Israel tiene una capacidad inagotable de crearse enemigos, gente que ha perdido lo más querido y a la que palabras como paz o coexistencia sólo suenan a una broma macabra. La periodista Asmá al-Ghoul ha escrito este artículo:
«El hermano de mi padre, Ismaíl al-Ghoul, de 60 años, no era miembro de Hamás. Su mujer, Jadra, de 62, no era una radical de Hamás. Sus hijos Wael, de 35, y Mohamed, de 32, no eran combatientes de Hamás. Sus hijas, Hanadi, de 28, y Asmá, de 22, no trabajaban para Hamás, ni los hijos de mi primo Wael; Ismaíl, de 11, Malak, de 5, y el bebé Mustafá, de sólo 24 días de vida; eran miembros de la Yihad Islamica, del Frente Popular de Liberación de Palestina o de Fatah. Sin embargo, todos murieron en el bombardeo israelí de su casa a las 6.20 de la mañana del domingo. (…)
Si es Hamás lo que odiáis, déjame deciros que la gente que habéis matado no tienen nada que ver con Hamás. Son mujeres, niños y ancianos, cuya única preocupación era que la guerra acabara para poder volver a su vida cotidiana. Pero déjame deciros que habéis creado miles –no, millones– de partidarios de Hamás, porque todos nos hemos convertido en Hamás, si para vosotros Hamás significa mujeres, niños y familias inocentes. Si para vosotros, los civiles y las familias son Hamás, entonces yo soy Hamás, ellos son Hamás y todos somos Hamás. (…)
Nací en 1982, en esa misma casa del campo de refugiados de Rafá, que luego se amplió para acoger a toda la familia. Crecí allí, y todo creció con nosotros: la primera intifada, la resistencia, la escuela a la que iba andando todos los días. Allí vi mi primera biblioteca. Allí recuerdo ver a mi abuelo quedarse dormido mientras oía la BBC. Y allí vi al primer soldado israelí en mi vida, golpeando a mi abuelo para obligarle a borrar las pintadas que adornaban los muros de nuestra casa en el campo de refugiados.
Ahora, la casa y sus recuerdos futuros han quedado destruidos, sus niños enterrados en tumbas prematuras. Hogares y recuerdos arrasados, sus habitantes sin casa y perdidos, tal y como lo fue siempre ese campo. No me volváis a hablar de paz.»
La familia al-Ghoul pereció en el terrible bombardeo que sufrió Rafá después de la noticia de la desaparición del teniente israelí Hadar Goldin.
A young boy inside his destroyed house in Shajaiyah, gaza. pic.twitter.com/tG5nFH5SPZ
— Jon Donnison (@JonDonnison) agosto 5, 2014
Y ahora imaginemos qué diría Asmá al-Ghoul si escuchara estas declaraciones del jefe de las FFAA israelíes, el general Benny Gantz: «Debemos ayudar a rehabilitar Gaza. Estamos haciendo lo necesario para enviarles comida. Hay una combinación de necesidades militares por un lado, y de un esfuerzo mayor por no hacer daño, y ayudar en la medida de lo posible. Entramos en un periodo difícil de ayuda y reconstruccion. Ayudaremos no por consideraciones estratégicas, sino humanitarias».
Resulta bastante comprensible que Asmá al-Ghoul no quiera saber nada de la paz del general Gantz.
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Me alertan sobre el perfil de Asmá al-Ghoul, que desconocía. No es una partidaria de Hamás, precisamente. De hecho, ha sido detenida en varias ocasiones por la policía de Gaza.
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Here is a summary of what happened in #Gaza during the last month. pic.twitter.com/8RvmTnfCL9
— Humanitarian Relief (@IHHen) August 5, 2014
Foto superior: Hala Al Kafarna, de 6 años, junto a varios familiares entre los escombros de su casa en Beit Hanún, en Gaza, el 1 de agosto. Foto:Efe.