Charlie Hebdo ya lo vio venir. Nunca subestimes la capacidad de una revista satírica de adelantarse a la noticia. Capta más rápido el absurdo de una situación. El sábado, se ha comunicado de forma oficial que François Hollande y Valérie Trierweiler ya no son pareja. Trierweiler ha dejado de ser primera dama de Francia, un puesto para el que El Elíseo destina fondos públicos.
Por lo que veo en las portadas de la prensa británica del domingo, al otro lado del Canal de la Mancha se han lanzado sobre el tema como corsarios, como ya hicieron cuando se iniciaron, al menos en público, los problemas sentimentales del presidente francés. En estos casos, siempre se escribe que la forma en que los medios de comunicación y la opinión pública en Francia afrontan cuestiones relacionadas con la vida privada de los políticos es muy diferente a lo que ocurre en otros países. Algunos datos, como esta curiosa encuesta, lo confirman. Pero sería un error pensar que en Francia no existe un mercado para este tipo de noticias. Y sería aún más absurdo olvidar que ese cuidado extremo de los periodistas con los políticos procede también del respeto reverencial por el poder presidencial en Francia por parte de los medios.
El establishment sabe protegerse allí de las miradas indiscretas de los ciudadanos. Lo que ocurrió con Strauss-Kahn nos lo volvió a demostrar. Después de su detención en EEUU, resulta que todo el mundo en la política y la prensa conocía allí el apetito sexual desorbitado del entonces director del FMI y muy posible futuro presidente de Francia. Por alguna razón, todos pensaban que eso pertenecía a su vida privada y que nunca le afectaría en su trayectoria política. ¿Cómo llegaron a esa conclusión? No tengo la menor idea.
Recuerdo que cuando estaba en Público tuve algunas conversaciones con nuestro estupendo corresponsal en París, Andrés Pérez, sobre si debíamos dar algo y cómo del romance muy público de Nicolas Sarkozy y Carla Bruni, viaje de vacaciones a Egipto incluido. Por un lado, yo no tenía muchas ganas de dedicar al tema algunas de nuestras siempre escasas páginas, él aún menos y nuestros jefes me preguntaban cuándo íbamos a dar algo.
Al final, tras algunas discusiones por teléfono, le planteé a Andrés el que a mí me parecía el argumento definitivo (el hecho de que yo fuera su jefe ayudaba bastante, todo hay que decirlo). La imagen pública de un jefe de Gobierno o Estado es un asunto de interés público por diferentes razones. Los políticos utilizan con frecuencia su imagen personal en su beneficio político, y es lógico que sea así, y por tanto resulta legítimo tocar ese tema cuando eso les puede llegar a perjudicar. Hasta dónde llegar es un asunto que exige otra reflexión. El cómo es más importante que el qué. La discusión sobre si dar o no una noticia no es la única.
Qué es lo que cuentas sobre una historia relacionada con la privacidad de un político. Esa es la pregunta que es difícil responder.
En la Agencia France-Presse lo tenían tan claro que en la tarde del sábado se han apresurado a difundir esta información.
How much do you know about Julie Gayet? Learn more about the French president’s actress lover http://t.co/ET6VRt2tvQ
— Agence France-Presse (@AFP) enero 25, 2014
Sí que se han dado prisa. Pero al menos Valérie ya es libre.
Yo diría que el tema es bastante sencillo. Este tío es subnormal del culo. Además anda de palangana en palangana. La que tenía peligro era la Aubry, había que descabalgarla como sea, encontraron a este zascandil y de puta madre.
Respecto a lo demás, desde la Revolución francesa el tema de la vida privada en Francia ha sido mucho más privada que en otras partes, es un tema de mentalidad y panteón de dioses burgueses. Como en realidad sí son laicos y han atado en corto el tema religioso (cosa que no ha sucedido en EEUU), el problema de la moral sexual en realidad allí no es tal. Es decir, el problema no es que el Presidente de la república sea un pichaloca y un infantil emocional, sino que sea un subnormal.
Lo cual tampoco es nada del otro viernes, porque llevan enganchando uno detrás de otro desde no recuerdo cuándo.
La «intromisión» en la vida privada de los políticos en Estados Unidos no se debe a que no hayan atado en corto a la religión. Utilizando tus palabras , Pointer, se debe a que el político de turno sea tonto del culo o no.
Es decir, si el hombre designado por nosotros (el pueblo) para liderarnos no es sincero con la persona con la que debería tener la máxima confianza, no es digno de nuestro voto. Es una cuestión de confianza no de sexualidad. Ese sentimiento se reparte por igual entre garrulos del Bible Belt y entre ateos ‘modernos’ de San Francisco .
Ah, Francia, el país que inventó que todos sus ciudadanos estén fichados por ley, que dio refugio a Polanski y protegió a DSK, donde no se pueden hacer estadísticas para conocer el grado de discriminación racista que sufren los descendientes de los inmigrantes norteafricanos y subsaharianos pero sí se sabe perfectamente quiénes son y dónde están los gitanos rumanos cuando llega la hora de deportarlos… Francia, ese gran modelo para todos en cuestiones de privacidad, incluya cuestiones de la entrepierna o no.
En el fondo, se trata de una cuestión de elitismo de los medios franceses (y los que siguen su modelo), que deciden qué debe conocer el votante y qué no, qué categorías son legítimas a la hora de decidir su voto y cuáles no. Infantilización desde arriba de un ciudadano en que en el fondo no se confía, despotismo ilustrado de siempre.
Mejor el modelo anglosajón: el votante decide su voto por el motivo que le dé la gana, para eso es su voto y se lo folla cuando quiere. Por eso merece toda la información (fiable, no manipulada, etc) que haya sobre los que salen a pedir el voto, y quienes no quieran ese escrutinio, que se queden en casa.
No estoy de acuerdo. La moral americana estamos hartos de ver cuál es, ni de coña se muestra una teta en televisión, puede usted sentarse a absorber su propaganda política televisiva que en una tarde puede ver cientos de muertos y el mensaje de que la maldad es algo personal e intransferible, y que quien la hace la paga (no queda muy claro hacer qué y pagar a quién), eso si, nadie caga, nadie mea y nadie folla. A veces comen, eso sí.
Desde luego, no comparto el punto de vista de mezclar la vida personal con la profesional. A ninguna persona con dos dedos de frente se le ocurriría expulsar de la carrera médica a un reconocido profesional porque se haya liado con la enfermera y dejado tirada a la legítima. Yo no me voy a acostar con mi médico, ni desde luego creo que nadie vaya a acostarse con Rajoy o con Hollande. Harina de otro costal es que esta gente utilice su cargo en su beneficio, pero eso no sataniza la acción de la cual pretende beneficiarse, sólo que está usando medios públicos para un interés privado.
Por descontado además que si conviene tapar algo se tapa, faltaría más. No depende para nada de ser o no ser tonto del culo, sino de qué clavijas conviene apretar. Nunca vimos en medios oficiales al presidente Bush (Jr.) borracho perdido e incluso abriéndose a arcadas, en ceremonias oficiales, ni de coña, la picha de Clinton (el señor que bombardeó Yugoslavia) fue todo un acontecimiento político de primera clase. En EEUU ser borracho es algo social y religiosamente aceptado, no pasa nada, puede usted custodiar el maletín nuclear estando como una cuba. Es más, puede usted presentarse a las elecciones diciendo que los tornados son castigos de Dios, si le parece usted que esto es tener un electorado que está bien de la cabeza pues switch off and let’s go (out).
Respecto a lo demás, si mezclamos cosas malamente llegaremos a ninguna parte. El Reino Unido se sitúa en un punto intermedio, ellos no censuran la vida privada, pero sí si ha mentido, porque consideran que una persona que está en un cargo público tiene que decir la verdad todo el día. A mí como consideración me parece cojonuda, pero me parece también de una evidencia tsunámica que el día que una persona que ocupa un cargo en una jerarquía no mienta (en relación a su puesto), la especie humana colapsa. Es simplemente una válvula de seguridad. Y ojo, que mentir no es necesariamente engañar.