Un antiguo teniente coronel de la Stasi se queda maravillado al leer sobre la red de espionaje de las comunicaciones de la NSA: «Para nosotros, hubiera sido un sueño hecho realidad». Siempre se ha dado por hecho que la policía secreta de la Alemania Oriental contaba con la capacidad de saberlo todo sobre la vida privada de sus objetivos. Pero Wolfgang Schmidt recuerda que sólo podían pinchar 40 teléfonos a la vez. La mayor parte de su información la obtenían a través de la información que facilitaban los confidentes.
La diferencia tecnológica entre la RDA de esa época y los EEUU actuales es gigantesca, así que por ahí la comparación es poco realista. Sólo tenemos que imaginarnos lo que pueden hacer ahora las dictaduras con los métodos de vigilancia más modernos. Y lo hacen en muchos casos con tecnología vendida por empresas occidentales. En cierto modo, vivimos en la edad dorada del espionaje, aunque es más fácil encontrar artículos sobre el inmenso poder que Internet da a los ciudadanos y su capacidad de enfrentarse a regímenes autoritarios.
En cuanto a las razones que justifican esa intromisión en la vida privada, ahí es más complicado encontrar diferencias entre la RDA y EEUU. Se hace para preservar la seguridad del Estado y las personas que no tienen nada que ocultar no tienen nada que temer. La fórmula ha funcionado durante siglos en todo tipo de sistemas políticos.
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Una imagen reciente de Berlín en el lugar donde se conserva el viejo cartel que anuncia la entrada al antiguo sector norteamericano de Berlín. Debajo han añadido «tu privacidad acaba aquí».
Con el espionaje de la Stasi, aluvión de escándalos hasta en la sopa.
¿Lo de NSA ? la familia bien, gracias.
La Stasi era una banda de ingenuos aficionados. Para espionaje a escala inmensa, contemporáneo, el de la RFA, que filtraba el correo a millones de cartas. De hecho, la guerra fría la ganó una parte, y en eso tuvo que tener mucho que decir la superioridad tanto tecnológica cuanto criptoanalítica y de espionaje.
Por cierto, fueron los EEUU los que analizaron las heces de Gorbachov, por ejemplo. Ni a los más enfermos de la URSS se les ocurrían semejantes cosas.
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Lo hacen por nuestro bien. Lástima que no nos avisan, así podríamos darles las gracias.