Los demócratas tuvieron la noche de la victoria que estaban esperando desde que Donald Trump les dejó perplejos y hundidos hace dos años. En la única votación nacional que se realizaba el martes, la de la Cámara de Representantes, obtuvieron el premio deseado haciendo valer una ventaja de varios millones de votos.
No pudieron extender su victoria al Senado, donde nunca tuvieron muchas posibilidades, porque la mayoría de los escaños en liza estaban en manos de demócratas. Perdieron los senadores que tenían en Indiana, Missouri y Dakota del Norte, lugares en los que Trump había ganado con gran facilidad en 2016 y donde el presidente cuenta con un apoyo superior a la media nacional.
De cara a las elecciones de 2020, pueden ser más significativas las victorias en las elecciones a gobernador, que suelen generar menos titulares fuera de EEUU. Sus triunfos más dulces fueron en los tres estados que les propinaron la humillación definitiva al entregar la Casa Blanca a Trump. Habrá gobernadores demócratas en Pennsylvania, Michigan y Wisconsin. Todas las teorías sobre la capacidad de Trump para imponerse en los baluartes demócratas del Medio Oeste valiéndose del apoyo de los trabajadores de raza blanca sin estudios universitarios han quedado ahora algo cuestionadas.
En otro lugar importante, Colorado, los demócratas consiguieron un pleno poco frecuente: el gobernador, la mayoría en las dos cámaras y los principales cargos electos del Estado. Es en las legislaturas de los estados donde se toman las decisiones sobre el tamaño y diseño de las circunscripciones electorales y los republicanos han hecho muchos cambios en ellas por todo el país para que les favorezcan en las urnas.
Lo más relevante y que alimentará decenas de artículos en los próximos días es que los demócratas han mantenido su apuesta por una coalición de intereses que represente todos los grupos sociales, políticos y étnicos. Frente a los que les pedían que se hicieran más blancos y más de clase media alta, los candidatos triunfadores representan mejor la pluralidad del país, con más mujeres, más candidatos de minorías y un abanico ideológico más amplio. Cuentan con representantes del ala izquierda en algunas zonas de EEUU y también del grupo más moderado.
Al otro lado, los republicanos continúan en el camino de hacerse más ‘trumpianos’. Sólo sobreviven los políticos dispuestos a suscribir por completo el mensaje nacionalista y xenófobo del presidente.
Los republicanos mantuvieron los puestos de gobernador en Florida y Georgia, dos batallas en las que candidatos demócratas de raza negra, Andrew Gillum y Stacey Abrams, se quedaron muy cerca de sus adversarios.
Además, Florida aprobó en una consulta con el 65% devolver de forma automática el derecho a votar a 1,2 millones de personas que habían pasado por prisión. Hasta ahora, tenían que pasar cinco años tras cumplir la pena hasta que pudieran solicitar recuperar ese derecho, y era frecuente que se les negara. Los republicanos siempre han rechazado la recuperación del derecho a sufragio a los presos por creer que les perjudicaría en las urnas.
En un Estado como Florida donde no hay contienda electoral que no se dilucide por un puñado de votos, este paso podría tener consecuencias políticas relevantes.
Guerra de guerrillas desde el Congreso
Con el control de la Cámara de Representantes, los demócratas multiplican sus armas institucionales para desgastar y enfurecer a Trump. El legislativo tiene la capacidad legal de poner en marcha comisiones de investigación, citar a altos cargos de la Administración, reclamar documentos oficiales que no se hacen públicos habitualmente y en general hacer la vida imposible al Gobierno.
El arma nuclear es desde luego el ‘impeachment’, el proceso de destitución del presidente que puede iniciar la Cámara de Representantes y cuyo veredicto corresponde al Senado. Por eso, es un instrumento peligroso para ambos bandos, como bien descubrieron los republicanos cuando intentaron echar a Bill Clinton de la Casa Blanca.
Pero como mínimo los demócratas están en condiciones de proteger con más fuerza institucional la investigación del fiscal especial Robert Mueller, una amenaza que exaspera a Trump y que le puede llevar a cometer más errores, como la destitución del número dos del Departamento de Justicia, que es el jefe directo de Mueller.
Como dice el analista conservador David French, la guerra de Trump contra los medios de comunicación no va a ser nada comparada con la inminente guerra de Trump contra la Cámara de Representantes.
Is American politics about to change forever?
A record number of women are heading to Congress, with many individual candidates shattering glass ceilings of their own at the very top of American politics. pic.twitter.com/6DRYhObFGL
— Channel 4 News (@Channel4News) November 7, 2018