Mientras en las fechas navideñas los españoles se daban a los encuentros familiares, las grandes comidas y los regalos, Pablo Casado tenía una misión que no podía esperar: visitar Ceuta y Melilla por tercera vez desde que fue elegido líder del PP. La intención era mantener caliente el tema de la inmigración precisamente cuando Génova –que no el PP andaluz– está dirigiendo la negociación con Vox para conseguir la investidura de Juanma Moreno.
En un acto relacionado con la memoria histórica que sí le interesa y hasta le conmueve, Casado acudió al Panteón Militar de Melilla para rendir homenaje a los militares muertos en el Desastre de Annual donde cayeron 10.000 hombres en uno de los episodios más lamentables de negligencia militar de la historia contemporánea de España, como certificó el informe del general Picasso.
«Creo que muchos de los que estamos aquí compartimos muchos de los valores y principios no sólo de la Legión, que el año que viene cumplirá 100 años desde su creación, sino en definitiva de las Fuerzas Armadas», dijo Casado con el convencimiento de que los símbolos de españolidad tan gratos para las autoridades de las dos ciudades africanas de España son igualmente compartidos en el resto del país.
En la visita anterior en julio, el presidente del PP había dado la cifra falsa de un millón de inmigrantes que están en Libia a punto de dar el salto a Europa, es decir, a España. Sembrar la alarma continúa siendo un elemento fundamental de su estrategia.
Casado no ha desperdiciado ninguna oportunidad para hacer ver a los votantes de Vox en Andalucía que las ideas que les llevaron a votar a ese partido de extrema derecha son también las suyas y las del Partido Popular. En varias comunidades autónomas hay dirigentes del PP que empiezan a preguntarse por qué su líder está dignificando con tanta intensidad el mensaje de un partido cuya función es quitarle votos.
Donde no tiene piedad Pablo Casado es con el Gobierno de Pedro Sánchez. Una oposición dura del primer partido de la oposición a un Gobierno sin mayoría absoluta entra dentro del manual habitual en política. Lo que no es corriente es que se decida negar al partido del Gobierno la mínima legitimidad democrática. Es lo que hizo Casado en diciembre cuando acusó a Sánchez de «gobernar contra la Constitución» por no aplicar el artículo 155 a Catalunya. De Podemos ya ni hablamos. «Lleva años fuera de la Constitución», dijo. A la izquierda de Casado, sólo está el horror. A su derecha, todo es menos peligroso.
Vox, el alumno aplicado
Casado puso el listón constitucional tan alto que inevitablemente tenía que dejar fuera a Vox, un partido que por ejemplo quiere acabar con el Estado autonómico tal y como lo conocemos. «El Estado de la autonomías está acabando con la igualdad, la libertad y la prosperidad de los españoles», llegó a decir Santiago Abascal.
Sin embargo y a pesar de estas declaraciones y de todo lo que prometió la ultraderecha en la campaña andaluza, Vox obtiene como mínimo un aprobado en el examen de la asignatura de Derecho Constitucional impartida por Casado. «Lo que está diciendo Vox en Andalucía está dentro de la Constitución», dijo el martes en una entrevista en Onda Cero. Queda la duda de si se refiere al desmantelamiento del Estado autonómico, la islamofobia, la xenofobia o la negativa a reconocer la lucha contra la violencia contra las mujeres.
Sólo tuvieron que pasar unas horas para que el PP descubriera los riesgos sanitarios de irse a la cama con Vox. El partido de Abascal difundió su documento de exigencias para las negociaciones con el PP en Andalucía. No hay sorpresas para cualquiera que haya seguido su campaña en las elecciones autonómicas. Reclama desmantelar en Andalucía la red de protección social a las mujeres que sufren violencia machista y niega que exista la discriminación de la mujer en España desde hace décadas. Quiere obligar a la Junta a que delate a los inmigrantes sin papeles para que sean deportados por decenas de miles. Pretende acabar con las competencias en sanidad y educación de la Junta, que se enviarían de vuelta a Madrid.
A última hora del martes, el PP se vio obligado a corregir la nota del examen hecho por Casado. «Varios de los puntos son un auténtico despropósito que el PP no puede respaldar», dijeron fuentes del partido, que aparentemente acaban de descubrir la realidad de la extrema derecha en Europa. No han debido de leer las noticias que han aparecido en los medios en los últimos años.
Algunos sí son más conscientes del peligro. Un líder autonómico del PP resumió al periodista Pablo Montesinos la situación presentada por el documento de Vox: «Derogar la ley de apoyo a las personas LGTBi y aprobar una de apoyo a la caza. Ya está todo dicho. Es el peligro de alimentar monstruos».
Casado ha decidido que Moncloa bien vale una misa de Vox por muchos monstruos que aparezcan en la ceremonia. Por eso, no puede entender el mensaje de los liberales de Emmanuel Macron. «Para mí, no puede haber ningún compromiso con un partido de extrema derecha con valores opuestos a los nuestros», dijo el martes la ministra francesa Nathalie Loiseau.
Los valores no aportan créditos en las clases de Derecho Constitucional de Pablo Casado.