Donald Trump ha podido perder algo más que la presidencia desde la celebración de las elecciones. Ya antes de noviembre se daba por hecho que, incluso en caso de derrota, continuaría siendo la figura política más poderosa del Partido Republicano. Por tanto, debía ser considerado como el primer favorito entre los candidatos de ese partido para las elecciones de 2024 en el caso de que su salud se lo permitiera.
Eso ha cambiado desde el asalto al Capitolio. Algunos de los políticos republicanos que antes apoyaban su rechazo a aceptar la victoria de Biden o que callaban ante sus amenazas ahora se alejan de él. Cuanto más alta es su posición en la jerarquía del Senado, más énfasis ponen en que la conducta de Trump ha tenido graves consecuencias para el funcionamiento de las instituciones. El barco se hunde y hay muchos que no quieren que les arrastre hasta el fondo.
El asalto puede convertirse en la parte más recordada, por dramática, del legado de Trump. Eso es aún más probable desde el viernes al conocerse la muerte de un policía que resultó herido el miércoles. Uno de los asaltantes le golpeó en la cabeza con un extintor. Para los republicanos, el fallecimiento de un agente tiene un valor simbólico muy real del nivel de violencia de los partidarios de Trump. Para los políticos, no tendrá mucho sentido centrarse en los ropajes esperpénticos de muchos de ellos, y sí en la gravedad de sus actos.
Aquellos que no estaban dispuestos a ejecutar el boicot de la ratificación de los resultados electorales, como exigía Trump, son ahora los más locuaces. «Creo que nuestra identidad (como partido) en los últimos años se construyó en torno a un individuo. Debemos volver al punto en que se construyó en torno a principios e ideas», dijo el senador John Thune, el número dos del escalafón republicano en el Senado.
Los republicanos están aún divididos. No hay que olvidar que ocho senadores y 139 miembros de la Cámara de Representantes votaron en contra de reconocer los resultados después de que se produjera el asalto. Ni siquiera la imagen de su bochornosa huida para no ser atrapados por los agresores les hizo cambiar de opinión.
Trump hizo dos cosas este viernes que dicen mucho sobre sus prioridades. Ante la posibilidad remota de que fuera destituido por los integrantes de su Gabinete en aplicación de la Enmienda 25º de la Constitución y el anuncio de que los demócratas pretenden iniciar un proceso exprés de ‘impeachment’ (destitución), el presidente grabó un nuevo vídeo en el que esta vez condenó el asalto al Congreso y prometió que la transición presidencial se hará de forma ordenada. En otras palabras, reconoció su derrota y tiró la toalla.
En otro tuit, dejó claro para el futuro cuál es su arsenal con el que continuar controlando desde fuera el Partido Republicano. Prometió ser el altavoz de «los 75 millones de grandes patriotas americanos que me votaron». Para su futuro político, le conviene sostener que controla ese inmenso poder popular, algo discutible porque muchos de ellos le votaron simplemente por ser el candidato republicano. Pero los congresistas del partido se lo pensarán dos veces antes de contradecirle en público.
El último servicio que harán en su favor será oponerse a la votación de su destitución que los demócratas han anunciado que presentarán en la Cámara de Representantes a mediados de la próxima semana. El senador Lindsey Graham, uno de los grandes aliados de Trump que ya había comenzado a despegarse lentamente de él, ha dicho que es hora de mirar adelante y curar las heridas, y que el ‘impeachment’ no prosperará en el Senado.
En la Cámara Alta, los demócratas necesitan que 16 senadores republicanos voten a favor para que prospere la destitución, una cifra que parece lejos de sus posibilidades. Los congresistas del partido de Trump confían que los doce días que faltan para el 20 de enero pasen de forma discreta y sin más catástrofes como las provocadas por el presidente.
Un ejemplo de lo que puede ocurrir a los congresistas que sean señalados como traidores por los seguidores más radicales de Trump es un incidente ocurrido en el aeropuerto de Washington. Varias personas acosaron e insultaron a Graham.
El argumento de los republicanos es que el ‘impeachment’ contribuiría a dividir aun más al país. No estaban tan preocupados por la polarización cuando Trump imponía sus candidatos a los tribunales o los recortes fiscales aprobados sin negociación con los demócratas.
—
The Washington Post ha publicado el vídeo del momento en que una mujer que formaba parte del Congreso recibió un tiro de un policía y murió. Ashli Babbitt, de 35 años, era una ferviente partidaria de Trump y adicta a la teoría de la conspiración de Qanon. El agente ha sido suspendido de sus funciones hasta que finalice la investigación.