Niños marroquíes a los que prometieron que podrían ver en España un partido de fútbol con Cristiano Ronaldo. Padres que descubrieron que sus hijos habían desaparecido y que aún no saben dónde están. Colegios en los que ahora sólo quedan niñas en las aulas. Adolescentes que vagaron por la ciudad sin comida o que ahora pasan las noches en condiciones precarias. Algunas de las circunstancias del paso masivo en la frontera de Ceuta revelan que la población marroquí que vive cerca de la ciudad autónoma también está entre las víctimas de esta crisis originada por la represalia del Gobierno de Rabat –probablemente ordenada por el rey Mohamed VI– contra la decisión de hospitalizar en Logroño al líder del Frente Polisario. Sin embargo, el balance de este conflicto no es nada malo para las autoridades marroquíes. Ya saben que pueden crear divisiones en la posición de España sobre el Sahara gracias a la respuesta del Partido Popular.
Al final, Pablo Casado ha cumplido la promesa que hizo a dos dirigentes de partidos marroquíes con los que se entrevistó por videoconferencia el 11 de mayo. Les dijo que iba a presionar al Gobierno por haber aceptado la entrada en España de Brahim Ghali con identidad falsa. En la sesión de control, cargó la responsabilidad de la crisis en Pedro Sánchez, y no en Marruecos: «Empezó rompiendo la tradición de viajar primero a Marruecos, no reaccionó ante la ocupación de aguas de Canarias ni ante el reconocimiento de Trump sobre el Sahara y ocultó la llegada con documentación falsa de Ghali», dijo en el pleno. La «debilidad» internacional del Gobierno estaba detrás de este conflicto, y no en la represalia marroquí que puso en cuestión la integridad de la frontera.
Las posibilidades de que España u otro país europeo reconozcan la soberanía marroquí sobre el Sahara, como hizo Donald Trump, son escasas en estos momentos. El primer paso para que esa idea no se diluya es crear fisuras en esos estados.
Casado continuó el jueves con su estrategia de rentabilizar la agresión marroquí en su favor, una vez más absteniéndose de cargar las culpas sobre Rabat. En primer lugar, con la acusación falsa a Podemos de haber puesto en duda la españolidad de Ceuta y Melilla un día antes: «¿Con quién está Pedro Sánchez? ¿Con la oposición leal que pide firmeza o con sus socios de Gobierno, que ayer dijo Podemos que Ceuta y Melilla son países africanos, eso es evidente, están en el continente africano, pero insinuaron que no son españoles?». Y acto seguido garantizó lealtad al Gobierno, pero con condiciones. Básicamente, quiere que se suicide, porque exigió a Sánchez que «hoy mismo rompa su acuerdo de gobierno con Podemos, que es quien ha producido esta crisis diplomática sin ninguna comparación en nuestra historia democrática con Marruecos». Podemos no tuvo nada que ver con la decisión de permitir la entrada de Ghali en España.
Los culpables van cambiando de identidad en la versión de Casado, pero nunca incluyen a Mohamed VI.
Posteriormente, fuentes del PP sostuvieron que se trataba de un «lapsus», puesto que sólo se refería a Junts (por un tuit de Carles Puigdemont). Hay que estirar mucho la credibilidad para aceptar que Junts per Catalunya sea aliado del Gobierno.
El monarca marroquí no tiene esos problemas en su país, porque los grandes medios están controlados por la policía y los servicios de inteligencia. Nadie va a saltarse las órdenes que lleguen de palacio. El primer día de la crisis, la noticia de Ceuta no aparecía en esos medios, excepto en algunos digitales de menor difusión. Para conocer la opinión del poder real, que reside en el monarca y no en el Gobierno, sirve un artículo del director de la agencia oficial de noticias, que afirmó que la culpa de todo es de España por haber acogido a Brahim Ghali cumpliendo la petición de Argelia. «¿Qué esperan de Marruecos? Que seamos un Estado sin carisma, sin legitimidad, sin intereses, sin orgullo nacional o sin historia. Decir sí a Madrid y a sus ridículas palmaditas en la espalda. Decir sí a Bruselas y sus subsidios», escribió Hachimi Idrissi.
Idrissi advierte de que ahora se abrirá «la caja de Pandora con todos sus viejos demonios, sus viejas amarguras y viejos resentimientos», que es algo que debería preocupar al PP, porque sólo puede significar una amenaza, aunque sea retórica, sobre Ceuta y Melilla.
Antes de empezar a engrasar el armamento, conviene recordar que Marruecos ya cerró la frontera con Ceuta, colabora con la policía española para aceptar la vuelta de los adultos que aún se encuentran en la ciudad y ha impedido saltos masivos en la zona de Melilla.
En España, la colaboración entre instituciones se ha puesto a prueba con la necesidad de encontrar destino en la península a unos 200 menores inmigrantes con el fin de hacer sitio a los que acaban de cruzar la frontera. Se ha llegado a un acuerdo entre gobiernos, que no es otra cosa que una forma de solidarizarse con Ceuta, ya que no es justo que esa ciudad absorba toda la carga.
¿Quién se ha quejado? Por supuesto, el Gobierno de Madrid, cuyo consejero de Sanidad y Políticas Sociales se mostró sorprendido por haberse convocado una reunión de urgencia el miércoles a las tres de la tarde –con la cantidad de cosas que hay que hacer un miércoles– y molesto porque no se les ha dicho quién va a financiar las nuevas plazas (las competencias en la materia son de las CCAA). Lo de la solidaridad con Ceuta está muy bien, ¿pero esto quién lo paga?
Con tanta lealtad como la que pregona Casado, cómo será cuando prefieran ser desleales.