Dos elecciones después, 35 días después de las últimas, la política española continúa en el congelador. Vaya por delante que los números son chungos –es decir, las combinaciones parlamentarias son complicadas–, pero la incapacidad de los partidos para encontrar la forma de elegir un Gobierno es cada día más patente. Hablamos no de un Gobierno estable con mayoría suficiente para sacar adelante reformas estructurales, sino de cualquier Gobierno cuyos integrantes puedan hacerse la foto en la entrada de La Moncloa. Hasta ese punto han bajado las expectativas de mucha gente.
Pero eso no es lo peor. Tiene más delito que no se haya dado aún una negociación de contenidos con mayores o menores posibilidades de éxito. Sí la hubo entre PSOE y Ciudadanos tras el 20D, pero acto seguido la actitud de los firmantes de un pacto que era insuficiente fue parecida a la de Rajoy ahora: ahora nos apoyaréis, ¿verdad?
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