Se lo preguntaron durante la campaña y ella tuvo que responder. «Sigo soltera. El mercado está vacío por lo que se ve». Dejando a un lado la obsesión de algunos periodistas por saber si las políticas están casadas o solteras, tienen hijos o no, llevan tacón o zapato plano, no cabe duda de que el mercado de novios políticos de Isabel Díaz Ayuso ha crecido de forma exponencial en dos años. De 30 escaños a 65. Del 22,2% de votos al 44,7%. Su victoria fue tan rotunda que el PP no esperó mucho para sacar pecho. Los principales dirigentes del partido salieron al balcón de Génova a celebrar el triunfo cuando sólo se había escrutado el 52% de los votos. No había ningún margen para la duda y había que paladear la victoria antes de que empezara el toque de queda a las once de la noche. Hace unos días, la Consejería de Sanidad levantó las restricciones a la zona de Madrid donde se encuentra la sede del PP, a pesar de que su tasa de incidencia no había descendido. Nada, ni siquiera la pandemia, podía impedir la fiesta.
Ha sido la victoria en las urnas de los que quieren dar por finalizada la pandemia. Los que ya no pueden más y creen con razón o sin ella que tiene que haber una manera de seguir luchando contra ella y al mismo tiempo hacer que la vida vuelva a la normalidad. Los que ya no soportan más toques de queda ni horarios restringidos. Los que quieren que les devuelvan la vida ahora mismo cueste lo que cueste. Ayuso les ha dado esa oportunidad y la han cogido con todas sus fuerzas.
En otros países europeos, existe una fuerte contestación a las medidas restrictivas de los gobiernos. Es minoritaria, pero causa manifestaciones numerosas que no se han visto en España. Los conservadores británicos, franceses y alemanes han respaldado esas medidas –con algunas diferencias internas–, porque piensan que no hay alternativa. Pero es en Madrid donde ese sentimiento de querer poner fin a todo esto ha propulsado a un Gobierno autonómico y a su presidenta.
El líder ultraderechista italiano Matteo Salvini se dio prisa por felicitar a Díaz Ayuso en Twitter con una foto de ella. Básicamente, porque ella ha conseguido lo que él intentó y no le funcionó.
En la celebración de Génova, Ayuso sólo podía ser Ayuso multiplicada por mil. La hipérbole estaba garantizada: «Hoy empieza de nuevo otro capítulo de la historia de España». Personificado en ella misma. Nunca se ha dejado condicionar por el defecto de la modestia. Los partidarios de Ayuso hicieron circular hace unos meses una imagen de ella en plan Agustina de Aragón prendiendo la mecha de un cañón que disparaba a los franceses. El fenómeno fan era previsible, ya que ella estaba entre los dirigentes del PP más atacados por la izquierda. Ahora se ha trasladado a las urnas.
La euforia habría sido mayor en el PP si hubieran sabido que una hora después Pablo Iglesias anunciaría su retirada de la política activa. «No contribuyo a sumar», admitió al anunciar la dimisión de todos sus cargos. Su camino con el que tantos cambios provocó en la política en los últimos siete años ha tenido un abrupto fin. Díaz Ayuso dijo en campaña que España «le debía una» por haber sido la responsable de que Iglesias abandonara el Gobierno. Ahora puede añadir otra muesca a su revólver.
La izquierda ha cometido dos errores muy recientes en la ascensión de Ayuso. El primero, de efectos catastróficos diferidos, se produjo con la moción de censura de Murcia, alentada de forma poco inteligente en las cocinas de Moncloa. Obligaba al PP a responder de forma contundente y Madrid era el terreno más propicio. El segundo se ha producido en la campaña. La de Unidas Podemos se centró en alertar sobre la amenaza de un nuevo fascismo en Europa. El PSOE le siguió cuando aparecieron amenazas de muerte a políticos. Este último error es de los que se detectan a posteriori, cuando queda clara la voluntad de los votantes. Estos dejaron claro que en Madrid no están muy preocupados por eso.
Se dijo que la única forma de parar a Ayuso era conseguir una participación histórica en las elecciones. Eso se consiguió y lo que provocó fue una victoria indiscutible de la derecha. En todos los distritos de la ciudad de Madrid, incluso aquellos considerados como la gran esperanza de la izquierda, ganó el Partido Popular.
En el último spot de campaña de Unidas Podemos, se afirmó que Madrid no es «una región de derechas». Llamaba la atención tal aviso en una comunidad gobernada por el PP desde hace 26 años. Las campañas tienen mucho de ilusiones que se extienden para ver si echan raíces. En ocasiones, acaban hechas pedazos al estrellarse contra la realidad.
Al final, resultó un pronóstico tan fallido como los análisis del presidente del CIS. En un artículo publicado estos días, José Félix Tezanos aún sostenía que los votantes de izquierda y centro izquierda superaban en mucho a los de la derecha. El PP y Vox han sacado juntos 20 escaños más que los tres partidos de izquierda. No pregunten nunca a Tezanos qué tiempo va a hacer mañana o mejor no le pregunten por nada.
La humillación socialista, con un candidato al que hace tiempo la política abandonó y una estrategia de Moncloa equivocada desde el primer minuto cuando buscó a los votantes de Ciudadanos, se completó por la noche con la noticia de que Más Madrid le superó en votos y le empató en escaños. Mónica García será la líder de la oposición a Ayuso. En realidad, ya lo ha sido en esta legislatura, porque Ángel Gabilondo siempre fue un señor mayor que hablaba con generalidades y que no hacía ningún daño a la presidenta madrileña. Lo que le ocurría a Gabilondo es que no hacía oposición.
El listado de decisiones y promesas de Díaz Ayuso que contrastan con la realidad de la pandemia es numeroso. Ella dijo que haría pruebas a todos los alumnos de un aula si uno de ellos daba positivo. No se hicieron. Ella dijo que la Comunidad de Madrid estaba preparada para pasar de inmediato a la Fase 1 de la desescalada. No lo estaba por su bajo número de rastreadores y el triste estado de su Atención Primaria. Ella dijo que Madrid tuvo muchos contagios por la densidad de población. Otras regiones con densidad muy baja también tuvieron un altísimo número de infecciones. Ella dijo que los cierres de zonas básicas de salud dentro de la ciudad de Madrid habían sido decisivos. Casi nadie los respetó. Ella dijo que Madrid era un ejemplo admirado en todo el mundo. Los gobiernos europeos optaron por estrategias muy diferentes.
Todo eso al final dio igual. Los votantes decidieron que no querían más pandemia en sus vidas y Ayuso les daba la solución que necesitaban.
La gran duda ahora es hasta dónde llegará Díaz Ayuso. No sabemos qué pensarán en el resto de España sobre su personalidad y sus ideas políticas. Ella lo dejó claro en su noche triunfal: «Cuando decimos que Madrid es España es porque aquí viene lo mejor del mundo». Ya lo saben gallegos, andaluces, valencianos o castellanos. Lo mejor de ellos está en Madrid, es decir, se han quedado con lo peor. Veremos cómo encajan ese mensaje.