No se puede decir que las comparecencias de los grandes dirigentes del Partido Popular en los tribunales hayan servido para arrojar mucha luz sobre los casos de la corrupción que ha protagonizado ese partido. Nadie vio nada. Nadie firmó nada. Nadie recibió nada. Por otro lado, tampoco se puede negar que son un buen espectáculo. Las declaraciones de José María Aznar y Mariano Rajoy fueron más atractivas que la programación vespertina de televisión del miércoles. Fue como una versión política extendida de ‘Cachitos’, un pequeño fragmento del pasado reciente de la política española –versión corrupción del PP– con detalles familiares como la arrogancia de Aznar y las frases involuntariamente divertidas de Rajoy. Incluso tuvimos algunos momentos en que Rajoy hablaba con vehemencia y hasta se diría que con algo de energía. No fue una de esas intervenciones en que uno se imagina al expresidente con un puro en una mano y el Marca en la otra.
El juicio de la caja B del PP está permitiendo al menos un examen minucioso de los papeles de Luis Bárcenas, cuya publicación provocó un terremoto en el Partido Popular. Otra cosa es que la posición de sus dirigentes que declaran en la vista como testigos sea inamovible. Esos papeles son falsos, dicen. O al menos el 95% de ellos, según Rajoy, porque no puede negar que algunos testigos, como Jaime Ignacio del Burgo y Eugenio Nasarre, han confirmado dos entregas en metálico diferentes que sí aparecen en esos documentos. Todo lo demás no es cierto, o sencillamente «un delirio», como dijo Rajoy. Salvo alguna cosa.
Sobre la destrucción por él de copias de los papeles en la trituradora de su despacho cuando se los enseñó Bárcenas, según declaró el entonces tesorero del PP, Rajoy fue aún más lejos: «Es metafísicamente imposible que haya podido destruir los papeles de Bárcenas». Se refería a que nunca los tuvo en sus manos. Es difícil relacionar a Rajoy con algo que tenga que ver con la metafísica y la parte de la filosofía que estudia la naturaleza de la realidad. Donde sí entramos en territorio conocido fue con su respuesta a otra pregunta de los abogados. «Yo no me puedo poner en la mente de las personas porque, entre otras cosas, las personas somos distintas». Ahí estaba el auténtico Rajoy, el que todos estábamos esperando. No es que eso sea de utilidad en el juicio, pero el espectáculo exigía que tuviéramos un ejemplo de ello. Sigue leyendo