Turkish state media talking about taking Manbij as part of the Afrin operation. pic.twitter.com/LhzBjzUiFI
— al-7amra2 (@_alhamra) 21 de enero de 2018
Estos son los planes del Gobierno de Erdogan en su invasión del norte de Siria controlado hasta ahora por la milicia kurda del YPG, según la televisión pública turca. Primero, fueron los bombarderos con artillería desde el lado turco y ahora toca el turno a la aviación y las fuerzas de tierra, que cuentan con el apoyo del FSA, el grupo insurgente sirio que recibió financiación y armas de EEUU y que ahora cumple el papel de fuerza mercenaria en favor de Turquía.
El Gobierno de Ankara ha dado a la invasión el nombre de Operación Rama de Olivo. Como siempre ocurre con los nombres de las operaciones militares, sin ninguna intención irónica. Tampoco pretendía ser sarcástico el viceprimer ministro turco cuando dijo el domingo que la presencia del YPG en Afrin «ha supuesto una amenaza a la integridad territorial de Siria». Como si eso preocupara mucho en Turquía.
La ofensiva se había retrasado unos días a la espera de que Erdogan la comunicara y pactara con Rusia, que contaba con fuerzas en la provincia de Afrin en calidad de «observadores militares». Para ello, el jefe de las Fuerzas Armadas turcas viajó a Moscú hace unos días. Hay mucho tráfico aéreo en la zona y resulta conveniente coordinar con los rusos ataques aéreos en unos cielos en los que ellos tienen una presencia constante.
Columna de miembros del grupo insurgente sirio FSA con la bandera turca el 19 de enero en la provincia de Afrin. Foto: EFE.
Todo esto ocurre unos días después de que se supiera que EEUU tenía la intención de formar una fuerza militar de unos 30.000 combatientes, compuesta sobre todo por milicianos del YPG y sus aliados. Era la confirmación de que Washington pretende llevar a cabo una ocupación permanente de la zona del norte que los kurdos arrebataron al ISIS con el apoyo aéreo imprescindible de los norteamericanos.
Como por otra parte es habitual, las noticias sobre esa milicia tuvieron reacciones diferentes de organismos distintos de la Administración de Trump. La fuente confirmada venía del Pentágono y de las fuerzas militares estadounidenses en la región. El Departamento de Estado la desmintió a través del secretario de Estado, Rex Tillerson: «No estamos creando una fuerza de seguridad fronteriza en absoluto».
Es cierto que Tillerson no cuenta con mucha autoridad en el Gobierno de Trump, sobre todo en temas de Defensa. Pero los militares intentaron matizar sus intenciones con un comunicado: «Estas fuerzas de seguridad están centradas en el aspecto interno para impedir que los combatientes de Daesh huyan de Siria. Las fuerzas aumentarán la seguridad local en las zonas liberadas y proteger a la población local».
Traducción de «centradas en el aspecto interno» (internally-focused): no, esto no tiene nada que ver con Turquía. Evidentemente, los turcos están convencidos de que la estabilización de una fuerza kurda con continuidad territorial en buena parte del norte de Siria compite directamente con su intención del borrar del mapa al PKK y considera que el YPG es sólo una extensión del PKK al otro lado de la frontera.
En el argumentario con el que el Gobierno turco resume sus objetivos para que sean empleados dentro y fuera del país, queda bastante claro: «Turquía contempla la fusión de la zona de Kobani con Afrin como el pilar más importante del proyecto del corredor kurdo». Algo que no van a tolerar.
En toda la provincia de Afrin viven unas 500.000 personas, muchas de ellas desplazadas por la guerra desde otras zonas de Siria.
La retórica belicista de Erdogan da a entender que pretende acabar también con el YPG. No sería la primera vez que la realidad tiende a limitar el impacto de los objetivos militares turcos. La opción intermedia es expulsar al YPG de todas aquellas zonas rurales de la provincia de Afrin habitadas por sirios árabes, que no tienen ninguna intención de ser vigilados por milicias kurdas. Esa es la parte tampoco muy creíble del comunicado militar norteamericano cuando hablaba de «proteger a la población local».
Una segunda parte de esa improbable rama de olivo sería la formación de una milicia siria árabe armada y financiada por Turquía en el norte de Siria. Ese es el papel que le corresponde al FSA, cuya capacidad de hacer la guerra al Ejército sirio es nula desde hace tiempo. De ahí que se establezca como meta en los comunicados que el FSA controle una zona de unos 10.000 kilómetros de cuadrados.
Sería una franja de seguridad –el eufemismo con el que se disfraza habitualmente la ocupación de territorio extranjero– que podría tener 10 o 15 kilómetros. Sus dimensiones reales dependerán del tiempo que dure esta operación militar, de la capacidad de los kurdos del YPG para contenerla y de lo que pueda hacer el FSA con el apoyo turco en el futuro para mantener su presencia allí.
Una vez más, los gobiernos extranjeros tienen una amplia capacidad para continuar con la guerra en Siria al servicio de sus intereses y a través de socios locales.