El rey saudí ha tomado las riendas de la operación de control de daños para salvar la reputación de su hijo, el príncipe heredero Bin Salmán, considerado como el principal responsable del asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Lo ha hecho a través de una serie de decretos y anuncios ofrecidos por la televisión saudí en la medianoche del viernes, que serán recibidos en todo el mundo con incredulidad.
A través del fiscal general, las autoridades saudíes admiten que Khashoggi murió al poco de entrar al consulado saudí de Estambul, pero ofrecen en el resumen de los hechos una versión imposible de creer. Afirman que se produjo una «pelea a puñetazos» que concluyó con la muerte del periodista. Cómo puede un hombre de 60 años, no excesivamente en buena forma física, pelearse contra 15 personas –entre las que había agentes de la seguridad personal del príncipe heredero– y acabar muerto sin poder ser reducido antes es un misterio que desafía el sentido común. Y es la versión para la que las autoridades del país han necesitado más de dos semanas.
Se ha comunicado que 18 ciudadanos saudíes están detenidos por su relación con los hechos. Nada se ha dicho de momento oficialmente sobre el paradero de los restos de Khashoggi. Si fueron enterrados en Turquía o trasladados a Arabia Saudí en alguno de los dos aviones que partieron horas después.
Una fuente anónima de la Administración saudí citada por el NYT da algunos datos más de la explicación con la que el Gobierno intentará cerrar el caso. Esa fuente indica que hay una orden para obligar o convencer a los disidentes que viven en el extranjero para que vuelvan al país. Por eso, el general Assiri envió a un equipo a Estambul para que se ocupara de Khashoggi. Añade que la orden fue malinterpretada, que el periodista intentó escapar y que fue estrangulado por uno de los agentes.
Sobre el destino del cuerpo, afirma que fue entregado a un «colaborador local» para que se deshiciera de él. Es la forma en que los saudíes creen que pueden negar que el cadáver fuera hecho pedazos en el interior del consulado para su traslado posterior en secreto.
Los decretos del Gobierno conocidos incluyen el cese de dos personas cercanas a Bin Salmán: el general Assiri, número dos de los servicios de inteligencia, y Saud al-Qahtani, consejero de MbS y arquitecto de la actual propaganda saudí. Este se presentaba en Twitter hace unos días como un simple «ejecutor de las órdenes» del rey y del príncipe.
El nombre de Assiri circuló en los últimos días como probable cabeza de turco elegido para exculpar al príncipe heredero. También se dijo que se intentaría aparentar que se había tratado de una operación que acabó mal, hecha sin el conocimiento de MbS para secuestrar a Khashoggi y llevarlo por la fuerza de vuelta a su país.
La presencia en el equipo de uno de los forenses más conocidos de Arabia Saudí –con la sierra empleada en el descuartizamiento del cadáver– impedía creer cualquier versión de una muerte accidental, pero ese es precisamente el resultado de la investigación, desarrollada en total secreto y con la única intervención de las autoridades saudíes.
Por último, el rey Salmán, de 82 años, deja patente que no puede prescindir de su hijo, al que algunos congresistas estadounidenses no han dudado en tildar de asesino. Ha ordenado que se forme una comisión para reformar los servicios de inteligencia después de todo lo ocurrido en Estambul. ¿Quién la dirigirá? La misma persona que está en el origen del escándalo: el príncipe heredero Mohamed Bin Salmán.
El destinatario de esta versión sólo es uno: Donald Trump. Los saudíes confían en que el presidente de EEUU dé el caso por cerrado, dado su nulo interés por aprobar sanciones contra Riad, como la interrupción de la venta de armamento, que es lo más probable. La opinión del Congreso de EEUU y de los gobiernos que se atrevan a desafiar a la monarquía saudí será muy diferente.
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La incógnita no ha durado mucho. Como era previsible, Trump se ha dado por satisfecho con las informaciones llegadas desde Arabia Saudí. A la pregunta de si considera creíble la versión saudí de los hechos, ha dicho que sí y que cree que es «un primer paso muy importante».
Sobre la respuesta que dará EEUU, ha insistido en que «si hay algún tipo de sanción», no suponga cancelar la venta de armamento a la que se ha comprometido Riad, lo que denomina «cancelar trabajo por valor de 110.000 millones de dólares, lo que supone 600.000 empleos». Este es un dato falso que Trump se inventa porque los saudíes ni siquiera han concretado qué armamento van a comprar para poder llegar a esa cifra.
Los congresistas norteamericanos, incluidos los republicanos, no han quedado muy convencidos. «Decir que soy escéptico sobre la nueva versión saudí, sería quedarse corto», ha dicho el senador republicano Lindsay Graham.
En la misma línea está el también republicano Bob Corker: «La historia que los saudíes han contado sobre la desaparición de Jamal Khashoggi continúa cambiando cada día, por lo que no debemos dar por hecho que esta última sea la auténtica».