En los últimos meses, el Gobierno sirio había conseguido una posición de ventaja sobre los insurgentes que ocupan una parte de la ciudad de Alepo, en el norte del país. La conexión de sus enemigos con la frontera turca, y por tanto, con la llegada de suministros y armas, estaba en peligro. Se dijo que Damasco podía llegar a controlar toda la ciudad, lo que supondría un factor decisivo en la guerra civil siria. El último contraataque de los insurgentes ha cambiado la situación sobre el terreno muy poco tiempo después de que el Frente Al Nusra anunciara que abandona su vinculación a Al Qaeda y cambia su nombre.
Un artículo en el FT da algunas pistas, no del todo claras como es habitual en esta guerra, cuya información escritas fuera del país se basan a veces en fuentes anónimas. La principal, los insurgentes han recibido una considerable ayuda exterior recientemente. Sin ella, esta ofensiva habría sido imposible.
«Pero la ofensiva contra las tropas del presidente Basar Al-Asad puede haber tenido más ayuda extranjera de la que parece. Activistas y rebeldes dicen que las fuerzas de la oposición han recibido nuevas armas, dinero y otros suministros antes y durante los combates. «En la frontera conté ayer decenas de camiones con armas», dice un activista sirio, que suele pasar entre Siria y la vecina Turquía. «Está ocurriendo todos los días, durante semanas. Pasan armas, artillería, no hablamos sólo de algunas armas y munición».
La sospecha, bastante probable en este caso, es que la ayuda procede de Arabia Saudí y Qatar, colaboración que suele contar con el obvio permiso de Turquía, por cuya frontera tiene que pasar, y de EEUU. Tras el golpe de Estado, la atención del Gobierno turco está centrada en los asuntos internos, pero eso no quiere decir que haya abandonado su política de propiciar el derrocamiento de Asad.
En esta ofensiva está participando la nueva Al Nusra, ahora llamada Fatah al-Sham. Los yihadistas son el grupo dominante en la coalición responsable de romper el cerco sobre una parte de Alepo y de permitir que lleguen suministros a las zonas urbanas.
Su ideología es la misma que antes. No ha habido una ruptura con Al Qaeda por discrepancias de fondo. De hecho, al Zauahiri había pedido a Al Nusra que llegara a acuerdos con otros grupos insurgente sirios, no necesariamente yihadistas, y ese pacto no era posible sin poner fin a su juramento de lealtad hacia Al Qaeda.
Con independencia de lo que ocurra en Alepo –ya hay informaciones que indican que las fuerzas del Gobierno, ayudadas por las milicias libanesas de Hizbolá, han recuperado parte del terreno perdido–, la duda es si ahora EEUU dará por certificado el ‘blanqueo’ de Al Nusra, lo que conduciría a reconocer su papel predominante en cualquier coalición de fuerzas contrarias al Gobierno de Asad.
El intento de Washington por encontrar una fuerza que estuviera tan lejos de Asad como de los yihadistas de ISIS o Al Nusra ha cosechado estos años un claro fracaso. Tomemos el ejemplo de un artículo de hace unos días en el NYT, que recuerda la situación inmediatamente anterior a la intervención directa de las fuerzas rusas que salvaron a Damasco del riesgo de un colapso. Se dice que antes de eso «los grupos rebeldes apoyados por la CIA habían ganado territorio en las provincias de Idlib, Hama y Latakia» en el norte de Siria. Y el artículo comenta que había un problema para Washigton, que «estos grupos habían combatido en ocasiones junto a soldados del Frente Al Nusra».
Más allá de que nunca he visto un artículo en la prensa norteamericana que llame «soldados» a miembros de Al Qaeda, no es cierto lo que dice. La ofensiva del norte que obtuvo esos éxitos en Idlib y amenazaba seriamente al Gobierno en la provincia de Latakia fue ejecutada por una coalición llamada «Ejército de la Conquista», cuyo principal integrante era entonces Al Nusra. Es algo ampliamente conocido y no sé cómo a estas alturas se puede omitir.
El artículo cita una frase del líder de uno de esos grupos entonces aliados con Al Nusra que comenta que en esa época recibían cargamentos de misiles antitanque tan pronto como gastaban los envíos anteriores. Esa ayuda constante continuó en los meses posteriores a la intervención rusa, aunque no fue suficiente para impedir que se frenara el avance de los enemigos de Asad hacia el sur.
Tanto antes como ahora nos encontramos ante un escenario en el que ninguno de los contendientes de la guerra siria podrían avanzar posiciones sin ayuda exterior. El Gobierno, sin la Fuerza Aérea rusa y las milicias de Hizbolá. Los insurgentes, sin las armas y municiones que reciben de Arabia Saudí, Qatar, Turquía y EEUU. Es la garantía perfecta para que la guerra continúe durante años. Cuando uno de los bandos esté cerca de sufrir una derrota decisiva, tendrá el apoyo exterior que le permitirá compensar esa desventaja.
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