No se puede decir que sea ya una tendencia, pero algunos conservadores norteamericanos se están burlando de la escasa ayuda que el Gobierno de Obama ha prestado para encontrar a las más de 200 niñas secuestradas por Boko Haram en Nigeria. El senador John McCain no es exactamente un neoconservador, aunque ha dado tantos giros y saltos saltos en política exterior que es fácil perder la cuenta sobre su posición actual. Ahora ha dicho que ha llegado el momento de apostar por la acción. «No importa lo que esté haciendo el Gobierno nigeriano, nosotros deberíamos movilizar todos los recursos que tengamos», dice McCain. «Todas las iniciativas humanitarias no servirán para arrebatar a las niñas a Boko Haram. Los marines, sin embargo, podrían servir», ha escrito el periodista Jeffrey Golberg.
La idea de que un hashtag en Twitter pueda obrar el milagro es ridícula. No lo es menos enviar a una zona inmensa y poco conocida a un grupo de marines, excepto para aquellos que piensan que la película ‘Lágrimas del sol’, con Bruce Willis, era un manual que se puede aplicar a cualquier país africano. Hay algunos, como el periodista británico Piers Morgan, que cree que todo se reduce a soltar a los Delta Force o los SAS, pero, como bien saben en su país, Morgan es idiota y no se puede esperar mucho de él.
Las imágenes conocidas el lunes con un numeroso grupo de rehenes permiten deducir que al menos entre 60 y 100 de las niñas permanecen unidas por sus captores, que no han sido aún repartidas en grupos más pequeños, lo que haría casi imposible su rescate. El líder del grupo yihadista ha anunciado que sólo las pondrá en libertad a cambio de la excarcelación de sus correligionarios en prisión. Son por tanto una baza negociadora, pero tampoco por ahí se deben tener muchas esperanzas.
Es una historia terrible en la que empezar a disparar a todos los lados o montar operaciones militares de urgencia sólo van a empeorarla, a menos que el Ejército nigeriano tenga un golpe de suerte. No es lo que ha ocurrido si pensamos en los precedentes. Operaciones anteriores de rescate de grupos más reducidos han acabado sin éxito o con los rehenes muertos.
La presión silenciosa tendría más posibilidades que las balas. Sería más útil que los países implicados presionaran a Camerún para que controle su lado de la frontera, que las bandas de Boko Haram atraviesan con facilidad. Pero los cameruneses no han dado muchas muestras de asumir responsabilidades en un conflicto que no les afecta.
Entregar al Ejército nigeriano información será más conveniente que enviarles armas. Las informaciones que se conocen sobre su capacidad indican que su falta de material militar no es el único problema. Es una fuerza mal entrenada para una lucha contra insurgentes y sus tropas, mal pagadas y mal alimentadas, carecen de la motivación necesaria.
Los militares no pueden contar con el apoyo completo de la población del norte, por mucho que el secuestro masivo haya horrorizado a muchos de sus habitantes. En un caso paradigmático de su conducta, en marzo los habitantes alertaron al Ejército de la presencia de un grupo numeroso de miembros de Boko Haram. Los militares no hicieron nada durante días y luego bombardearon el pueblo desde el aire cuando los yihadistas ya lo habían abandonado. Murieron diez civiles.
La realidad es que las únicas personas que han tomado la decisión correcta a tiempo han sido las niñas que lograron huir de sus captores en los primeros días tras el secuestro. Los gobiernos, en especial el nigeriano, que no reaccionaron a tiempo en el último año con hechos similares, aunque con menos rehenes, no están en condiciones de que les creamos cuando afirman que van a hacer todo lo posible para solucionar esta crisis.