Unas 3.000 personas acudieron invitadas por la Casa Real a la recepción en el Palacio Real con motivo de la proclamación de Felipe VI. Se supone que estaban allí en representación de la sociedad civil de España, aunque hay que imaginar que la mayoría de ellos forma parte en realidad de los tres poderes del Estado; el ejecutivo, el legislativo y el judicial, con una nutrida representación de los medios de comunicación y del mundo de la empresa.
Fue un acto público pagado con fondos públicos, procedentes de la Casa Real, y al que asistieron en su mayoría personajes públicos, si por tales entendemos aquellas personas conocidas por su posición pública. Invitados por ser ministros, diputados, jueces, directivos de empresas, etc.
La Casa Real se niega a facilitar esa lista de invitados a los medios de comunicación. Tan solo 24 horas después de su coronación, Felipe VI cosechó el viernes su primer suspenso en transparencia, algo muy llamativo dado que esa palabra aparecía precisamente en el discurso que dio ante las Cortes. Y con ella se alimentaron algunos de los titulares: «Una Corona íntegra, honesta y transparente», tituló entre comillas en portada El País. En El Correo leíamos: «La Corona debe ser transparente y honesta; sólo así tendrá autoridad».
De hecho, en todos esos análisis que hemos leído estos días en los principales periódicos, se cita constantemente esa necesidad de transparencia como uno de los retos del nuevo monarca. Algo más que eso. Los cortesanos, perdón, periodistas dan por hecho que desde luego el nuevo rey adaptará la Casa Real a los modos y costumbres del siglo XXI. Están tan convencidos de ello que saben que tendrá éxito en esa misión incluso antes de hacer nada al respecto. Ocurre mucho con los escribas de la monarquía. Ven el futuro con la misma claridad que un hechicero y muestran su entusiasmo con la misma intensidad que una cheerleader de la NBA.
Algunos periodistas tuvieron la oportunidad de echar un vistazo a la lista ese día y tomar notas para apuntar los nombres de algunos invitados. Les prohibieron hacer copias, como si fuera un documento secreto.
Alguien no quiere que se haga el ejercicio de comparar la lista de seleccionados con la sociedad a la que supuestamente representan. Así cuando el rey diga en un discurso ante un colectivo que representa lo mejor de la sociedad o que su labor es fundamental, nadie podrá pensar: vaya, pues sólo había cuatro de ese colectivo en la recepción. Supongo que también se ahorran críticas por el previsible alto número de políticos, que ya sabemos que últimamente no son muy populares.
Lo que no es esa lista es un documento privado ni su difusión afecta a la intimidad o vida privada de nadie. Los invitados sabían que se trataba de un acto público en el que todos iban a ser fotografiados. La recepción se financió con el presupuesto de la Casa Real, que procede de los Presupuestos Generales del Estado que aprueban el Congreso y el Senado y cuya partida de ingresos ya sabemos dónde se origina.
Por una razón u otra, la Casa Real vuelve a dejar patente que no se ha enterado del cambio de siglo o de la dificultad de justificar la supervivencia de la monarquía en una sociedad muy distinta a la que contemplaba su padre cuando llegó al trono. Quizá algún día se den cuenta de que van a necesitar apoyos mas sólidos que los de Rajoy y Rubalcaba.