En la película ‘Los siete magníficos’, Steve McQueen cuenta un chiste (bastante malo) sobre un tipo que cae desde el décimo piso de un edificio y que dice a los que le ven pasar en cada planta: «Hasta ahora, todo bien». Esa ha sido la postura por defecto de muchos gobiernos después de la primera ola en 2020 y en especial tras el éxito de la vacunación. Hasta ahora, todo va bien, estamos mejorando, este año es mejor que el anterior, el próximo será incluso mejor, no hay que alarmarse. Los gobiernos son optimistas por naturaleza. Vender pesimismo, a menos que sea inevitable, sería un reconocimiento de los errores propios.
Desgraciadamente para ellos, un virus no da nunca por perdida la batalla por su supervivencia. Como nos advirtieron los científicos, evoluciona, se adapta y mejora su capacidad de contagiar. Es lo que le mantiene vivo. Ómicron es su última respuesta a esa tensión permanente. Es también la confirmación de que las vacunas funcionan, pero que no son el final de esta historia interminable.
Pedro Sánchez dio este domingo un breve discurso sin preguntas de periodistas para anunciar que la situación no es tan alarmante como indican la explosión en el número de contagios y la constatación de que España vuelve a estar en una situación de riesgo muy alto por primera vez desde agosto. Ha decidido convocar una reunión con los presidentes autonómicos, pero no se celebrará este lunes, sino el miércoles. No le parece que la situación requiera de medidas urgentes si Moncloa espera tres días más para juntar a todos los gobiernos.
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