Nunca antes en los últimos 100 años un presidente de EEUU al final de su segundo mandato se había lanzado a la campaña con tanta intensidad como Barack Obama para facilitar la victoria de su partido en las elecciones presidenciales. En el último día de campaña, Obama viajó a Michigan, New Hampshire y Pennsylvania para pronunciar largos y apasionados discursos en favor de Hillary Clinton y, sobre todo, contra Donald Trump.
Obama echó el resto no lanzándose a la carretera, sino en el Air Force One. Cuando el presidente utiliza el avión oficial por motivos relacionados con su partido, hay que reembolsar al Estado el coste que habría supuesto un vuelo chárter, una cantidad muy inferior a los 206.337 dólares la hora que se suele citar como coste de poner en el aire el avión presidencial (un cálculo aproximado y quizá no del todo exacto).
La presencia de Obama –y de su esposa Michelle en el mitin de Filadelfia– es la constatación de dos hechos aceptados por todos. La escasa popularidad de Hillary Clinton y los números muchísimo mejores del presidente en su final de mandato. Según Gallup, el apoyo a Obama está ahora en un 54%, cuando la media de sus dos años en la Casa Blanca se encuentra en el 48%.
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