Fue el mayor crimen ocurrido en la guerra civil de El Salvador. El 10 de diciembre de 1981, tropas de élite del Ejército llegaron a un pueblo aislado de todo que se llamaba El Mozote, situado cerca de la frontera con Honduras. Los soldados formaban parte de una unidad entrenada por militares norteamericanos de las Fuerzas Especiales. En los días siguientes, mataron a un millar de habitantes del pueblo, entre los que eran mayoría las mujeres y los niños, es decir, no combatientes.
Este reportaje de Frontline recuerda la historia de la matanza de El Mozote a través de los recuerdos de dos periodistas –Raymond Bonner y la fotógrafa Susan Meiselas– que cubrieron la noticia entonces. Su trabajo apareció en la primera página de The New York Times. Alma Guillermoprieto escribió la historia para The Washington Post.
Después de la firma de la paz que puso fin a la guerra en 1992, una investigación forense dirigida por la ONU pudo encontrar en su visita a la zona algunas de las fosas en que se encontraron a las víctimas. Hallaron los restos de unas 150 personas que tenían una edad media de seis años. Los huesos, las ropas y el calzado encontrados confirmaban que la mayoría de los asesinados eran niños. «Murieron sin saber por qué los asesinaron», dice un hombre de ese pueblo que entonces tenía ocho años.
En el reportaje intervienen dos periodistas de El Faro, el medio digital independiente que ha realizado una amplia cobertura de los hechos ocurridos hace cuarenta años.
La investigación futura de los hechos de El Mozote se ha visto afectada por la ofensiva del presidente, Nayib Bukele, contra los jueces del país. La jubilación obligatoria de los que tienen más de 60 años ha permitido nombrar a nuevos titulares de los juzgados por el Tribunal Supremo, que está controlado por partidarios de Bukele. Ahora es imposible saber si la investigación proseguirá para acusar a los responsables, dice Nelson Rauda, reportero de El Faro. El rechazo radical del derechista Bukele a recordar las violaciones de los derechos humanos en la guerra de los años ochenta hace pensar que las posibilidades no son muy grandes.