Un alemán que combatió en la Primera Guerra Mundial relata el momento en que mató a un soldado francés con su bayoneta y la impresión que le causó. Las frases finales sirven para todas las guerras.
«Me sentí físicamente enfermo. Casi vomité. Me temblaban las rodillas y francamente sentí vergüenza. Mis compañeros, yo entonces era cabo, no se mostraban perturbados en absoluto por lo que había pasado. Uno presumía de que había matado a un ‘pouli’ (soldado francés) con la culata de su fusil. Otro había estrangulado a un capitán. Un tercero había golpeado a alguien en la cabeza con su pala. Eran personas corrientes como yo. Uno era conductor de tranvía, otro era un viajante de comercio, dos eran estudiantes, el resto trabajaba en la agricultura. Gente corriente que nunca habría pensado en hacer daño a alguien. ¿Qué pasó para que fueran tan crueles? Recuerdo que nos habían dicho que un buen soldado mata sin pensar en su adversario como en un ser humano. En el momento en que ve en el otro a un hombre, ya no es un buen soldado».