Si algo puede servir como símbolo de la intervención norteamericana en la guerra siria, y de sus consecuencias, es la noticia de que grupos insurgentes financiados o armados, o ambas cosas, por distintos departamentos del Gobierno de EEUU, han terminado enfrentándose entre ellos. La noticia no aparece ahora por primera vez, pero en este caso cuenta con más elementos que la confirman, no ya fuentes anónimas norteamericanas, sino también líderes de esos grupos insurgentes. Chicago Tribune:
«Milicias sirias armadas por partes diferentes de la maquinaria de guerra de EEUU han comenzado a luchar entre ellas en las llanuras que se encuentran entre la ciudad sitiada de Alepo y la frontera con Turquía, demostrando el escaso control que los servicios de inteligencia y los mandos militares tienen sobre los grupos a los que han financiado y entrenado en la guerra civil que ya dura cinco años.
Los combates se han intensificado en los últimos dos meses. Grupos armados por la CIA y otros armados por el Pentágono se han enfrentado a tiros mientras operaban en territorio disputado por ambos en la zona norte de Alepo, según fuentes norteamericanas y líderes de los grupos rebeldes».
El artículo se refiere a un grupo llamado Fursan al Haq, uno de los grupos apadrinados por la CIA (y también por Qatar), que no es muy importante y que suele aparecer descrito como una escisión del FSA, el grupo apoyado por gobiernos occidentales que era bastante poderoso en 2012 y 2013, pero que desde entonces ha perdido la capacidad de montar sus propias ofensivas. Forma parte de eso que la prensa de EEUU llama «rebeldes moderados». La aparición de imágenes de milicianos de Fursan al Haq, y otros grupos, con misiles antitanque TOW confirmó esta ayuda desde 2014. Esos grupos son muy dados a difundir vídeos de ataques con TOW a tanques del Ejército sirio. No es que les hayan servido de mucho hasta ahora.
Los otros grupos que han participado en estos enfrentamientos forman parte de las Fuerzas Democráticas Sirias (apoyadas por el Pentágono). Bajo ese nombre, se agrupa una coalición de milicias de muy diverso origen, kurdos, turcomanos o asirios. Los más importantes de ellos desde el año pasado son las milicias kurdas del YPD, que avanzan desde el norte y se han convertido en la mejor fuerza de choque de los norteamericanos en la lucha contra ISIS. Pero en su avance se han topado con otros grupos insurgentes con otros intereses. Como en toda guerra civil, puede haber un objetivo básico de derrotar al gran enemigo, pero luego hay otros fines más concretos que tienen que ver con la supervivencia de cada grupo, el dinero y armas que reciben, su capacidad para imponer sus ideas y de sobrevivir ante otros grupos tan peligrosos como el enemigo.
Los planes del Pentágono de entrenar a un grupo de insurgentes fuera de Siria cosecharon un sonoro fracaso cuando 54 de ellos entraron en el país procedentes de Turquía. Sin una misión precisa, varios de ellos fueron capturados muy pronto por el Frente Al Nusra. Los norteamericanos querían que se centraran primero en plantar cara al ISIS, pero los combatientes sólo querían enfrentarse al Ejército de Asad. El programa con 500 millones de presupuesto, ordenado por Obama, fue clausurado semanas más tarde. Lo que no terminó fue la colaboración con YPD, cuyos miembros han actuado como los guías de los ataques aéreos sobre objetivos del ISIS.
Con mucho menor nivel de escrutinio público, la CIA lleva desde 2013 ayudando a grupos insurgentes. En enero el NYT, en uno de los pocos artículos que los grandes medios han dedicado al tema, explicó que desde el principio el trabajo se llevó a cabo en estricta coordinación con Arabia Saudí. Como había ocurrido en años o décadas anteriores, los saudíes ponían el dinero que la CIA no quería o podía conseguir. Sus intereses, obviamente, no tenían por qué coincidir, dado que grupos financiados por los saudíes, han terminado formando coaliciones con Al Nusra, ligado a Al Qaeda.
El artículo del Tribune cita a una «fuente norteamericana», sin más precisión, que dice: «Esta es una guerra complicada, de varios bandos, donde nuestras opciones son muy limitadas. Sabemos que necesitamos un socio sobre el terreno. No podemos derrotar al ISIS sin esa parte de la ecuación, así que intentamos construir esas relaciones».
Es lo que viene a ser el sistema de prueba y error, lo que en el caso de la estrategia norteamericana en Siria suele terminar en el lado del error.