Los periodistas de Reuters en Filipinas han examinado 51 tiroteos en los que ha intervenido la policía en la región de Manila de los que han informado los medios de comunicación y un organismo público de derechos humanos. Se trata de operaciones antidroga en las que casi todos los sospechosos fallecieron tiroteados. El resultado: cien acabaron muertos y tres salieron vivos (dos de ellos porque fingieron estar muertos).
Las declaraciones de algunos testigos confirman que la policía tiene órdenes de disparar a matar. No hacen ningún esfuerzo por detener a los presuntos delincuentes ni dejaron de utilizar sus armas por el hecho de que los sospechosos no fueran armados.
Según Jun Nalangan, un investigador del CHR (siglas de la Comisión de Derechos Humanos), el patrón revelado por las pruebas apunta a un asesinato. «El informe policial dice que que hubo un tiroteo», dice. «En nuestras investigaciones, no aparece nada de eso. En vez de una operación antidrogas, están realizando asesinatos extrajudiciales».
Un portavoz policial dijo a Reuters que la explicación a estas cifras es que los policías tienen buena puntería.
Es la aplicación estricta de la política adoptada por el presidente, Rodrigo Duterte, desde su elección en junio para acabar con el narcotráfico y la delincuencia. Desde entonces, la policía ha matado a 2.004 personas. Siempre en defensa propia.
La policía afirma que 17 agentes han muerto en operaciones antidroga en todo el país desde el 1 de julio. Eso significa que muere un policía por cada 118 sospechosos muertos. En Río de Janeiro, por cada agente muerto en 2015, 24,8 personas murieron a manos de la policía, una ratio que dobla la de Suráfrica y triplica la de EEUU, según un informe de Human Rights Watch.
La mayoría de las muertes son obra de agentes de paisano que entran en casas donde el sospechoso es separado del resto de individuos. Cuando se encuentra a solas con los agentes, invariablemente siempre acaba muerto a tiros.
Reuters da el caso más conocido, el del alcalde Rolando Espinosa, acusado de estar implicado en el narcotráfico. Fue detenido y encarcelado. Los policías fueron a su celda, supuestamente porque estaba en posesión de armas dentro de la prisión. Acabó muerto a tiros.
Según una investigación del Senado, los policías avisaron a la unidad forense del departamento, responsable de realizar las autopsias, 40 minutos antes de entrar en la prisión.
Dante Siosina es un fotógrafo que cubre en la calle estas noticias. En el caso que se puede ver en este vídeo, el muerto llevaba puestas una esposas. Su cuerpo fue trasladado rápidamente, sin que se hiciera una investigación en el lugar de los hechos. Como en todos los demás casos, la policía dijo que disparó en defensa propia.
This photojournalist works the crime beat on the frontlines of President Duterte’s war on drugs, via @AJ101East. pic.twitter.com/4f8f4vyUlZ
— AJ+ (@ajplus) 5 de diciembre de 2016
«La guerra contra las drogas no es un juego de niños», respondió un portavoz presidencial a Reuters.
Una encuesta de octubre revela que el 76% de los filipinos apoya a Duterte, un porcentaje que no es muy diferente al que tuvieron otros presidentes al poco de llegar al poder. La mayoría, en un 54%, dice estar muy satisfecha con su guerra contra las drogas, pero un un 71% cree que es muy importante que los sospechosos de narcotráfico sean detenidos vivos.
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Foto superior: entierro de un presunto narcotraficante muerto en una operación policial en un cementerio en Manila el 9 de octubre. Foto: EFE.