Esta es la encuesta que los dirigentes del PSOE deberían tener muy presente a la hora de elegir a su nuevo líder y preparar la tarea de oposición en el Parlamento. 19 meses después de las elecciones, los británicos continúan culpando más a los laboristas (por el Gobierno de Gordon Brown) de la crisis económica que a la actual coalición de conservadores y liberales demócratas.
Aún más. La pregunta no se refiere a la crisis en general, sino al recorte de gasto público, que obviamente ha sido aplicado por el Gobierno de David Cameron, no por la oposición. Y en el último año, la variación en las respuestas ha sido mínima. Por eso, en los debates parlamentarios Cameron no cesa de hacer referencias a la herencia recibida. No lo haría si las encuestas le dijeran que ese argumento no funciona en la opinión pública.
Los laboristas han fracasado en una de las principales misiones de un partido en la oposición: hacer al Gobierno responsable de sus decisiones. Parece una tarea sencilla. En la práctica, no lo es tanto.
Tienes que contar con la influencia de la prensa. Aunque el líder político no incida en ese argumento constantemente, las opiniones que aparecen en columnas y análisis lo harán. Algunos dirán que la capacidad de los periódicos de incidir en la agenda diaria no es la que existía en el pasado. Quizá sea cierto, no tanto hasta el extremo de que sea irrelevante.
La elección del nuevo equipo dirigente es un factor esencial. Tras el paréntesis de Alan Johnson, Ed Miliband eligió a Ed Balls para que llevara la cartera económica en el ‘gabinete en la sombra’. Los conocimientos de Balls sobre economía están fuera de toda duda. Lo mismo se puede decir de su carácter de perro de presa parlamentario. No tiene que intervenir para poner de los nervios a Cameron (el Congreso español es una cámara mortuoria comparado con la jarana habitual en la Cámara de los Comunes).
Sin embargo, Balls era el principal consejero de Gordon Brown cuando este era ministro de Hacienda. Al llegar Brown al 10 de Downing Street, Balls recibió la cartera de Educación, pero continuó siendo el político en el que Brown más confiaba. Cuando los británicos ven a Balls están recordando a su antiguo jefe, símbolo del fracaso y del hundimiento económico del país.
Y eso a pesar de que nadie osa citar el nombre de Brown. No es como en España donde el PSOE olvida que las referencias elogiosas a Zapatero sólo conseguirán que los votantes huyan despavoridos, aunque no tengan nada que ver con la economía.
Un partido no puede ajusticiar a toda una generación de dirigentes tras una derrota electoral. Al preparar una renovación, muchos voces reclaman que no se vaya demasiado lejos. Incluso así, al elegir a sus nuevos líderes, el PSOE debe tener muy presente que optar por políticos que han estado en primera línea en el Gobierno anterior sólo sirve para colgarse de la espalda una carga que le acompañará durante mucho tiempo.
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