David Cameron abrió las puertas de Downing Street a un fotógrafo de la agencia Getty para que hiciera un amplio reportaje de la vida familiar del primer ministro británico, que apareció el 20 de noviembre en la revista del Sunday Times. Como se puede apreciar en la portada… entrañable. Estas cosas dan votos. Los políticos también son seres humanos. Sí, en serio.
La idea de que Cameron hace un esfuerzo por conjugar su trabajo, un tanto absorbente, con la atención a su familia no puede ser mala. Es propaganda con rostro humano. Aún más si los asesores creen que estas imágenes funcionan especialmente bien entre las mujeres, o más en concreto, las madres. Parece un estereotipo pero si imaginamos al típico inglés viendo un partido de fútbol en el pub vestido con la camiseta de su equipo, previa ayuda de un número de pintas de cerveza no inferior a cuatro (tirando por lo bajo)…, bueno, supongo que el truco no sería tan efectivo.
Esos asesores conocen muy bien que lo que llaman ‘el problema de Cameron con las mujeres’ (no en el sentido de la canción de Loquillo), es muy real y no hace prever nada bueno en la actual situación económica (hay análisis, sin embargo, que no opinan lo mismo).
Lo malo es que las fotos dan también a los sabuesos de la prensa la oportunidad de fisgonear en un lugar al que no tienen acceso. Las imágenes familiares en la residencia familiar del 11 de Downing Street han permitido a los cabronazos ojos expertos del Daily Mail fijarse en el estado en que quedó la vivienda tras la reforma realizada cuando los Cameron se trasladaron allí.
Se dice que los nuevos inquilinos quedaron horrorizados al ver cómo habían dejado la casa los Blair (Brown no hizo ningún cambio).
Es el 11 de Downing Street, no el 10, porque la residencia familiar del ministro de Hacienda es mayor que la del primer ministro, y en tiempos de Blair y Brown acordaron intercambiarla. En ese momento, Blair tenía hijos y Brown aún no estaba casado. Todo el mundo coincide en que ni las dimensiones ni la disposición interna del edificio, bastante viejo, son particularmente lujosas ni apropiadas para una familia con hijos. Seguro que la casa anterior de Cameron tenía mejor aspecto.
Los numeritos se explican en el artículo, que detalla el precio del mobiliario instalado. Y la mesa de mármol que se encuentra en la cocina sale por unas contundentes 6.312 libras de precio de venta al público sin contar descuentos a jefes de Gobierno, unos 7.300 euros.
Por contarlo todo, se dijo en su momento que los Cameron habían pagado la mitad del coste total de la rehabilitación, al menos unas 30.000 libras sobre las más de 60.000 que costó. Desconozco si la cifra se refiere a la obra o si incluye el mobiliario.
Aun así, en esta era de la austeridad los precios dejan claro que la frase de Cameron —«We are all in this together»— no llega ni siquiera al concepto de metáfora discutible. Hay gente que tiene que superar la crisis sin mesas de 7.000 euros.
Qué les hubiera costado poner un mantel sobre la mesa, se estarán preguntando los asesores de Cameron.
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Cameron hizo una concesión al sentido del humor enmarcando esta portada de The Economist.