«Hay mucha gente en Bildu que ha pretendido la paz desde el principio». Ya están los socialistas blanqueando a la izquierda abertzale para conservar el poder, dirán muchos dirigentes del PP y Ciudadanos. No, en realidad la frase es de hace casi una década. La pronunció Javier Maroto en TVE en octubre de 2011 cuando era alcalde de Vitoria. ETA había dejado de matar y anunciado el «cese definitivo» de la violencia, pero aún faltaban más de seis años para que anunciara su disolución. Maroto protagonizó lo que Pablo Casado ha llamado «indignidad moral» –por el probable apoyo de Bildu a los presupuestos– por la misma razón por la que pactan todos los políticos: para sacar adelante un proyecto esencial para la institución que presiden y obtener la lógica recompensa política.
A cambio de eso, obtuvo su mayor éxito como alcalde de la capital de Euskadi. Para ponerlo en el contexto más favorable, Maroto lo explicó en la entrevista como la necesidad de dar respuestas nuevas en el funcionamiento de las instituciones: «La situación que tenemos ahora mismo en el País Vasco, lo que nos debe llevar a pensar es que es necesario hablar entre todos».
Nueve años después, Maroto es portavoz del PP en el Senado. Como Two-Face, el villano de los cómic de Batman con dos rostros, uno angelical y otro diabólico, el que podríamos llamar Maroto 2 está obligado ahora a denunciar algo que «no tiene precedentes en la historia de la democracia en España», como dijo el martes en el Senado en la sesión de control al Gobierno.
No se puede llegar a la conclusión de que se encuentra en una situación tan esquizofrénica como la de Two-Face, y por tanto propicia para la comisión de actos criminales, pero resulta divertido comprobar las contorsiones verbales a las que se ve sometido. Lo que hace nueve años era una «amalgama plural», según dijo sobre EH Bildu, ante la que había que actuar con inteligencia política y responsabilidad institucional, en estos momentos pasa a ser una recua de «bildutarras de Otegi», como los llamó Casado, que ensucia la dignidad de la democracia.
«Excluir no está en la agenda», dijo entonces Maroto. Ahora parece que es un deber moral.
Los políticos cambian de opinión en muchas ocasiones y no siempre saben explicarlo. El problema viene por lo segundo, no por lo primero. «Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted, qué hace?», es la frase que se atribuye al economista John Maynard Keynes (en realidad, es probable que sea apócrifa). La coherencia llevada hasta las últimas consecuencias con independencia de la realidad puede llevarte al desastre. Ignorar lo que hiciste en el pasado y las razones que argumentaste también puede dejarte en ridículo.
El PP ha enviado la consigna a sus dirigentes regionales y locales para que presenten iniciativas con las que desgastar al PSOE en todas las instituciones a causa de sus contactos con Bildu. Maroto no podía escaquearse en el Senado y aplicó la misma medicina en una pregunta a Sánchez. Tratándose de él, debía intentar anticiparse a la respuesta del presidente por si este se burlaba de él recordándole su etapa de Vitoria. Argumentó que pueden producirse «coincidencias en las votaciones» entre partidos diferentes sobre asuntos menores. No retiras tu propio proyecto sólo porque lo apoye otro partido de ideología opuesta. Y aquí es donde se refirió a la historia del Maroto de 2011: «Como tampoco les da ninguna legitimidad (a Bildu) ni les blanquea por coincidir en una votación en cualquier Ayuntamiento de Euskadi por reponer unas farolas o construir un equipamiento».
Ese fue el momento en que Maroto 2 estaba blanqueando a Maroto 1, por utilizar la palabra tan habitual ahora en el discurso del PP. No eran unas farolas lo que estaba en juego. Contra lo que dijo la ministra María Jesús Montero, el entonces alcalde no pactó los presupuestos con Bildu. A los dos años de empezar a gobernar en minoría, consiguió aprobar sus primeros presupuestos, pero con el apoyo de los concejales del PNV. Donde los ediles de la izquierda abertzale le salvaron la vida fue antes en un asunto más trascendental para la vida cotidiana de la ciudad y que por tanto suponía un éxito mayor.
Una vez que se clausuró la antigua estación de autobuses en 1993 para su completa renovación, el servicio se dio en unas instalaciones provisionales en superficie, situación temporal que se mantuvo durante nada menos que 18 años. Era una situación vergonzosa para la ciudad ante la que no encontraron solución los alcaldes posteriores, incluido su compañero de partido, Alfonso Alonso.
Maroto 1 paralizó las obras de un auditorio aprobado en la legislatura anterior con un alcalde socialista y consiguió el apoyo de Bildu para levantar en ese solar la nueva estación. Fue un triunfo personal muy poco tiempo después de llegar a la alcaldía.
Donde otros se habían quedado atascados durante años, él había hallado la solución en menos de tres meses. La nueva estación se inauguró en marzo de 2015, justo a tiempo para las elecciones municipales de mayo de ese año.
No fue el único acuerdo al que llegó con la izquierda abertzale. Entre los pactos, estuvo uno centrado en el aumento del Impuesto de Actividades Económicas a las empresas que facturaban más de dos millones de euros y otra subida fiscal con un tipo nuevo aplicado a las viviendas vacías. Ni siquiera le suponía un problema subir impuestos. El alcalde presumía de ello, aunque no gustara a dirigentes de su partido fuera de Euskadi. «Yo he tenido el coraje de pactar con ustedes», le dijo a un portavoz de Bildu durante un debate presupuestario. «No me tiemblan las piernas para llegar a acuerdos con nadie. Y creo que eso es bueno. Ojalá sucediese en más foros. Ojalá cundiese el ejemplo».
Al perder la alcaldía, ya tuvo un repentino cambio de discurso al estilo Two-Face. La metamorfosis a Maroto 2 se había iniciado. Criticó a su sucesor en la alcaldía, el peneuvista Gorka Urtaran, de una forma algo complicada, que viene a ser así: Urtaran estaba negociando con el PSOE y, como había llegado al cargo con los votos de Bildu, Maroto dijo que los socialistas estaban formando parte de un pacto con la izquierda abertzale. La respuesta de un sorprendido Urtaran: «Pero si incluso (Maroto) ha dicho en el Ayuntamiento que estaba dispuesto a pactar con Bildu y que era amigo de los concejales de Bildu con los que iba a tomar vinos».
Maroto 1 había dicho en su época de alcalde que «los políticos que no entienden que solo se puede ser útil en la política hablando entre diferentes quizá no deberían estar en la política de hoy». A lo que Maroto 2 podría responder ahora: chico, si quieres hacer política en Madrid en 2020, esto es lo que hay.