El artículo no podía aparecer en peor momento para los intereses de Ucrania en EEUU y para el propio Gobierno norteamericano. Los servicios de inteligencia de EEUU no creen que Kiev pueda conseguir el gran objetivo de su contraofensiva en el sur y tomar la ciudad de Melitópol, según un artículo de hace unos días en The Washington Post. El éxito de la misión permitiría partir en dos el territorio ucraniano controlado por Rusia y negarle el acceso por tierra a la península de Crimea.
La conclusión pesimista se basa en la eficacia de las múltiples defensas rusas a lo largo de la línea del frente, compuestas por todo un despliegue de campos de minas y trincheras, que han conseguido detener el avance de los blindados ucranianos. La realidad provocará acusaciones cruzadas entre Kiev y los gobiernos occidentales si finalmente las decenas de miles de millones de dólares aportados en armamento no sirven para obtener los resultados deseados.
Antes del inicio de la contraofensiva a mediados de junio, eran numerosos los artículos en la prensa de EEUU para resaltar que Ucrania se lo jugaba todo en esta ofensiva. Un fracaso prolongaría la guerra hasta 2024 y obligaría a estudiar más seriamente las posibilidades, escasas a día de hoy, de una negociación diplomática para poner fin a la guerra.
Estas últimas noticias coinciden esta semana con la petición de Joe Biden al Congreso con el fin de que apruebe la entrega de otros 20.000 millones de dólares en ayuda militar a Kiev.
Las defensas rusas han resultado impenetrables hasta ahora. El balance realizado por The New York Times a principios de este mes era demoledor: «Equipadas por modernas armas norteamericanas y presentadas como la vanguardia de un gran asalto, las tropas (ucranianas) quedaron atrapadas en densos campos de minas rusos bajo el fuego constante de la artillería y de los helicópteros. Hubo unidades que se perdieron. Una unidad retrasó un ataque nocturno hasta el amanecer perdiendo la ventaja que tenía. Otra tuvo una intervención tan mala que los comandantes la sacaron del campo de batalla».
Para apreciar las dificultades que afronta un atacante ante una estructura bien armada de líneas defensivas, resulta ilustrativo este vídeo en que un general retirado norteamericano lo explicaba en julio. Zanjas antitanque, alambre de espino, trincheras y campos de minas forman una barrera tras otra en lo que Mark Kimmitt llama «veinte kilómetros de infierno» (pinchando en CC se pueden ver los subtítulos en inglés).
Kimmitt cuenta que esas trincheras antitanque obligan al tanque a mostrar su parte inferior al superarla, que obviamente es la más vulnerable. Algunas pueden llegar a tragarse el blindado al contar con cuatro metros de profundidad y seis metros de largo.
Las hay también que son falsas en el sentido de que no cuentan con tropas que las ocupen. Sirven para atraer a soldados enemigos hacer estallar después minas y trampas explosivas de forma remota. Aun peor es cuando un grupo de drones ataca por sorpresa a los que han llegado hasta esas trincheras.
Los rusos tuvieron meses para preparar sus defensas y lo hicieron de forma concienzuda. Quizá haya sido el mejor trabajo que han hecho los generales rusos, que cosecharon fracasos evidentes en 2022 al perder el control de la ciudad de Jersón y buena parte de la región de Járkov.
El mensaje que las autoridades ucranianos han ofrecido desde el primer momento es que la ofensiva requerirá múltiples ataques en distintos puntos hasta encontrar el punto en que los rusos sufran la ruptura de su barrera defensiva para poder lanzar sus reservas sobre esa zona. Como muchos planes de guerra, se ha estrellado contra la realidad.
Dictaminar que la ofensiva no podrá tener éxito es un error prematuro basado más en las expectativas creadas que en los hechos. «La contraofensiva en sí misma no ha fracasado. Continuará durante varios meses hasta el otoño», dijo al NYT Michael Kofman, del ‘think tank’ Carnegie.
Lo mismo ha dicho el jefe de las Fuerzas Armadas de EEUU. «Dije hace un par de meses que esta ofensiva iba a ser larga, iba a ser sangrienta, iba a ser lenta. Y eso es lo que es: larga, sangrienta y lenta, y es una lucha muy, muy difícil».
La lógica militar detrás de estas palabras se contempla de forma diferente desde la política, donde las previsiones, en especial si se acerca la cita con las urnas, juegan un papel tan importante como los hechos sobre el terreno. Una parte del Partido Republicano sigue la línea aislacionista de Trump y se opone a seguir concediendo ayuda económica y militar a Ucrania. Los dirigentes republicanos en el Congreso mantienen una línea oficial de apoyo a Kiev, pero las encuestas revelan que sus votantes son cada vez más escépticos.
Una razón obvia de las urgencias sobre esta ofensiva proviene del hecho de que 2024 será año electoral en EEUU. No será el mejor momento para continuar destinando decenas de miles de millones de dólares a la guerra o cualquier asunto relacionado con la política exterior.
Una encuesta reciente publicada por CNN indica que el 55% de los norteamericanos se opone a que el Congreso siga ofreciendo más ayuda a Ucrania (un 45% la apoya). Ese porcentaje es mucho más alto (71%) entre los votantes republicanos.
Los titulares relacionados con las operaciones militares ya han empezado a moverse en torno a esa realidad. «¿Está fracasando la contraofensiva ucraniana?». «Por qué una ofensiva estancada puede representar un inmenso problema político para Zelenski en EEUU». «Crece la alarma mientras desfallece la contraofensiva ucraniana».
Nadie puede sostener que la ofensiva ha ofrecido los resultados esperados, aunque es probable que las necesidades de los políticos exigían objetivos no muy realistas. Las cifras no admiten muchas interpretaciones. Michael Kofman, que no se cuenta entre los pesimistas, ha admitido que los avances ucranianos no han superado como mucho los diez kilómetros en ningún punto de los 600 kilómetros de frente.
A expensas de un acontecimiento inesperado, como el hundimiento de las defensas rusas en puntos concretos que los ucranianos puedan aprovechar, es fácil pronosticar que la guerra continuará con todo su horror durante el resto de este año. Si eso se produce, las previsiones para 2024 no serán muy optimistas.