Un hombre de 29 años visitó el 2 de mayo tres discotecas en el distrito de Itaewon, en Seúl. Días después, dio positivo en la prueba del coronavirus. La reacción de las autoridades surcoreanas ofreció un ejemplo de las responsabilidades que deberán asumir los gobiernos que vayan reabriendo la economía y la vida cotidiana después de haber sufrido el impacto de la enfermedad.
Menos de una semana después, habían localizado a 7.200 personas que habían visitado cinco de los clubes nocturnos de la zona donde sospechaban que podrían haberse producido contagios. Hasta el viernes pasado, habían encontrado 18 personas contagiadas y 27 hasta el sábado. Después, el alcalde de Seúl elevó la cifra a 40.
Cuatro días después de que se levantaran las últimas restricciones, el alcalde ordenó este fin de semana el cierre indefinido de 2.100 establecimientos como bares y discotecas hasta que quede clara la extensión del posible brote. Dejó claro que los esfuerzos de toda la nación podrían ser inútiles por culpa de unos pocos irresponsables. Se refería a que en algunos de estos locales, que se habían vuelto a llenar, muchas personas no llevaban mascarilla.
Las medidas de desescalada van a obligar a todos los países a establecer mecanismos de rastreo de posibles contagios como la forma más efectiva de intentar no repetir los errores del pasado reciente. En Corea del Sur tienen claro dónde está el nivel que no deberían sobrepasar: si se producen menos de 50 casos diarios y pueden localizar el origen del 95% de las infecciones, creen que podrán tener controlada la situación.
«Una segunda oleada es inevitable. Pero estamos ejecutando un sistema de vigilancia constante en toda la sociedad para impedir que pueda explotar rápidamente y convertirse en los centenares o miles de casos como los que tuvimos en el pasado», dijo al NYT Son Young-rae, uno de los epidemiólogos que marcan la estrategia del Gobierno.
La rapidez con que se reacciona en Corea del Sur y la propia dificultad de tener éxito, como reconocen los responsables de la estrategia, son un buen aviso para los países que más han sufrido y que estas semanas inician sus etapas de desescalada. Muchos políticos pretenden volver a una cierta normalidad cuanto antes para empezar a recuperarse del terrible coste económico de la pandemia. Lo ocurrido en Seúl revela que sin un sistema de rastreo de posibles contagios se volverá a vivir a expensas de una enfermedad que ya ha demostrado lo que puede hacer.