Se acabó el teatro, el ‘chicken game’ y el dilema del prisionero. La troika ha lanzado este jueves una ofensiva general contra el Gobierno griego, y no precisamente a puerta cerrada. Esta vez no se trataba de endurecer el trato a Varufakis ni de quejarse de su arrogancia. Han ido directamente contra el Gobierno y lo han anunciado en público para que los inversores internacionales y los ciudadanos griegos con cuentas en sus bancos tomen nota.
Han apretado el botón del pánico no una, sino tres veces. En la reunión de ministros de la eurozona en Luxemburgo, su jefe, el holandés Dijseelbloem, ha preguntado al representante del BCE, Benoit Coeure, si creía que los bancos griegos podrían operar el lunes, teniendo en cuenta la pérdida de depósitos producida en la última semana. «Mañana, sí. El lunes, no lo sé», ha respondido el miembro del Consejo Ejecutivo del BCE.
Lo ha contado Reuters a primera hora de la tarde del jueves, que también ha recordado, citando fuentes bancarias, que los griegos han retirado 2.000 millones de euros entre el lunes y el miércoles. Reuters ha dado a lo largo de toda esta crisis algunas informaciones cuando menos inexactas. Quizá no ahora. Peter Spiegel, corresponsal del Financial Times, afirma que dos fuentes diferentes le han confirmado las palabras de Coeure.
Más madera en la hoguera. La reunión de ministros de la eurozona ha acabado sin acuerdo, como tantas otras. Las ruedas de prensa posteriores han sido cualquier cosa menos rutinarias. Dijsselbloem ha continuado jugando a la ruleta rusa colocando el arma en la sien de Tsipras y Varufakis: «Si los griegos sacan su dinero de los bancos es que están muy preocupados por el futuro de su país». ¿Quién podría reprochárselo aunque eso dejara al Gobierno de Syriza ante la tesitura de abandonar a pedradas el euro? Si te lo dice el jefe de la eurogrupo, por algo será.
Otro clavo en el ataúd. La directora del FMI también tenía preparado el lanzallamas. Si Grecia no paga los 1.500 millones que le debe para el 30 de junio, será considerado un «default», dijo Lagarde. No habrá prórrogas ni requiebros técnicos con los que evitar la palabra maldita. Y eso desencadenaría una serie de acontecimientos imprevisibles. Nadie puede negar que un final para nada inaudito sería la suspensión de pagos de Grecia, el hundimiento completo de los bancos del país tras una fuga de depósitos generalizada, el control de capitales y la salida del euro de un Gobierno abandonado a su suerte.
«Para avanzar, necesitamos adultos en la sala», ha dicho Lagarde, refiriéndose sin duda a los griegos. Era su particular forma de vengarse después de que el Gobierno griego calificara de «criminal» hace unos días la estrategia de las «instituciones» (antes llamada troika).
A Grecia se le ha acabado el dinero. Necesita los 7.200 millones del último tramo del rescate financiero para seguir pagando los intereses de una deuda insostenible. El rescate se hizo precisamente no para sacar a Grecia de la recesión, sino para que pudiera seguir pagando sus deudas. Pero las reglas se cambian sobre la marcha porque hay que aprovechar los sucesivos plazos para seguir apretando el cuello. La caída del PIB en un 25%, una depresión similar a la que sufre un país en guerra, la reducción del número de funcionarios en un 28% o el 45% de los jubilados viviendo por debajo del umbral de la pobreza no son suficientes.
La troika quiere más, y parece centrar sus aspiraciones en las pensiones griegas. Olivier Blanchard, del FMI, quiso justificarlo con números el domingo. «Las pensiones y salarios suponen el 75% del gasto primario (sin contar el pago de intereses de la deuda). El otro 25% se ha recortado ya hasta el límite asumible. El gasto en pensiones supone más del 16% del PIB, y las transferencias desde el presupuesto al sistema de pensiones se acercan al 10% del PIB. Creemos que una reducción del gasto en pensiones del 1% del PIB es necesaria, y que puede hacerse protegiendo a los jubilados más pobres».
Y además quieren que se suba el IVA. La realidad es que ya casi no queda dónde recortar en la economía griega.
El Gobierno griego contraataca con el argumento de que ya no puede exigir más sacrificios a sus jubilados, muchos de los cuales sostienen los ingresos de sus hijos en paro, padres y madres de familia que llevan años sin encontrar empleo. La caída en la pensión media es del 61%. Alexas Tsipras sostiene que el incremento del valor porcentual del gasto en pensiones se debe al hundimiento del PIB. La edad media de jubilación, «en contra de lo que se afirma», está en 64,4 años en los hombres y 64,5 en mujeres.
Es cierto que existe la jubilación anticipada por debajo de los 60 años y que muchas personas la están eligiendo como forma de conseguir algún ingreso, aunque sea con una pensión más reducida, porque saben que no encontrarán un trabajo. El desempleo entre los mayores de 55 años es del 20%, cuando era del 6% hace cinco años.
La pensión media es de 713 euros al mes. Para los que cuentan con sistemas de pensiones añadidos en el sector industrial, hay una aportación extra media de 169 euros. El límite de la pobreza para una familia está marcada en 665.
El ministro de Hacienda, Yanis Varufakis, ha publicado en su blog el contenido de su discurso en la reunión del jueves. Responde directamente a Blanchard: «El gasto en pensiones se ha reducido en un 40% y el número de pensionistas es estable. Por tanto, el gasto en pensiones ha caído, no se ha incrementado. Ese 16% del PIB no se debe a un mayor gasto en pensiones, sino a la caída dramática del PIB, que ha traído una reducción igualmente dramática de las contribuciones a causa de la caída del empleo y del aumento del empleo no declarado».
Varufakis da otro dato: «Un millón de familias (en un país de 11 millones de habitantes) sobreviven hoy con una escasa pensión de un abuelo o abuela mientras el resto de la familia está sin trabajo en un país en el que sólo el 9% de los parados recibe algún subsidio de desempleo. Recortar esas solitarias pensiones es el equivalente a echar a esa familia a la calle».
De las palabras de los demás ministros tras la reunión, se deduce fácilmente que no se han sentido muy conmovidos por esas cifras. Sólo plantean que si Atenas no quiere recortar más las pensiones, debe ofrecer otras alternativas por la misma cantidad. Cuando escuchan lo que dice Varufakis, dicen que esas propuestas son irreales o no se las creen.
El flanco débil más inmediato para los griegos son sus bancos. La primera torre que caería. La amenaza velada de una fuga masiva de depósitos (y la posterior negativa del BCE a seguir sosteniendo los bancos) ha estado siempre flotando en el ambiente. Por lo que se entiende de las filtraciones y de las palabras de Dijsselbloem, ya no es suficiente con eso. Hay que ponerlo en todos los titulares para que la presión sea insoportable.
Quizá termine ocurriendo y entonces lo llamarán un accidente.
Las posiciones están tan separadas que es difícil llamar a esto una negociación. El plan griego inicial de poner sobre la mesa la reestructuración de la deuda que de forma inevitable debería aparejar algún tipo de quita ha fracasado. Grecia se ha quedado sin aliados, eso en el caso de que haya tenido alguno en la UE desde la llegada al poder de Syriza. Angela Merkel ha dicho muchas veces que las instituciones internacionales han ofrecido a Grecia una «solidaridad sin parangón». Los griegos se preguntan si esa solidaridad no ha sido en realidad con todos aquellos que habían comprado deuda del país antes de que sus finanzas cayeran en la bancarrota. Ahora que los mayores acreedores son el BCE, el FMI y los gobiernos europeos, la «solidaridad» se ha acabado. O el sistema de te presto para que me pagues los intereses sólo continuará si aprietas más las tuercas a tus jubilados.
En pocas palabras, la troika sólo propone al Gobierno griego el suicidio financiero (la suspensión de pagos) o el suicidio político (violando las promesas que llevaron a Syriza al poder).
Susto o muerte. La UE y el FMI sólo ofrecen la segunda opción.