparentemente, podría haber aceptado que Morsi continuara en el poder pero sólo con un nuevo Gobierno con la presencia de otros partidos. Sin embargo, en junio la oposición ya estaba pidiendo la cabeza del presidente e iba a resultar muy difícil que aceptara que Morsi conservara una posición de control.
Las manifestaciones masivas dieron al Ejército la cobertura política perfecta para poner fin al Gobierno islamista. La obcecación de Morsi por seguir en el cargo sin ceder ninguna parcela de poder selló su destino. Parece claro que los militares habrían puesto en marcha su «plan B», incluso si la manifestación del día 30 hubiera reunido a mucha menos gente.
Pues si. Una manera, como otra cualquiera de endulzar la castaña.
¿Nadie habla del préstamo del FMI? Ya es raro que no se mencione al protagonista real en casi todas las películas que se ofrecen como primaveras.
Y así se escriben las floridas letras de una primavera que siempre estubo encapotada. Poco saben de democracia los que siempre han funcionado con las armas ruidosas. Por aquí ya tuvimos mucho y malo de eso. Pobre egipcios, pobres cándidos around de world que creyeron el marketing de las revueltas buenas.
http://casaquerida.com/2013/07/08/revueltas-patrocinadas/
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El pueblo egipcio hizo lo que tenía que hacer contra Mubarak.
Ha llegado un punto en este mundo en que no rebelarse no es una opción. Que luego se frustren las ansias de libertad de los pueblos es otra cuestión. Pero quedarse sentado y no protestar solo porque seguro que dirigirán la revolución hacia otros derroteros es resignarse a seguir siendo esclavo. Los pueblos tienen una oportunidad para liberarse en el presente siglo y van a seguir intentándolo y con cada paso que se da, están un poquito más cerca de conseguirlo. El nuestro también. O acaso pensábamos que estamos mucho mejor que Egipto.
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Veamos: 1) Los «hermanos» musulmanes quieren el poder para instaurar un estado teocrático. Ya practicaban terrorismo contra el régimen anterior (y sin ir más lejos asesinaron a Sadat, por ejemplo). 2) Como los comunistas en Europa del Este tras la 2GM son los únicos que están organizados. La 1ª revolución de Tahrir la protagonizaron los (y las) egipci@s que querían una auténtica democracia. 3) Después de más de 60 años de gobierno de déspotas los, digamos, demócratas, están y estaban muy divididos por poco organizados: En la primera vuelta de las elecciones había una multitud de candidatos que fueron barridos por los hermanitos en cuestión, y que se hicieron con el poder… con un 68,27% de abstención y un 64,01% de votos a los hermanos musulmanes (o sea, el 20,03 del TOTAL de votantes potenciales). 4) El golpe de estado lo dio Morsi al abolir la constitución y concentrar todo el poder en sus manos. Aquí acabó la democracia y su legitimidad. Y si se hubiese salido con la suya, se acabó la democracia (ver Irán, por ejemplo). 5) Petición de elecciones anticipadas (con más de 20 millones de firmas): No hay reacción. Vuelta a la plaza de Tahrir. 6) Los «hermanos» se revuelven y se «manifiestan» tratando de tomar la sede del Ejército e incendiarla (y asaltando comisarías y otros puestos del ejército en provincias; democracia en estado puro).
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