Entre los senadores demócratas es difícil encontrar a alguien con posiciones más progresistas que las de Sherrod Brown. El senador de Ohio desde 2007 ha sido especialmente crítico a lo largo de su carrera con la tendencia de su partido a alejarse de las clases trabajadoras de EEUU en el Medio Oeste, que vive en una permanente sensación de crisis desde el inicio del declive de la industria tradicional en los años ochenta. Siempre ha gozado del apoyo de los sindicatos en su Estado y ha participado en piquetes en las convocatorias de algunas huelgas. Brown, de 71 años, pero con aspecto de ser más joven, es lo más parecido a un político de izquierdas que se pueda encontrar en EEUU.
En las elecciones de este martes, Brown ha sido derrotado por el candidato republicano, Bernie Moreno. Ha sido una contienda disputada. Moreno obtuvo el 50,2% de los votos por el 46,4% de Brown, con algo más de 200.000 votos de diferencia. Moreno, nacido en Colombia, entró en política hace tres años después de ganar mucho dinero como dueño de concesionarios de coches de lujo. Rechaza el derecho al aborto y apoya la construcción de un muro en la frontera con México. Años atrás, calificó a Donald Trump de “lunático”, pero ahora se considera un político cien por cien trumpista.
Ohio es un Estado que ha evolucionado en los últimos veinte años a posiciones claramente conservadoras. Aun así, los demócratas confiaban en que Brown pudiera resistir en estos comicios, lo que no ha sido posible. El final de su carrera política sirve como ejemplo para entender el resultado de las elecciones que ha ganado Trump.
No importaba que las grandes cifras de la economía norteamericana fueran positivas desde el final de la pandemia. El impacto de la inflación en la economía de los hogares iba a castigar al partido en el poder, aunque pocos pensaban que hasta los extremos que se han producido en las urnas.
Kamala Harris centró su campaña en advertir de los peligros que supone Trump para el futuro de la democracia. La mayoría de los votantes consideró que su situación económica era más importante a la hora de decidir el voto, como ocurre en casi todos los países. No se les puede llamar egoístas. Es sólo que la Constitución no te da de comer todos los días.
El senador Bernie Sanders, que consiguió la reelección en Vermont con un 63% de los votos, tuvo duras palabras con la estrategia de la campaña de Harris. “No puede ser una gran sorpresa que el Partido Demócrata, que ha abandonado a la clase trabajadora, descubra que la clase trabajadora le ha abandonado”.
En una de las últimas encuestas de The New York Times, el pesimismo de los votantes era evidente, como había quedado reflejado en otros muchos sondeos. Sólo el 28% de la gente creía que el país caminaba en la dirección correcta y sólo el 40% aprobaba la gestión de Joe Biden. Con esos números, cualquier partido en cualquier país está condenado a la derrota. Ese malestar estaba extendido en toda la población con independencia de la edad, educación y género, y sólo era menos intenso entre los mayores de 65 años y la población negra.
A la pregunta de en qué candidato confiaba más para la dirección de la economía, Trump gozaba de una ventaja de siete puntos sobre Harris. En otros sondeos, esa diferencia era mayor. Un 51% pensaba que la economía necesitaba cambios importantes. Sólo un 3% creía que no era necesario ningún cambio.
Las encuestas hechas a pie de urna en el día de las elecciones apuntaron a un culpable obvio: la inflación. Un 67% decía que la situación económica era mala o muy mala, según el sondeo de NBC. La economía familiar estaba peor para el 45%, igual para el 30% y mejor para el 24%. Sólo el 24% afirmaba que la inflación no le había provocado problemas graves. Como pasa en todos los países, el impacto de los precios era más intenso en las rentas bajas y medias al ser muy evidente en los alimentos y la vivienda, dos de esos gastos que son inevitables.
Kamala Harris perdió tres puntos entre los que tienen ingresos por debajo de 30.000 dólares anuales con respecto a los resultados de Biden en 2020. Perdió cinco puntos con los votantes de entre 30.000 y 50.000 dólares. La pérdida de apoyos fue mayor, ocho puntos, en los hogares con ingresos de entre 50.000 y 100.000 dólares. Al igual que en España, el índice de participación en las urnas aumenta en función de los ingresos.
En 2023, el salario mediano en EEUU fue de 48.060 dólares anuales, aunque hay grandes diferencias entre estados (en Texas fue de 45.970 dólares, en California de 54.030).
Ante esa realidad, el mensaje centrado en los muy buenos datos macroeconómicos de EEUU estaba condenado al fracaso. Y no es que esas cifras sean falsas. El PIB per cápita del país alcanzó los 65.548 dólares en 2019. En 2023, ascendió a 81.695. El paro en octubre de este año estaba en el 4,1% de la población activa, el 3,4% entre los mayores de 24 años. La Bolsa de Wall Street encadenaba récords de subidas.
Ese nivel de pleno empleo no podía ocultar que los salarios no habían subido al mismo nivel en el sector de los servicios que la inflación. En muchos estados norteamericanos, la población latina cuenta con una presencia muy importante en el personal de los servicios, lo que ayuda a entender que Trump haya disfrutado de un récord de apoyo entre ellos por encima de lo conseguido antes por cualquier otro candidato republicano.
Cuando los precios comenzaron a bajar, una parte importante de la población no veía las buenas noticias por ninguna parte. A nivel macroeconómico, era un hecho indudablemente positivo, pero las familias no lo veían así. A fin de cuentas, los precios no habían bajado, sino que habían dejado de subir con tanta velocidad. Desde finales de 2023, el aumento de los salarios había sido superior al de los precios, pero no tanto como para compensar la pérdida anterior de poder adquisitivo.
El incremento de los precios no fue uniforme. Los productos más baratos tuvieron aumentos de precios mayores que los más caros, según un estudio citado por el Financial Times. En cuanto al empleo, el temor a perder el puesto de trabajo aumentó a lo largo de este año entre los trabajadores con ingresos inferiores a 50.000 dólares. Los impagos en las cantidades que hay que abonar por el pago con tarjetas de crédito también han sido mayores en los hogares de renta baja.
El aumento de los precios se inició ya con Biden en la Casa Blanca. Se hubiera producido con cualquier otro presidente. Los votantes recordaban que la inflación había sido baja en el primer mandato de Trump. Los republicanos se ocuparon de culpar al inmenso paquete de gasto público promovido por Biden para que la población soportara el impacto de la pandemia, que fue muy superior al que se llevó a cabo en los países europeos.
La inflación es un arma deslegitimadora de los gobiernos. Su capacidad para impedir la subida de precios no es muy grande, pero lo que es seguro es que los partidos en el poder sufrirán las consecuencias políticas.
El fenómeno se ha producido también en Europa. Por esa y otras muchas razones, los conservadores fueron aniquilados en las elecciones británicas. En Francia y Alemania, los gobiernos se encuentran en mínimos de popularidad. Los socialdemócratas se encaminan a una derrota segura en las elecciones de Alemania de 2025.
Nadie ha salido indemne. El pesimismo económico tiene una capacidad brutal de matar gobiernos.