Una fotografía de Teresa Romero en su habitación publicada por varios medios en la tarde del sábado causó indignación entre mucha gente hasta el punto de que dos de ellos, El País y El Periódico, decidieron retirarla de la página web y de su portada del domingo (en el muy probable caso de que fueran a usarla en su primera página). El Mundo, ABC y La Razón sí la han utilizado. La imagen ha sido distribuida por Reuters.
La elección de una foto en un tema como este nunca es una decisión que se debe tomar sin una reflexión. De entrada, puede haber un interés informativo claro pero al mismo tiempo existir el riesgo de vulnerar el derecho a la intimidad de la persona fotografiada. Ninguno de estos dos valores es absoluto y tampoco un periodista cuenta con un manual de criterios definidos que le ayude a decidirse.
Tampoco esos criterios existen con independencia del tiempo y lugar en que trabaja el profesional. Los criterios éticos cambian a lo largo del tiempo. Lo que en una época se acepta con normalidad, quizá con la intención de denunciar cierta situación, años después encuentra una mayor oposición (como por ejemplo ha ocurrido en España con las imágenes de muertos o heridos en atentados). En algunos países la presión de la opinión pública puede ser mayor o existir una menor tolerancia a noticias o imágenes que sacuden violentamente la conciencia del lector o espectador.
Contra lo que piensan muchos periodistas, el derecho a la información no es absoluto (tampoco los demás derechos, excepto el derecho a la vida), ni opera en una especie de vacío teórico por el que no importa la opinión que tengan tus lectores o espectadores. Valorar esta última es un ejercicio subjetivo o discutible, pero no imposible.
Todo es más fácil cuando existen por ejemplo periódicos tabloides o sensacionalistas y otros que no lo son. Se trata de medios diferentes que trabajan para públicos diferentes. Los medios «serios» pueden criticar con dureza a la banda de gamberros sin escrúpulos que trabaja en los tabloides, pero tristemente hay que rendirse a la evidencia. La gente que compra esos diarios quiere ese producto, como así ocurre con algunos programas de las televisiones en España.
En la práctica, eso crea una escala de valores que marca límites. Si eliges un texto o foto que podría aparecer perfectamente en The Sun, quizá debas cuestionarte tus motivos. Y tampoco eso es una regla definitiva. Y luego está el caso, no único de España, donde no hay tabloides como The Sun, pero sí medios «serios» que utilizan técnicas sensacionalistas clásicas, sobre todo en la elección del tema de portada.
Mi opinión personal es que yo no hubiera dado esa foto. Como periodista, creo que en ocasiones debo tener en cuenta lo que supongo que es la opinión generalizada de la comunidad de lectores a la que me dirijo. Eso ya es de entrada una valoración subjetiva, lo que no significa que sea completamente arbitraria.
En este caso, hay mucha gente que opina que la mujer enferma de ébola ha sido maltratada en público por políticos y periodistas cercanos al Gobierno para convertirla en única responsable de su contagio, lo que permite liberar de culpa a las autoridades sanitarias. Se trata además de una persona que asumió un riesgo nada desdeñable, que ningún protocolo puede eliminar por completo, para ayudar a otras personas cuya vida corría peligro. En ese contexto, la foto publicada se convierte en una agresión más.
Tengo muy claro que el ataque que ha sufrido Teresa Romero con todas esas insinuaciones o acusaciones directas ha sido mucho mayor que la publicación de la foto. Aun así, no puedo obviar que publicarla o no te obliga a otra reflexión sobre lo que quieres obtener ofreciendo esa imagen.
Pones todo eso en la balanza y al final terminas exigiendo no sólo que esa foto tenga valor informativo, que lo tiene en términos generales porque demuestra que la enferma está viva y consciente, sino que además incluya algo muy específico que ningún otro elemento –texto o diseño– puede representar. Y es ahí donde puedes llegar a la conclusión de que la foto daña más de lo que aporta.
No es un criterio que deba sostenerse por obligación en cualquier situación. En eso, coincido con la opinión del periodista David Simon, y creador de la serie ‘The Wire’, cuando dijo eso de «fuck the average reader». Es cierto que hablaba de la escritura de ficción, con una referencia indirecta al periodismo, pero puede aplicarse a otras situaciones.
Hay momentos en que un medio de comunicación debe olvidarse de lo que opinen sus principales clientes. A veces hay que informar de cosas que los lectores no querrían saber. Lo negarán, pero muchos de ellos sólo pretenden que ese medio les diga que tienen razón en sus ideas y sus prejuicios.
Los medios no sólo tienen que contar lo que el poder no quiere escuchar, sino lo que la opinión pública no quiere conocer.
El derecho a la intimidad de los fotografiados existe y debe ser respetado. No es un derecho absoluto. En EEUU las familias de soldados heridos o muertos en las guerras de Irak y Afganistán, así como el Pentágono, invocan ese derecho para que no se publiquen fotos de esos militares. Casi todos los medios respetan esa decisión, con algunas excepciones, y el resultado es una opinión pública que vive a espaldas de esa realidad y que tarda años en conocer el impacto real de esas guerras.
Lo que nos lleva de vuelta al tema del ébola. Contamos con innumerables ejemplos de fotos terribles procedentes de África en los que también se ha obviado el derecho a la intimidad de los enfermos.
Esas fotos, por muchas dudas que provoquen, son imprescindibles para contar de verdad a la gente lo que está pasando allí y denunciar a los gobiernos que han esperado hasta ahora para hacer algo. O menos que eso, porque el Gobierno español ha concedido una ayuda miserable a los países cuyo sistema sanitario es incapaz de hacer frente a la epidemia por falta de hospitales, camas y personal sanitario.
¿Qué decir de esta foto de una enferma de ébola que está condenada a muerte? Es una mujer de 35 años en una clínica rudimentaria en Monrovia, Liberia, abandonada a su suerte porque la mayoría de los médicos y enfermeras del centro han muerto por esa misma enfermedad. La foto es de Mohamed Elshamy, de la agencia Anadolu, y se tomó el 10 de octubre.
Esta mujer también tiene derecho a la intimidad, aún más en la situación en la que se encuentra. La decisión que justificaría publicar esa foto tiene que ver con el contexto: saber que si no se hace nada, no ya esa mujer, sino miles de personas más morirán sin remedio.
La gente lee en los artículos que Liberia o Sierra Leona no cuentan con médicos o camas suficientes, que hay que gente que sigue muriendo o que la cifra total de víctimas supera ya las 4.000 en esos países y en Guinea. Da igual cuántos artículos publiques con esa información, necesitas ver esa foto para que te golpee la conciencia, si la tienes, y quizá con muchas imágenes como esta alguien se decida a hacer algo más que cerrar fronteras o tomar la temperatura a los pasajeros en los aeropuertos para enfrentarse a una crisis sanitaria que en África tendrá consecuencias mucho más dramáticas que en Europa.
Después de 33 brotes diferentes de ébola en África desde 1976, ya deberíamos saberlo.
Una mujer llora tras la evacuación de su marido, enfermo de ébola, en la capital de Liberia. Foto: Pascual Guyot/AFP.