Las campañas electorales disfrutan de una gran capacidad para aislarse de la realidad. En teoría, debería ser al revés, pero hay que tener en cuenta que cada partido cuenta con sus propias prioridades, programa y estrategia. Luego, están los medios de comunicación, que son otro filtro en el que cada uno elige lo que cree más conveniente. En muchas campañas, partidos y medios se van centrando en distintos temas, y de repente el mundo real irrumpe con estrépito. Es lo que sucedió el martes con la noticia de que un instituto de Móstoles ha organizado una colecta entre profesores con la que sacar dinero para que algunos alumnos puedan pagar las tasas de la selectividad.
Son de media unos 170 euros, incluido el pago por el título de Bachillerato, para presentarse al examen y, si lo aprueban, continuar los estudios en la universidad. Una cantidad difícil de reunir para muchas familias, en especial en estos tiempos de pandemia económica. Los partidos hacen sus promesas sobre la educación pública y mientras tanto hay jóvenes en 2021 en España, decimocuarta potencia económica del mundo por su PIB, que no saben si podrán seguir estudiando. Los partidos llegan tarde, en especial aquellos que gobiernan, y esos alumnos saben que para ellos el tiempo sigue contando. El examen no esperará por ellos.
Todo el mundo insiste en lo importante que es invertir en formación para propulsar la economía del país. Dicho con otras palabras, para no acabar convirtiéndonos en un país de camareros para disfrute de los turistas. No es que no necesitemos camareros ni trabajadores del sector de hostelería, pero sí que los jóvenes sin estudios superiores dejan de tener opciones más allá de buscar empleos mal pagados en el sector de servicios. Deberíamos ser capaces de ofrecerles alternativas que no estén fuera de sus posibilidades por falta de recursos familiares. Ayudas sociales que vayan a los que lo necesitan, no descuentos generalizados para todos con independencia de su nivel de renta, que es la especialidad de algunos partidos. Sigue leyendo