La falta de credibilidad de Clinton no se cura con antibióticos

Escribí hace unos días que la cobertura de una campaña en EEUU puede cambiar por completo si los medios deciden por alguna razón que un candidato es más vulnerable que la semana anterior. Abandonar antes de tiempo el homenaje del 11S, caminar con paso inseguro hasta el coche, estar a punto de desvanecerse y ser agarrada por los brazos por los escoltas… sí, ese tipo de cosas te hace parecer más vulnerable.

Segundo revés para Hillary Clinton: su campaña dijo después que ella se encontraba bien. Clinton abandonó después del susto el piso de su hija y salió a la calle sonriente y saludando. Todo bien hasta que unas horas más tarde se supo que el viernes un médico le había comunicado que tenía neumonía.

Primero, se comprobó que tenía dañada la salud. Más tarde, fue la credibilidad la que sufrió un duro golpe. Suficiente para alimentar a los medios de comunicación durante varios días como mínimo.

Clinton no se va a morir y se recuperará con antibióticos y descanso. Lo malo es que cuando su campaña lo anuncie, habrá muchos que no le crean. El tradicional secretismo de Clinton y su aversión a los periodistas forman una mala combinación a menos de dos meses de las elecciones. Por contraproducente para tus propios intereses, pero los políticos que no se fían de los periodistas siempre terminan llegando a la conclusión de que ante la duda, mejor no contar nada. Eso incluye a los votantes, una decisión nada inteligente si se acerca la cita con las urnas.

En una contienda entre dos candidatos de edad avanzada (Clinton, 68 años; Trump, 70), su estado de salud es motivo del máximo interés para los ciudadanos. Tienen derecho a saber si su edad o salud influirá en la forma en que ejerzan el cargo. Ambos han presentado a la opinión pública mucha menos información que candidatos anteriores sobre su condición física. En el caso de Trump, casi no ha contado nada, excepto una nota de cuatro párrafos escrita en cinco minutos por un médico de aspecto bastante singular.

Nadie espera nada diferente de alguien como Trump, que se ha negado a hacer pública su declaración de impuestos, como es tradición allí. Pero a Clinton le conviene no continuar confirmando su fama de política poco honesta y no muy creíble para conservar el mayor número de votos de la coalición de electores que dio dos victorias a Obama.

Hay otra forma de ver la actitud de Clinton y su decisión de seguir haciendo la campaña después de que le avisaran que estaba enferma. Es desgraciadamente una costumbre «muy americana». Una cuarta parte de los trabajadores de ese país confiesan que se presentan a trabajar cuando están enfermos. Sobre todo, porque no tienen elección, no se pueden permitir el sueldo que perderán por ausentarse aunque sea con motivo, o porque creen que es lo que se espera de ellos. En especial, en el sector servicios y entre los empleos con menores sueldos, los trabajadores norteamericanos no tienen derecho a ponerse enfermos.

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La pregunta más sencilla: ¿qué es Alepo?

Gary Johnson no sabe lo que es Alepo

Un candidato a la presidencia de EEUU que nunca será presidente de EEUU reconoce en una entrevista que no sabe lo que es Alepo. Es aún peor. El periodista le pregunta por la ciudad siria, escenario desde hace meses de las escenas más terribles de la guerra en ese país, y Gary Johnson pone cara de no saber de lo que le están hablando. «It’s just a mess», acierta a decir después de que le den una pista. ¿Puede ser peor? Sí. Luego dijo que pensaba que se trataba de un acrónimo.

Johnson, que fue gobernador durante ocho años del Estado de Nuevo México, es el candidato del Partido Libertario. La presencia de Donald Trump le ha servido para aparecer en algunos sondeos nacionales con porcentajes algo más que simbólicos, incluso cercanos al 10%. No llegará tan lejos en noviembre.

Tras la entrevista, intentó dar explicaciones sobre su error y casi fue peor. Al menos, no lloró, aunque intentó dar un ejemplo sobre algo que le había pasado con una pregunta que le hicieron cuando era gobernador y la cosa no mejoró mucho.

Sería un error consolarse con el hecho de que Johnson no puede ganar las elecciones. El problema es que gente que supuestamente sabe mucho más sobre Siria que él demostró después un nivel de ignorancia similar. Robert McKey lo explica muy bien en The Intercept. Un exembajador de EEUU en Irak, alguien a quien se le suponen mayores conocimientos en política y geografía, dijo que Alepo era «la capital del ISIS», confundiéndola con Raqqa que es una ciudad que ha aparecido con frecuencia en los medios de comunicación norteamericanos y que EEUU y Rusia llevan bombardeando desde hace mucho tiempo.

Para terminar de quedar como un idiota, el embajador Christopher Hill se mostró condescendiente y muy pagado de sí mismo cuando comentó el error de Johnson. Es más ignorante aquel que presume de lo que no sabe que el que reconoce que no sabe mucho.

Un exportavoz de EEUU en la ONU incidió en la misma equivocación en Twitter –dando a entender que se trata de la ciudad controlada por ISIS–, un detalle que no debería llamarnos la atención a menos que recordáramos que este hombre aparece con frecuencia en los canales de noticias como experto en asuntos internacionales para afirmar que Hillary Clinton no sabe nada de política exterior. ISIS no está «creciendo» en Alepo, como dice, por la pasividad de Obama, porque los yihadistas no están presentes en la ciudad, y sólo en algunas zonas de la provincia del mismo nombre, y sin ninguna posibilidad de penetrar en la ciudad.

Era el día de los ineptos. La primera noticia que salió en el NYT sobre el error de Johnson cometió el mismo error y al corregirlo insistió en el patinazo al llamar a Alepo la capital de Siria.

Cualquier persona que lea de vez en cuando las noticias de Siria, pongamos una vez a la semana, sabe qué es Alepo. Incluso si ve algunos informativos de televisión en EEUU habrá visto imágenes de la ciudad. AJ+ ha sacado algunos vídeos para refrescar los conocimientos de los ignorantes.

Channel 4 tiene varios reportajes sobre lo que está ocurriendo en esa ciudad.

Alepo ha estado presente en las noticias de Siria casi desde el inicio de la guerra. A mediados de 2015, los combates se recrudecieron con constantes bombardeos del Gobierno sobre las zonas controladas por los insurgentes y la respuesta de estos con ataques con morteros y artillería sobre el otro lado de la ciudad. En ambos casos, la población civil es quien recibe el mayor castigo. La imagen de un niño herido estuvo en todas las portadas y pantallas hace tan sólo unas semanas. Podríamos decir que no en las suficientes.

Parece que en Alepo no han sufrido lo suficiente como para que algunos presten atención.

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Cinco claves de la campaña electoral de EEUU que acaba de comenzar

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El lunes 5 fue el Día del Trabajo en EEUU, el día en que se suele decir que comienza de verdad la campaña electoral en ese país. Todo el proceso interminable y agotador que comienza en enero con las primarias (y que para todos los candidatos empezó mucho tiempo antes) tiene un nuevo punto de partida ese día por una sencilla razón: a estas alturas nadie puede estar seguro por completo del nombre del ganador.

Para pensar eso, deberíamos hacer un borrado del cerebro y poner entre paréntesis todo lo ocurrido en estos últimos meses, incluido un agosto que ha sido particularmente terrible para Donald Trump. Evidentemente, eso es imposible y no podemos obviar los unánimes comentarios de los medios norteamericanos que han llegado a una sola conclusión: con los números actuales, Trump no puede ganar estas elecciones. Ese pronóstico no es absurdo, más allá de que la mayoría de políticos y periodistas están convencidos de que la elección del millonario de Queens sería el equivalente al sonido de la primera trompeta del Apocalipsis, pero es una apuesta algo más que arriesgada. Siempre lo es a dos meses de la votación. ¿Por qué?

Las encuestas no suelen ser muy rápidas para detectar cambios bruscos de la opinión pública, y si lo hacen se topan con el escepticismo general. Las campañas de los candidatos, dirigidas por profesionales de amplia experiencia y engrasadas por decenas de millones de dólares a partir de ahora, cometen errores de principiante. Los candidatos arrastran un considerable cansancio mental y sienten la obligación de atenerse al guión que les ha colocado en esa posición: si necesitan cambiarlo, puede que lo hagan tarde y mal. Los votantes no son muy distintos allí a los demás países occidentales (votan en función de sus ideas e intereses, en decir, sobre cuestiones de política nacional), pero pueden verse condicionados por hechos catastróficos ocurridos fuera de sus fronteras y por la lectura interesada que hagan de ellos las élites políticas y periodísticas. Los medios de comunicación son capaces de cambiar, digamos, su ‘discurso oficial’ si creen que un candidato está más o menos débil que una semana antes. Nada les gusta más que anunciar que nada está decidido y que cualquiera puede ganar. La gente presta más interés si cree que el resultado se decidirá en la última curva.

Ohio es nuestro Aragón (por dar la vuelta al título del libro de Piedras de Papel)

Los aviones que llevaban a Hillary Clinton y Donald Trump coincidieron el lunes en las pistas del aeropuerto internacional de Cleveland. Parecían que nos querían recordar uno de los lugares comunes más citados sobre las elecciones de EEUU: atentos a lo que pase en Ohio. Allí, la media de sondeos de RCP da a Clinton una ventaja de 3,3 puntos. Ahora mismo, al igual que en otros estados, ese dato no dice mucho. En agosto se hacen en muchos sitios menos encuestas –eso cambiará a partir de ahora–, al ser un mes de menor actividad. Eso era antes, claro, porque con Trump cada día es un viaje a lo desconocido, y en agosto ha viajado a todos los destinos imaginables.

Un dato que hay que recordar cada vez que salga Ohio. Clinton puede ganar sin vencer en Ohio. Trump, no. Cada Estado es diferente, pero hay muchos que comparten factores sociales, políticos y económicos. Si Trump no está en condiciones de ganar en Ohio por una cierta distancia, no tiene muchas posibilidades en lugares cercanos como Wisconsin y Pennsylvania. En ese caso, está muerto porque obviamente para ganar tiene que arrebatar a Clinton estados que Obama ganó en 2008 y 2012. El camino hacia una victoria de Trump existe, pero aún está muy lejano para él: tiene que ganar en Florida y en los estados más poblados del Medio Oeste, incluido Ohio, donde la mayor participación en las urnas (en relación a las legislativas) suele beneficiar a los candidatos demócratas.

Sólo hay un Trump

Olvídense del supuesto giro moderado de Trump en materia de inmigración con el que se ha especulado en algunos medios norteamericanos. No den importancia a su viaje a México, aunque el único que salió perdiendo fuera Peña Nieto. No se pueden quitar las manchas a un leopardo. Trump ha fundamentado su aparición fulgurante en la política de su país en la apelación constante al supuesto maltrato que sufre la población de raza blanca a manos de Washington, las grandes empresas y los privilegios que disfrutan las minorías y los inmigrantes sin papeles. Desde el principio en las primarias republicanas, los votantes más preocupados por la inmigración fueron los que mostraban un apoyo más claro a Trump.

Este mismo lunes, el candidato republicano insistió en que está en contra de cualquier regularización masiva de los 11 millones de trabajadores extranjeros, no importa cuánto tiempo lleven en EEUU. Sólo ofreció, y a largo plazo, la opción de siempre: «Tienes que salir (del país) y ponerte a la cola». Es lo que sus votantes republicanos quieren escuchar. Además, a estas alturas, cambiar de registró no le garantizaría muchos votantes nuevos y sólo decepcionaría a los que ya tiene asegurados.

Clinton y sus millonarios

Agosto es la época en que los candidatos llenan la bolsa de dinero. Y de qué manera. El titular del NYT era bastante revelador: «¿Dónde ha estado Hillary Clinton? Pregunte a los ultraricos». Incluidos los ultraricos famosos: Calvin Klein, Harvey Weinstein, Justin Timberlake, Jon Bon Jovi o Paul McCartney. Con estos dos últimos, cantó ‘Hey Jude’ en uno de los momentos más horribles y privados de esta campaña. Clinton recaudó 143 millones de dólares en agosto, su récord en esta campaña. En las dos últimas semanas, unos 50 millones en 22 actos, lo que viene a ser 150.000 dólares la hora, según un cálculo del NYT.

Evidentemente, Clinton ha anunciado en campaña que su corazón reserva un amplio y generoso espacio a esa clase media que ha visto congelados sus salarios reales desde hace no ya años, sino décadas. ¿Y qué hay de los que están por debajo de la clase media y que cobran salarios de miseria en el sector servicios?

Bernie Sanders dio un considerable empuje a la campaña nacional por un salario mínimo de 15 dólares la hora (el actual está en unos miserables 7,25$). Clinton se vio obligado a hacer una promesa concreta –las únicas que valen– y dijo que estaba a favor de subirlo a 12 dólares. La ley aprobada en el Estado de Nueva York vino en su ayuda: subirlo a 15 en la ciudad de NY y municipios cercanos y dejarlo en 12 en el resto del Estado, en zonas de menor empuje económico.

Es un avance, pero la propia Clinton se refiere a la necesidad de revisar las circunstancias económicas para que ese incremento no provoque la pérdida de empleos. Es la típica excusa, constantemente utilizada y desmentida por varios estudios económicos de la última década, según la cual un aumento del salario mínimo puede hacer que los empresarios contraten a menos gente. Es el argumento etiquetado como pragmático que conocerán muy bien los estadounidenses que vivieron bajo la Administración de su marido en los 90 y que permite siempre no hacer nada que cambie las condiciones económicas básicas del mercado laboral.

Un referéndum sobre Trump

Una de las razones que explican la superioridad de Clinton en los sondeos es que la campaña ha sido una especie de referéndum sobre Trump. En condiciones normales, acaparar la atención de los medios es una ventaja obvia, y eso es lo que ocurrió en las primarias republicanas. Los rivales de Trump se quedaron sin respuesta a la obsesión mediática por el candidato más estrafalario de la carrera. Los hubo como Marco Rubio que no quisieron atacarle al principio y cuando se decidieron a pasar a la ofensiva hicieron el ridículo.

Eso hizo que algunos medios realizaran el cálculo de la publicidad gratuita que suponía para Trump esa atención periodística. Le estaban haciendo la campaña sin que él tuviera que gastarse un dólar, decían. Cuando empezó el duelo contra Clinton, se vio que esa frase de ‘que hablen de mí, aunque sea mal’, no siempre funciona en política. Y además una campaña nacional no es lo mismo que unas primarias de partido. El escrutinio de los negocios empresariales de Trump y de sus propuestas ideológicas –algunas por demasiado derechistas, otras por simplemente ridículas– le hundieron en las encuestas.

Gracias a la permanente colaboración de Trump, los medios descubrieron una mina inagotable. La tradicional equidistancia de algunos de ellos cuando llegan las elecciones saltó por los aires. Trump las 24 horas del día significaba hablar de sus maniobras en el mercado inmobiliario de Nueva York destinadas a no permitir que los negros entraran como inquilinos en sus viviendas, sus relaciones con personajes del crimen organizado de la ciudad, sus estafas nada ocultas en un proyecto de seudouniversidad, su opinión sobre las mujeres como objetos sexuales, su campaña pésimamente organizada o sus ideas económicas muy alejadas de los dirigentes republicanos en materia de comercio, por no hablar de su ya muy conocida e inviable propuesta de expulsar a millones de extranjeros.

Ese tipo de cosas que no contribuyen a generar confianza entre los votantes que no están vendidos en cuerpo y alma a cada partido.

Por eso, muchos de los anuncios de la campaña de Clinton se basan fundamentalmente en utilizar las palabras de su rival. Trump como munición para atacar a Trump. Hasta ahora le ha ido bien a Clinton.

La candidata que se quedó esperando la victoria

Clinton ya probó el sabor de la derrota por creer que las primarias demócratas de 2008 iban a ser una coronación. Ahora podría cometer el mismo error, porque la realidad es que la mayor parte del electorado no comparte la elevada opinión que ella tiene sobre sí misma.

Por muy horrible que sea Trump, al final es de suponer que recogerá la mayor parte de los votantes republicanos en unas presidenciales. Quizá en estados como Nueva York o California, los republicanos prefieran quedarse en casa, pero eso da igual porque allí no tiene ninguna posibilidad. Sí es cierto que ha demostrado ser vulnerable en estados donde los republicanos ganan de calle, pero si al final gana por unos escuálidos cinco puntos en por ejemplo Texas, no tendrá mayor importancia. Habrá ganado los 38 votos electorales de ese Estado.

¿Qué defiende Clinton? ¿Cuáles son sus ideas? ¿Entusiasma a los votantes demócratas más progresistas? ¿Puede quedarse con los votantes republicanos más moderados asustados por Trump? La respuesta a estas dos últimas preguntas podría ser no, y en ese momento empezarían los problemas para la exsenadora de Nueva York.

La gente que la conoce sabe que no va a cambiar. Pocos políticos cambian a los 68 años. Da imagen de competente y trabajadora –su imagen en EEUU mejoró en su etapa de secretaria de Estado, a pesar de que todo el mundo sabía que no coincidía en asuntos clave con Obama–, y al mismo tiempo de fría y calculadora, la clase de político que puede olvidarse de lo que ha prometido al poco de llegar al poder. Si comparamos el rechazo que generan ambos candidatos en las encuestas cuando se pregunta al votante si confía en alguno de ellos, los números de Clinton no son muy diferentes a los de Trump. Es una competición en la que ganará el menos malo.

Los tres debates con Trump serán mucho más importante de lo que parecía hasta hace unas semanas. La gente estará interesada en saber qué es lo que puede ofrecer Clinton a unos votantes que no sienten haberse beneficiado en nada de la recuperación económica de los últimos cuatro años. Todo el mundo da por hecho que su presidencia no sería mala para esos amigos multimillonarios que han regado de dinero a la Fundación Clinton y a su campaña electoral.

Sólo con esa montaña de dólares no se ganan unas elecciones.

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Pegó dos tiros a un periodista de The Times en Siria y ahora es uno de los «moderados»

the times ciaEl periodista de The Times Anthony Loyd encontró en agosto a un viejo conocido en un vídeo en el que se veía a un grupo de insurgentes trasladado por el Ejército turco al norte de Siria para expulsar al ISIS de esa zona fronteriza y –mucho más importante– hacer lo mismo con las milicias kurdas del YPG. No era precisamente un viejo amigo, porque Hakim Abu Jamal fue quien le disparó dos veces:

«Fue con una cierta sorpresa al ver un vídeo de los rebeldes victoriosos y apoyados por Occidente con que descubrí el rostro del último aliado de EEUU en la guerra contra ISIS en Siria. Era el rostro del hombre a quien vi por última vez en mayo de 2014 cuando se inclinó sobre mí para dispararme dos veces en el tobillo izquierdo casi a quemarropa mientras yo tenía las manos atadas. Era el castigo por haber intentado escapar de su banda de secuestradores que esperaba venderme (a otro grupo sirio).

Me disparó ante una multitud de curiosos, después de recibir una brutal paliza, denunciándome como ‘espía de la CIA’. Ahora, según parece, trabaja para ellos».

Hakim Abu Jamal es otro de los muchos criminales empleados por los distintos bandos que combaten en Siria. En 2014 ayudaba a algunos periodistas occidentales y de hecho invitó a su casa a Anthony Loyd y a su compañero Jack Hill. Al día siguiente, los secuestró para conseguir dinero con el que comprar armas. La forma más rápida de obtener fondos no hubiera sido pedir rescate al periódico de esos reporteros o a su Gobierno, sino a otro grupo insurgente con mayor capacidad para retenerlos durante más tiempo (y por tanto, para poder exigir un rescate mayor).

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Abu Jamal forma parte de al-Fawj al-Awwal, un grupo que opera en la provincia de Alepo y que Anthony Loyd identifica como uno de los que están controlados o financiados por la CIA. La iniciativa de la ofensiva turca sobre el norte de Siria ha partido del Gobierno de Erdogan, no de EEUU, para eliminar cualquier posibilidad de que los kurdos sirios puedan reunir las ciudades que han conseguido arrebatar al ISIS para establecer un embrión de Estado o zona controlada por ellos a lo largo del norte del país. Y en esta última invasión turca, aviones norteamericanos han cubierto con ataques aéreos el avance de los grupos sirios que los acompañan. Así, EEUU consigue apoyar a dos bandos enfrentados, porque en el último año ha hecho lo mismo con las milicias kurdas que han combatido contra ISIS.

Además, varios de los grupos sirios que colaboran ahora con Turquía han recibido apoyo de la CIA, en forma de dinero y armamento.

Entre esos grupos, también está el que asesinó en Alepo a un niño palestino de 12 años en julio porque su padre formaba parte de una milicia aliada con el Gobierno sirio. No sólo lo decapitaron, sino que lo grabaron en vídeo.

En ambos casos, esos grupos son definidos como «moderados» sencillamente por no ser ISIS o el Frente Al Nusra, ahora con un nuevo nombre con el que poner fin supuestamente a su relación con Al Qaeda. Son bandas que han cometido crímenes de guerra, según una denuncia reciente de Amnistía Internacional. En el caso de Abu Jamal, el testimonio del periodista de The Times lo confirma sin ningún género de dudas. Y Loyd no es el único que conoce sus antecedentes:

«Algunos activistas sirios que conocen la historia de Hakim Anza (otro de los nombres que usa Abu Jamal) estaban furiosos al verle en Facebook y Twitter alardeando de sus triunfos. ‘Es inaudito’, me dijo uno con la condición de que no diera su nombre, alguien que conocía a Hakim y que confirmó su identidad al verlo en el vídeo. «Cómo puede ser que un hombre como Hakim con un conocido pasado criminal como el suyo sea presentado por EEUU como una especie de héroe, recibiendo dinero y apoyo aéreo, mientras la gente honrada de Tal Rafat vive refugiada en Turquía sin recibir ninguna ayuda exterior».

Norteamericanos y turcos tienen otras prioridades y en ellas un criminal como Abu Jamal cuenta con un papel protagonista.

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Pagafantas Rivera

pagafantas rivera

Hay días en que es duro ser Albert Rivera. No muchos, pero está claro que el viernes ha sido uno de ellos. Para ser más exactos, justo después de que se conociera la derrota de Rajoy en la segunda votación de su investidura y, pocos minutos después, cuando los medios de comunicación informaron de la decisión del Gobierno de proporcionar un retiro dorado a José Manuel Soria en el Banco Mundial.

Tan dorado como lo puedan ser 226.000 euros al año. Libres de impuestos. Esto último es un detalle importante para alguien como Soria si recordamos los negocios de sus empresas en paraísos fiscales.

Sólo hace unos días, Rivera creía estar en la cresta de la ola, surfeando este convulso momento político como si estuviera en las playas de California. Al anunciar el acuerdo con el PP, el líder de Ciudadanos no paraba de presumir: «El nuevo centro político arrastra a la vieja izquierda y a la vieja derecha a una etapa de regeneración y reformas». Y con durísimas medidas anticorrupción, según decía. ¿Para qué, si no, sirve ese concepto tan querido por su partido como es la regeneración?

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La momia de Pontevedra

Boris Karloff

La División Acorazada de la Prensa descubrió el martes que está disparando con pólvora mojada. El líder al que propulsan para que España pueda tener Gobierno se reveló como un tipo anodino, mediocre y sin pasión. Tanto tiempo diciendo que este país necesita un Gobierno para afrontar con energía los retos del presente y que deber ser encabezado por Mariano Rajoy, y resulta que su líder carismático demostró la misma energía que un dirigente de la RDA diez minutos antes de que se le cayera encima el Muro de Berlín.

En su escaño, Albert Rivera cerraba por un momento los ojos, adormilado por la insoportable lectura del expediente que estaba escuchando –y nunca antes Rivera ha simbolizado tanto al español que sufre la condena de escuchar a Rajoy– o perplejo por lo que estaba presenciando. El conejito de Duracell se había quedado sin pilas. El tipo nervioso e hiperactivo estaba clavado en el escaño.

La épica defensa que había hecho Rivera del pacto de Ciudadanos con el PP parecía en ese momento una broma de mal gusto. ¿Esa momia rescatada de las catacumbas de Pontevedra va a liderar el mayor esfuerzo regeneracionista que haya visto este país? ¿Va a promover seis, siete, qué digo siete, diez pactos de Estado para sacar a España de la parálisis?

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Cosas que hacer en sábado cuando no estás muerto

Cuando David Fincher pone la cámara a una cierta distancia.

Jack Nicholson se prepara para la escena del hacha en el rodaje de ‘El resplandor’.
–Cómo funcionan los diálogos en el cine.
Woody Allen gasta 100 dólares a la semana en lotería.
–John Lennon cuenta su primera experiencia con el LSD.
–Los presidentes de EEUU en el cine.
–El misterio del paso de Aníbal y sus elefantes por los Alpes.
Stephen Fry tiene que decirle un par de cosas a Dios.
El pan en la Edad Media.
–Einstein quiso comprar mil ejemplares del número de New Yorker donde aparecía el artículo de John Hersey sobre Hiroshima.

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El problema de Francia no es la ropa de baño de las mujeres

Las playas de Francia parecen haberse convertido en el lugar en el que afirmar lo que allí llaman los «valores republicanos», a veces llamados «valores franceses». El objetivo fue hace unos días una mujer de 34 años con sus hijos, tumbada sobre la arena de la playa de Niza y con la cabeza y las piernas cubiertas. Allá fueron cuatro policías armados para comprobar qué llevaba debajo e imponerle una multa.

Mucha gente sintió vergüenza y perplejidad, sobre todo fuera de Francia, al ver esas imágenes, producto de la decisión del Ayuntamiento de Niza de multar a aquellas mujeres musulmanas que no fueran con un traje de baño convencional. Desde el principio –por ejemplo cuando el alcalde de Cannes dijo que “el burkini es el uniforme del islamismo extremista, no de la religión musulmana”–, ya se vio que esta prohibición tenía mucho que ver con los prejuicios contra la principal minoría del país, además de por la tensión creada por los atentados ocurridos en Francia en el último año. ¿Pero en qué medida la vestimenta de las mujeres tiene que ver con la seguridad?

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Los civiles muertos en el otro lado de Alepo

Dos víctimas de la guerra en Alepo

A la izquierda, la imagen que todos hemos visto en los últimos días. A la derecha, otra bastante parecida, obtenida en la misma ciudad y diferente a la anterior. Una niña herida en un hospital de Alepo, pero en el otro lado de la ciudad. También sobrevivió a un ataque indiscriminado contra la población civil. En su caso, los que intentaron matarla fueron los que quieren derrocar al Gobierno de Asad.

Según los datos recopilados por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, 168 civiles han muerto en agosto en bombardeos de las zonas ocupadas por los insurgentes, donde viven en torno a 200.000 personas. 165 civiles han muerto en ataques con morteros y artillería realizados por los insurgentes contra la zona de Alepo controlada por el Gobierno, donde viven al menos un millón de personas. En el primer caso, hay 26 niños entre las víctimas. En el segundo, 49.

Las cifras son casi idénticas, pero hemos visto más imágenes de lo que ocurre en la zona de Alepo donde vive Omran, el niño de la izquierda, que en el otro lado. Los insurgentes están rodeados y no tienen ninguna posibilidad de ganar. La zona de Alepo controlada por el Gobierno no está tan destruida, pero sus habitantes viven también con la amenaza constante sobre sus cabezas.

Hay también un cálculo de la misma fuente sobre las víctimas ocurridas en los últimos cuatro meses. 819 civiles muertos en la zona este, la de los insurgentes (entre los que hay 167 menores). Al otro lado, los civiles muertos son 554 (incluidos 143 menores).

La superioridad aérea de las fuerzas del régimen les permite atacar sin posibilidad de que sus enemigos puedan impedirlo. La forma que tienen estos de responder, en otras palabras, de vengarse, es pagar con la misma moneda a los civiles del otro lado. Ha sido una constante en esta guerra. En las épocas en las que el frente ha estado paralizado en su mayor parte, los contendientes no han cesado de hostigarse, lo que en este caso significa atacar a las zonas civiles del contrario. Puede que al Gobierno le falten tropas para sostener ofensivas en varios puntos del país, pero siempre puede hacer despegar sus aviones y helicópteros. Es posible que los insurgentes no tengan armamento suficiente para responder a esa amenaza, pero tienen morteros de calibre suficiente para provocar una carnicería a unos pocos kilómetros.

La oposición a Asad entendió desde el primer momento que necesitaba el apoyo exterior para acabar con el régimen. De ahí que las imágenes e informaciones hayan sido más extensas desde su lado que desde Damasco. La guerra de la propaganda es un elemento fundamental de cualquier conflicto bélico, en especial como en el caso de Siria cuando muchos gobiernos no son simplemente testigos, sino participantes activos, lo que obviamente condiciona la información de sus medios. Al otro lado, el Gobierno de Damasco ha querido controlar el acceso a la información y sólo ha concedido visados a periodistas occidentales de forma restrictiva. Tienen más facilidades los medios de países aliados del régimen sirio, y su información nunca se aleja de los intereses de sus gobiernos. Eso hace que sea muy frecuente que se destaque más el sufrimiento de unos civiles sobre otros, cuando en ambos casos hablamos de crímenes de guerra.

El Gobierno de Asad no tiene casi ningún aliado entre los principales medios de comunicación occidentales, que, una vez que resultó prácticamente imposible la presencia de periodistas propios en el país, tuvieron que nutrirse de imágenes e informaciones que les llegaban de los grupos, políticos o armados, islamistas o yihadistas, que luchan contra Asad.

En las guerras civiles, no suele haber neutrales, no ya porque cualquiera tiene derecho a tomar partido al estar el destino del país en juego, sino porque no hacerlo termina poniendo en peligro tu vida. La información que puedan facilitar está condicionada por eso. Y es al final la única materia prima con la que cuentan los periodistas. Lógicamente, lo que hagan con ella después es su responsabilidad.

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Trump se estrena mintiendo en los anuncios de TV

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Una de las sorpresas ofrecidas por la campaña de Donald Trump es su ausencia de los bloques publicitarios de las cadenas de televisión. En los programas informativos y en Twitter, por el contrario, su presencia es constante. Como en otros aspectos, esa estrategia le fue muy bien las primarias republicanas, pero está siendo un error en la pelea contra Hillary Clinton, si nos guiamos por la mayoría de las encuestas.

Trump ha despreciado esta ahora una de las materias primas básicas de las campañas norteamericanas, los anuncios de en torno a 30 segundos que se repiten de forma constante en las televisiones, sobre todo en los estados cuyo veredicto decidirá la elección. Ahí las campañas se gastan millones de dólares, sin que muchas veces esté claro hasta qué punto son eficaces. Pero al menos son una herramienta básica de propaganda a la hora de castigar el bajo vientre del adversario.

Pues ahora ya tenemos un anuncio de Trump dirigido a las televisiones. El primero desde que consiguió la candidatura republicana.

Esos 30 segundos están a la altura –es un decir– de lo que se espera de él. La factura es profesional. El mensaje mezcla inmigración, delincuencia y terrorismo para dar una impresión terrorífica de lo que sería una presidencia de Clinton. Era también previsible que incluyera datos falsos en la línea de muchas de sus intervenciones públicas, como afirmar que los inmigrantes sin papeles reciben subsidios sociales e incluso que «se saltan la cola», como si fueran unos privilegiados.

En The Washington Post, ya le han «cuatro pinochos» por la falsedad. El sistema actual permite a un 6% de los inmigrantes sin papeles acceder a esas ayudas si llevan diez años viviendo en EEUU y llegan a la edad de jubilación. Esa situación no cambiará con Clinton.

Además, el anuncio cuenta con la imagen de un tren abarrotado de inmigrantes en lo que es una imagen de México, no de EEUU. Esto no es una novedad, porque en las primarias ya empleó imágenes de la frontera de España con Marruecos para alertar sobre lo que está ocurriendo supuestamente en EEUU.

Podría haber sido peor. Esta vez, no ha prometido que deportará a millones de extranjeros. Quizá se haya dado cuenta de que es imposible.

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