La Autoridad Palestina ha autorizado la exhumación del cuerpo de Yaser Arafat después de que una investigación realizada por Al Jazeera haya encontrado restos de polonio en ropas y objetos personales conservados por su viuda ocho años después de su muerte. El hallazgo ha servido para reforzar las versiones sobre la muerte sospechosa del líder palestino.
En primer lugar, hay que recordar que las sospechas se iniciaron por la decisión del Gobierno palestino o de la familia de Arafat de impedir que se conocieran los resultados completos de las pruebas que se le hicieron en el hospital de París donde falleció. No se le hizo, por lo que se sabe, una autopsia completa. Por eso, la explicación de que fue asesinado, quizá por los israelíes, nunca desapareció. No había pruebas que lo demostraran, pero como sospecha nunca iba a desaparecer.
Resulta como mínimo extraño que la viuda de Arafat haya conservado durante tanto tiempo esa ropa de su marido sin que se haya decidido hasta ahora a entregarla para que se hicieran los exámenes correspondientes. Si la única posibilidad de confirmar que esa ropa ha estado guardada todos estos años sin sufrir ninguna contaminación es sostenerla en la credibilidad de Suha Arafat, se trata de un punto de partida bastante endeble.
Arafat murió con 75 años. Sufría de mala salud y en los últimos años pasó por unas condiciones de vida que nadie recomendaría para una persona de su edad. Su característico temblor en las manos, posible indicio de problemas graves, no era algo que tuviera en la época inmediatamente anterior a su muerte, sino que venía de antes. La versión de una muerte por razones naturales es perfectamente lógica, a menos que se demuestre lo contrario, algo que nunca ha ocurrido.