Todos somos soldados, pero los generales van los primeros en la lista de vacunación

El Ministerio de Sanidad ha decidido aplazar la vacunación del personal sanitario que no esté en primera línea en la lucha contra la Covid para adelantar el inicio de la inmunización de las personas mayores. Otros se han dado más prisa. Un grupo numeroso de políticos, sobre todo en pequeños ayuntamientos, ya se ha saltado el protocolo aprobado para colarse en la lista de vacunaciones con todo tipo de excusas. Es una de esas cosas que no resulta sorprendente en este país. Habrá quien piense que esto es inaudito en mitad de una pandemia. En realidad, es al revés. Estaba cantado que algunos iban a ocuparse de hacer valer su posición en un momento de tantas urgencias como este.

Lo peor de todo es que se han vacunado en secreto y sólo se ha sabido gracias a los medios de comunicación. En la parte positiva, hay que apuntar que estos chanchullos se han conocido muy pronto, cuando aún no se ha consumido el primer mes de un proceso que será muy largo, y se supone que se tomarán las medidas necesarias para que algo así no se repita.

Entre las revelaciones inesperadas está la de que las Fuerzas Armadas ya han recibido su cupo personal e intransferible de vacunas. Antes de que los médicos de urgencias en los hospitales reciban su dosis, nos hemos enterado de que los generales ya han enseñado el brazo para que les pinchen. Y evidentemente nadie se había molestado en comunicarlo. De hecho, ni siquiera lo sabía la ministra de Defensa. La sanidad militar tiene su propia estructura, pero eso no justifica que tenga su propio protocolo por el que los que tienen más estrellas no deben esperar mucho tiempo. Sigue leyendo

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El PP se clava una jeringuilla en el pie en Murcia del tamaño de su lista VIP de vacunados

Varios políticos y altos cargos han tenido que dimitir por distintos errores a lo largo de la pandemia. Pocos habrán demostrado el nivel de descaro del consejero de Salud de Murcia, que ofreció el miércoles la frase que debería colocarle en todos los manuales sobre cómo no afrontar una crisis de estas características. «Mis documentos ponen que soy médico. No político, ¿entiende?», dijo Manuel Villegas en una rueda de prensa catastrófica. Gracias a una información del diario La Verdad, se había sabido que se vacunó en secreto, junto a decenas de altos cargos y funcionarios de su departamento. Hubo barra libre en la Consejería para apuntarse. Al saberse, pidió disculpas de aquella manera y se negó a dimitir. El número dos del PP, que es también de Murcia, lo respaldó. El presidente de la Comunidad enmudeció durante más de ocho horas.

En el día en que se celebró otra reunión del Consejo Interterritorial de Salud, cuando los gobiernos autonómicos iban a presionar al Gobierno con el fin de tener más capacidad para adoptar medidas drásticas, el Partido Popular ofreció un auténtico regalo a Moncloa y Sanidad. El principal partido de la oposición mostró una evidente ceguera en un caso de privilegios evidentes.

Villegas es médico, con amplia experiencia en cardiología, pero tuvo acceso a la vacuna por ser el mayor responsable político de la sanidad murciana. Podría argumentarse que ministros y consejeros realizan una labor esencial, siempre que se explique bien y se restrinja esa condición a un número concreto y conocido de personas. Poco que ver con el festival de la jeringuilla que se celebró en Murcia. Sigue leyendo

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La extrema derecha descubre horrorizada que existen los monopolios y las oligarquías

Si nos lo cuentan hace unos años, no lo creemos. El final tumultuoso de la presidencia de Donald Trump y su veto en Twitter han dejado patente el poder de las grandes corporaciones que controlan las redes sociales, lo que ha provocado que la extrema derecha crea haber descubierto que una oligarquía empresarial dirigida desde Estados Unidos amenaza las libertades en todo el mundo. No se refieren a lo que hicieron United Fruit Company, Exxon o General Electric. Están pensando en Twitter y Facebook, instrumentos que les han servido muy bien en su expansión política, como a otros, y que ahora amagan con ponerse duros contra la incitación a la violencia y la difusión de teorías de la conspiración. Ultras de todo el mundo, uníos.

La relación entre libertad de expresión y redes sociales fue el objeto de un debate online organizado el martes por la Fundación Disenso, de Vox. Fue una iniciativa más de la campaña emprendida por el partido para responder a la cancelación de la cuenta de Trump en Twitter y otras plataformas (en el caso de Facebook sólo hasta que deje este miércoles la Casa Blanca). Santiago Abascal dijo que se iba a poner en contacto con «líderes internacionales» para tratar el asunto (aún no sabemos cuáles).

De repente, el veto a Trump les ha llenado de preocupación. ¿Serán ellos los siguientes? ¿Se quedarán sin acceso a las herramientas que les permiten desdeñar a los medios de comunicación porque ya creen poder comunicarse de forma directa con sus partidarios? Sigue leyendo

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La falta de suministro de oxígeno mata a cuatro pacientes de coronavirus en Egipto

Un vídeo grabado por el familiar de un paciente en un hospital egipcio muestra los esfuerzos del equipo médico de urgencias por salvar a sus pacientes enfermos de Covid después de que fallara el suministro de oxígeno. «Varios testigos, incluidos el personal médico y familiares de pacientes, dijeron que la presión del oxígeno había caído a niveles progresivamente bajos», cuenta el NYT. «Al menos, tres pacientes, dijeron, y posiblemente un cuarto, habían muerto por falta de oxígeno».

El vídeo fue subido a Facebook por el sobrino de una de las personas fallecidas. En él aparece el personal de la UCI intentando salvar a un paciente aplicándole oxígeno de forma manual. Junto a esa cama, se ve a una mujer, médica o enfermera, sentada en el suelo agarrándose las rodillas, probablemente superada por la situación.

El suministro de oxígeno que necesitaban ese día llevaba varias horas de retraso. El sistema de reserva no funcionó. El Gobierno egipcio ha negado que esa fuera la causa de las muertes, ocurridas el 2 de enero, y las ha achacado a complicaciones por la enfermedad.

«Todos en la UCI están muertos. No hay oxígeno», se oye decir al autor de la grabación. Fue detenido por la policía durante 24 horas e interrogado antes de ser puesto en libertad.

Las imágenes se han extendido por todo Egipto al ser una de las escasas pruebas conocidas de los problemas del sistema sanitario del país en la gestión de la pandemia. La información en los medios de comunicación, controlados por el Gobierno sean públicos o privados, es casi nula sobre la dificultad de los hospitales para atender a los enfermos. Las cifras oficiales de casos y fallecidos –8.000 desde el inicio de la crisis– son recibidas por la población con mucho escepticismo. El Gobierno suele ocultar la verdad sobre aquellos hechos que dan una mala imagen del funcionamiento de la Administración.

Un reportaje en el medio independiente Mada Masr revela un incidente del 1 de enero que ayuda a entender lo que pasó un día después:

Nour Eddin dice que él y otros familiares escucharon un altercado a primera hora de la mañana del 1 de enero entre un médico de la zona de aislamiento y un trabajador del hospital que se ocupaba de vigilar el regulador del tanque de oxígeno, que está situado cerca de la entrada del hospital. El trabajador había reducido a la mitad la presión del oxígeno destinado a las habitaciones de los enfermos, lo que causó la muerte de un paciente, según Nour Eddin. «El médico estaba gritando al trabajador. Terminó en un enfrentamiento físico y el médico casi le pegó», dijo Eddin. «Por los gritos, dedujimos que había reducido el suministro de oxígeno porque el nivel del tanque estaba bajando y estaba preocupado de que que quedara vacío antes de la llegada del camión con más suministro, que no iba a llegar hasta dentro de unas horas».

El Ministerio de Sanidad ha puesto en marcha un nuevo sistema para que los hospitales envíen varias veces al día información sobre el nivel de su stock de oxígeno. Al mismo tiempo, ha prohibido que se tomen imágenes del interior de los hospitales. Los familiares deberán entregar sus teléfonos móviles en la entrada y los pacientes no podrán tener uno en sus habitaciones.

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El manual del vicepresidente desconfiado, según Pablo Iglesias

Pablo Iglesias no se fía de nadie. Bueno, de su familia, sí, de sus amigos, de algunos compañeros de partido y también quizá de la sonrisa de un niño. ¿Pero en la política? ¿Dentro del Gobierno? Ni de lejos. No se fía ni del PSOE, porque hay que apretar incluso para poner en práctica el acuerdo que hizo posible el Gobierno de coalición. De los poderes económicos y los medios de comunicación que los apoyan, ya ni hablamos. Esa gente sabe cómo presionar. Cada día. El vicepresidente debe de acumular antiácidos por cajas en casa, porque de otra manera es difícil digerir tanta desconfianza. Si te descuidas, te roban hasta el alma. De hecho, parece que es más fácil que te roben si formas parte del Consejo de Ministros que cuando te encuentras en la oposición con una mano delante y otra detrás.

En una entrevista en el programa ‘Salvados’, el líder de Podemos dio el domingo una teórica a sus votantes sobre las ventajas del Gobierno de coalición (imagina lo que pasaría si no estuviéramos dentro), combinado con los lamentos sobre lo duro que es un Gobierno de coalición (nos presionan desde dentro y desde fuera). El vicepresidente como víctima es una figura novedosa en la política, que hace tiempo que adoptó como máxima la frase de Andreotti que dice que lo que más desgasta es estar en la oposición. Allí seguro que no te hace caso nadie y sólo te presiona la familia.

«Lo fundamental es que estar en el Gobierno no es estar en el poder», dijo en la entrevista. «Ahora, siendo vicepresidente, lo vuelvo a decir. Hay señores, dueños de bancos y grandes empresas que tienen más poder que yo, y no les ha votado nadie». No es la primera vez que lo dice, así que no se ha caído del guindo. Es un discurso tradicional de la izquierda que cuenta con algunas fisuras en la situación actual. Unidas Podemos no hubiera conseguido que se aprobara el Ingreso Mínimo Vital desde la oposición ni mantener vivo el debate sobre la acción pública para evitar los desahucios durante una pandemia. Quizá haya que convenir que todo poder tiene capacidad de presionar. Si no, no lo llamarían poder. Sigue leyendo

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Vox se levanta en armas contra Twitter, pero no esperen que prescinda de ella

El equipo de redes sociales de la empresa Trump Organization tuvo en 2013 una sorpresa inquietante. La cuenta personal de Donald Trump en Twitter había publicado un tuit con el que agradecía a una actriz un comentario elogioso en televisión. El contenido no era el problema. Lo verdaderamente llamativo era que la persona que llevaba la cuenta no lo había escrito. Lo consultó con su jefe directo y otros compañeros que también tenían acceso a ella. Nadie lo había hecho. Ese fue el día –6 de febrero de 2013– en que Trump tuiteó personalmente por primera vez.

«El momento en que me enteré de que Trump podía tuitear por su cuenta fue comparable a la escena en ‘Parque Jurásico’ cuando el doctor Grant descubre que los velociraptores pueden abrir puertas. Pensé: oh, no», comentó tiempo después Justin McConney, que fue director de redes sociales de Trump en su empresa entre 2011 y 2017.

Su cuenta en Twitter existía desde 2009, sólo para promocionar sus libros y la empresa de forma no muy original. Pronto, se aficionó a emplearla para opinar sobre lo que se le ocurriera en ese momento. Un tuit representativo de esa época y de su carácter es este de octubre de 2012: «La empresa Coca-Cola no está muy contenta conmigo. No importa, seguiré bebiendo esa basura». En las elecciones de 2012, se aficionó a tuitear sobre contenidos políticos.

Todo cambió cuando se lanzó a la campaña presidencial y la red social se convirtió en su arma definitiva. Su ego se sintió saciado. «Alguien dijo que yo era el Ernst Hemingway de los 144 caracteres», presumió en un mitin en 2015 sin que estuviera claro si alguien lo había dicho o se lo había inventado. Por entonces tenía cinco millones de seguidores. Cuando Twitter canceló su cuenta personal hace unos días, ya eran cerca de 89 millones. Sigue leyendo

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El asalto al Capitolio desde dentro

Uno de los asaltantes del Capitolio, eufórico y convencido de que estaba viviendo un momento histórico, estuvo grabando todo el tiempo que pasó en la sede del Congreso de EEUU. El montaje de todo ese material, de 52 minutos, ofrece una visión interesante de casi todo lo que ocurrió dentro. El documento acaba con el momento más dramático, cuando los ultras se agolpan ante unas puertas acristaladas para intentar acceder a una zona donde aún se encuentran los congresistas. Una mujer, Ashli Babbitt, de 35 años, muere tras recibir un disparo de un policía situado al otro lado de las puertas.

El grupo del que forma parte el autor de la grabación entró al recinto con gran facilidad. Son demasiados para los pocos policías que tienen enfrente. Aquí no se ven las escenas más violentas que sí se pudieron observar en otros lugares y momentos.

A partir del minuto 9, ya están subiendo las escalinatas de acceso al Capitolio. Poco después, entran con toda facilidad en el edificio. Otros antes ya han roto ventanas y forzado las puertas. El cámara entra por una ventana (minuto 15). En el interior, reina el caos y la satisfacción de los que han logrado entrar. Algunos no se lo creen. Antes, el cámara estaba maravillado: «No me puedo creer que esto sea la realidad. ¡Lo conseguimos!».

Se escuchan constantes comentarios eufóricos. «Es como una película», dice. Otro responde: «Esto es la revolución». Han tomado de forma inesperadamente fácil la sede de la soberanía del país.

Los pocos policías que hay en esa zona les dejan el paso franco e incluso les orientan a hacia dónde pueden ir. Quizá la idea es tenerlos reunidos en grandes espacios, como la galería de las estatuas, y que no se acerquen a las zonas de despachos o el hemiciclo, lo que pronto que se verá que es imposible.

Más adelante, minuto 19, los policías sí que intentan impedir que sigan adelante. Pasan varios minutos bloqueados allí, pero no los pueden parar mucho tiempo. Superan a los agentes y siguen adelante. Encuentran otra zona bloqueada por la policía del Capitolio, por un grupo de unos diez agentes (minuto 29). Un hombre con un megáfono intenta pedir calma, pero la mayoría tiene otras ideas al respecto. Unos minutos después, arrollan a los policías.

Son tantos que luego se quedan atrapados en un pasillo más estrecho. No pueden pasar por esa puerta y varios gritan: «Echadla abajo». Siguen por otro pasillo que les da acceso a una zona distinta. Hay varias puertas cerradas, quizá despachos o salas, a las que golpean. Los congresistas habían sido evacuados a una zona segura, pero algunos se quedaron atrás y se refugiaron bajo llave en despachos. Una congresista demócrata pasó cinco horas escondida mientras escuchaba los gritos de los asaltantes sin saber si en algún momento podían decidir forzar la puerta.

En el minuto 42, llegan a la puerta acristalada donde se producirá la muerte de Babbitt por el disparo de un agente. Se produce una situación extraña, porque de repente los dos únicos policías que tienen delante se retiran. El grupo empieza a golpear la puerta y los cristales. «¡Que se joda la policía!» (Fuck the Blue), dicen algunos.

De repente, el joven que lleva la cámara grita varias veces: «¡Hay un arma!». Ha visto que en el lado izquierdo asoma una pistola de un policía al que no se le ve. Cuando Babbitt intenta saltar al otro lado desde la parte derecha, recibe el tiro.

Como decía antes, hay otras imágenes que dejan patente la violencia con la que se produjo el asalto en otros accesos del Capitolio. El policía al que se ve en el suelo mientras le golpean no es el agente que falleció.

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Filomena no esperaba que Casado cogiera una pala, pero los demás sí

Ante situaciones de máxima emergencia, no hay que reparar en gastos ni en gestos. Los políticos saben que las dos cosas son imprescindibles, pero es la segunda la que hay que cuidar con esmero. Se levantó Pablo Casado el domingo y, en vez de quedarse en casa como recomienda el Ayuntamiento de Madrid, tuvo que ponerse ropa de abrigo y salir a la calle. El partido le tenía preparada una misión esencial, lo que se llama una ‘photo-opportunity’. Grabar un vídeo con la pala en la mano para quitar la nieve de los accesos a «tres o cuatro centros de salud», según fuentes del partido (el número exacto parecía difícil de determinar). La cámara de vídeo y la pala, en ese orden. Las imágenes fueron enviadas a los medios de comunicación. Ese era el objetivo de la desequilibrada pelea entre el líder del PP y la nieve.

«Y mientras Sánchez se arropa con la mantita… Pablo Casado como un madrileño más», dijo la diputada Almudena Negro en un tuit. Cuca Gamarra elevó la apuesta: «Pala en mano al servicio de los españoles», incluidos aquellos en cuyas ciudades no había nevado. Lo raro es que la borrasca Filomena no saliera huyendo de España ante tal demostración de valentía con desprecio de la propia vida.

Había que crear la imagen para aguantar el titular que ya se estaba trabajando. «Cuando Almeida ha despejado las principales calles para que Madrid pueda empezar a funcionar, llega Sánchez, el ausente, a hacerse la foto de rigor», dijo otro diputado. Por lo visto, la foto de Casado no era «de rigor». Sigue leyendo

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Los republicanos comienzan a alejarse de Trump… muy lentamente

Donald Trump ha podido perder algo más que la presidencia desde la celebración de las elecciones. Ya antes de noviembre se daba por hecho que, incluso en caso de derrota, continuaría siendo la figura política más poderosa del Partido Republicano. Por tanto, debía ser considerado como el primer favorito entre los candidatos de ese partido para las elecciones de 2024 en el caso de que su salud se lo permitiera.

Eso ha cambiado desde el asalto al Capitolio. Algunos de los políticos republicanos que antes apoyaban su rechazo a aceptar la victoria de Biden o que callaban ante sus amenazas ahora se alejan de él. Cuanto más alta es su posición en la jerarquía del Senado, más énfasis ponen en que la conducta de Trump ha tenido graves consecuencias para el funcionamiento de las instituciones. El barco se hunde y hay muchos que no quieren que les arrastre hasta el fondo.

El asalto puede convertirse en la parte más recordada, por dramática, del legado de Trump. Eso es aún más probable desde el viernes al conocerse la muerte de un policía que resultó herido el miércoles. Uno de los asaltantes le golpeó en la cabeza con un extintor. Para los republicanos, el fallecimiento de un agente tiene un valor simbólico muy real del nivel de violencia de los partidarios de Trump. Para los políticos, no tendrá mucho sentido centrarse en los ropajes esperpénticos de muchos de ellos, y sí en la gravedad de sus actos.

Aquellos que no estaban dispuestos a ejecutar el boicot de la ratificación de los resultados electorales, como exigía Trump, son ahora los más locuaces. «Creo que nuestra identidad (como partido) en los últimos años se construyó en torno a un individuo. Debemos volver al punto en que se construyó en torno a principios e ideas», dijo el senador John Thune, el número dos del escalafón republicano en el Senado.

Los republicanos están aún divididos. No hay que olvidar que ocho senadores y 139 miembros de la Cámara de Representantes votaron en contra de reconocer los resultados después de que se produjera el asalto. Ni siquiera la imagen de su bochornosa huida para no ser atrapados por los agresores les hizo cambiar de opinión.

Trump hizo dos cosas este viernes que dicen mucho sobre sus prioridades. Ante la posibilidad remota de que fuera destituido por los integrantes de su Gabinete en aplicación de la Enmienda 25º de la Constitución y el anuncio de que los demócratas pretenden iniciar un proceso exprés de ‘impeachment’ (destitución), el presidente grabó un nuevo vídeo en el que esta vez condenó el asalto al Congreso y prometió que la transición presidencial se hará de forma ordenada. En otras palabras, reconoció su derrota y tiró la toalla.

En otro tuit, dejó claro para el futuro cuál es su arsenal con el que continuar controlando desde fuera el Partido Republicano. Prometió ser el altavoz de «los 75 millones de grandes patriotas americanos que me votaron». Para su futuro político, le conviene sostener que controla ese inmenso poder popular, algo discutible porque muchos de ellos le votaron simplemente por ser el candidato republicano. Pero los congresistas del partido se lo pensarán dos veces antes de contradecirle en público.

El último servicio que harán en su favor será oponerse a la votación de su destitución que los demócratas han anunciado que presentarán en la Cámara de Representantes a mediados de la próxima semana. El senador Lindsey Graham, uno de los grandes aliados de Trump que ya había comenzado a despegarse lentamente de él, ha dicho que es hora de mirar adelante y curar las heridas, y que el ‘impeachment’ no prosperará en el Senado.

En la Cámara Alta, los demócratas necesitan que 16 senadores republicanos voten a favor para que prospere la destitución, una cifra que parece lejos de sus posibilidades. Los congresistas del partido de Trump confían que los doce días que faltan para el 20 de enero pasen de forma discreta y sin más catástrofes como las provocadas por el presidente.

Un ejemplo de lo que puede ocurrir a los congresistas que sean señalados como traidores por los seguidores más radicales de Trump es un incidente ocurrido en el aeropuerto de Washington. Varias personas acosaron e insultaron a Graham.

El argumento de los republicanos es que el ‘impeachment’ contribuiría a dividir aun más al país. No estaban tan preocupados por la polarización cuando Trump imponía sus candidatos a los tribunales o los recortes fiscales aprobados sin negociación con los demócratas.

The Washington Post ha publicado el vídeo del momento en que una mujer que formaba parte del Congreso recibió un tiro de un policía y murió. Ashli Babbitt, de 35 años, era una ferviente partidaria de Trump y adicta a la teoría de la conspiración de Qanon. El agente ha sido suspendido de sus funciones hasta que finalice la investigación.

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‘Whataboutism’ o cómo la derecha española usa el asalto al Capitolio para ajustar cuentas con la izquierda

En Estados Unidos, lo llaman ‘whataboutism’ y se ha convertido en una herramienta recurrente en la pelea propagandística. Viene de ‘what about’ y se podría traducir como ‘y qué pasa con…’. Es la pregunta con la que se responde a la denuncia de determinadas conductas para lo que hay que devolver la bola rápidamente al otro lado y plantear qué pasa con lo que hacen los otros, sean quienes sean estos últimos. Es un arma que ha sido utilizada con frecuencia por Donald Trump y sus seguidores y para la que ha sido fundamental no las redes sociales, sino ese poderoso altavoz mediático que es la cadena Fox News para los republicanos.

Si alguien se pregunta si podría llegar a nuestro país, conviene despertarle o reprocharle su ingenuidad. Está alojada en el debate político español desde hace muchos años, como se pudo comprobar este jueves en las reacciones al asalto al Capitolio de Washington producidas en España.

Con ocasión de las agresiones racistas de Charlottesville, Trump se apresuró a decir que había habido violencia por ambos lados. Durante las movilizaciones de Black Lives Matter, las denuncias de la violencia policial contra la comunidad negra y de la represión de las protestas, los republicanos achacaron los peores incidentes al movimiento Antifa. Trump les llamó «organización terrorista» cuando ni siquiera son una organización.

En el plano más delirante, pero para nada inefectivo, los trumpistas suscriben la conspiración que sostiene que todos esos agresivos ultraderechistas que invadieron el Congreso por la fuerza eran en realidad militantes de Antifa disfrazados. Dos congresistas republicanos han defendido esa idea con pruebas que son más ridículas que circunstanciales. Sigue leyendo

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