El debate sobre la acogida de refugiados sirios también existe en Israel. De entrada, y dado que Siria es un país enemigo de Israel desde hace décadas, la idea resulta complicada, como mínimo. El Gobierno no tiene la intención de dar ese paso, aunque sí ha atendido en hospitales del norte a ciudadanos sirios heridos, fundamentalmente kurdos sirios del Golán.
Netanyahu, en la presentación de la nueva barrera fronteriza entre Israel y Jordania, dejó claras sus ideas sobre inmigración: «Hasta el punto que sea posible, vamos a rodear las fronteras de Israel con una valla de seguridad y barreras que nos permitan controlar nuestras fronteras. No permitiremos que Israel se vea inundada por inmigrantes ilegales y terroristas».
Poner en la misma frase a inmigrantes y terroristas da una idea del mensaje que se quiere hacer llegar a los ciudadanos.
El líder de la oposición, el laborista Isaac Herzog, ha reclamado al Gobierno que acepte la llegada de refugiados, y ha recordado el drama que sufrieron los judíos que vieron rechazadas sus peticiones de emigración por los países europeos en los años 30.
Yair Lapid, presidente del partido Yesh Atid y ministro de Finanzas en el anterior Gobierno, tiene una respuesta para esa petición, que seguro que compartirá Netanyahu. «No voy a abrir una puerta trasera por la que entre la discusión sobre el derecho a retorno de los palestinos».