Mahmud Abás no tiene inconveniente en renunciar al derecho al retorno. En una entrevista con una televisión privada israelí, el presidente de la Autoridad Palestina contó que no tiene ninguna intención de reclamar el derecho a que la ciudad donde nació, Safed, en el norte de Israel, forme parte de una Palestina liberada.
«Quiero poder ver Safed. Es mi derecho verlo, pero no vivir allí», dijo. Como también dijo, para él Palestina es Cisjordania y Gaza, las fronteras de 1967.
Abás deja a un lado, aunque sea sólo en el plano personal, a una de las reivindicaciones históricas de la OLP y de los palestinos (lo que le ha supuesto fuertes críticas de Hamás y manifestaciones en su contra en Gaza). Parece un paso que va contra todo lo que han defendido los palestinos durante décadas. Para muchos de sus compatriotas, será lo mismo que una rendición.
En realidad, no es para tanto. Esa renuncia siempre ha estado presente en los planes de la OLP desde que comenzaron las negociaciones de Oslo. Como ya he comentado alguna vez, Faisal Husseini explicó a un grupo de periodistas en el año 2000 que los representantes palestinos buscaban un reconocimiento simbólico de ese derecho al retorno que sólo se convertiría en realidad para unos pocos miles de personas. Una posición similar se presentó en diferentes mesas de negociación.
No es el único obstáculo para un acuerdo de paz, pero sí el más importante. No se soluciona con cesiones parciales ni con complicadas tácticas de negociaciones. Es un todo o nada. Desde el punto de vista palestino, sin el derecho al retorno no hay reparación a la injusticia que sufrió un pueblo al que se arrebató su tierra. Desde el punto de vista israelí, aceptarlo supone firmar a largo plazo la sentencia de muerte del Estado judío.
El derecho al retorno es una de esas líneas rojas para la sociedad israelí, no sólo para sus políticos. A fin de cuentas, es lógico. El principio de las negociaciones, al igual que su conclusión, es un Estado para los israelíes y otro para los palestinos, no dos estados para los palestinos.
¿Qué consecuencias tendrán las palabras de Abás en el Gobierno israelí? Ninguna. Netanyahu sólo ha aceptado la idea de los dos estados en un plano hipotético, y en general a resultas de presiones de EEUU. Su estrategia consiste en convertirla en imposible. La paz no es su objetivo, sino la victoria. Y la evolución de la sociedad y la política israelíes en los últimos 20 años le hace pensar que puede tener éxito.
Totalmente de acuerdo. Al gobierno de Israel, de cualquier color, le importa un bledo que los palestinos reconozcan lo que sea. Ellos a lo suyo. Pasito a pasito, eso sí. Hasta que un día los de Hamás se hagan con un obús que tenga un mínimo mecanismo de dirección e impacten en un colegio israelí o en un bloque de pisos. Hasta entonces.
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Sr Inigo:
Dada la politica del Gobierno Israeli, cuanto mas rapido los Palestinos negocien…recibiran mas.
La idea de recurrir a la N.U, y que estos presionen a Israel es la mejor forma de perder el tiempo (y el territorio Palestino).