Cuando muchos congresistas republicanos han olvidado en EEUU los más elementales principios democráticos al amenazar con intentar impedir el reconocimiento oficial de la victoria de Joe Biden en las elecciones, a veces sólo queda recurrir al interés propio más egoísta. Es lo que ha hecho Chip Roy, congresista republicano de Texas, en un comunicado firmado junto a otros seis compañeros de escaño de su partido. Les viene a decir que no son muy inteligentes, porque pueden estar poniendo en peligro el sistema electoral que les ha sido tan rentable en las últimas décadas.
«Dicho desde una perspectiva puramente partidista, los candidatos presidenciales republicanos han ganado el voto popular sólo una vez en los últimos 32 años. Por tanto, han dependido del colegio electoral en casi todas las victorias presidenciales de la última generación. Si perpetuamos la idea de que el Congreso puede rechazar los votos electorales certificados (por los estados) –basándose sólo en su propio criterio según el cual uno o más estados han gestionado mal las elecciones presidenciales– estaremos deslegitimando el propio sistema que dio la victoria a Donald Trump en 2016 y el único camino a la victoria en 2024».
Un centenar de miembros de la Cámara de Representantes se negará a reconocer la victoria de Biden, apoyándose en las denuncias de fraude que han sido rechazadas por los tribunales y ridiculizadas por los medios de comunicación, en la sesión del Congreso que se celebra este miércoles. Habría sido una protesta irrelevante si no hubiera recibido el apoyo de ningún senador. Hace unos días, se supo que un grupo de senadores pretende hacer la misma denuncia, lo que obligará a realizar una votación. Esos senadores republicanos son ya trece.
La sesión parlamentaria es un acto protocolario que suele durar en torno a media hora. A causa de esta rebelión republicana, se convertirá en un espectáculo deplorable en un país en el que sus políticos alardean de ser la democracia más antigua del mundo, además del mejor país del planeta. Cumplirá el guión de tantos sucesos similares ocurridos en dictaduras del Tercer Mundo cuando el presidente saliente se niega a reconocer la derrota en las urnas y dar paso al vencedor. Sería un intento de golpe de Estado –o quizá de autogolpe– con el que negar el resultado electoral recurriendo a teorías de la conspiración que han sido desdeñadas por altos cargos republicanos de los estados con resultados más ajustados.
La situación es paradójica hasta el extremo, ya que los republicanos son grandes defensores de las competencias de los estados frente al Estado federal. Las elecciones en EEUU son organizadas por los estados, cada uno con sus propias normas que no siempre coinciden, excepto en lo básico. El Gobierno de Washington no interviene en ellas. El Departamento de Justicia sí puede iniciar una investigación en algunos casos de fraude y bajo ciertas condiciones, pero no tiene ninguna prueba ahora para ir a los tribunales.
Que un organismo del Estado federal, como el Congreso, se niegue a aceptar por su cuenta y riesgo los resultados electorales que certifican los estados es algo inaudito en una mentalidad republicana, además de un acto ilegal.
Esta insurgencia reaccionaria ha sido alentada por Donald Trump en las últimas semanas. Este mismo martes, aseguró en Twitter que «el vicepresidente tiene el poder para rechazar a los electores elegidos de forma fraudulenta», es decir, rechazar los votos electorales de los estados que provocaron su derrota. Es falso, ya que el papel de Mike Pence, como presidente del Senado, es tan protocolario como la propia sesión. Le corresponde abrir el acto y cerrarlo con la proclamación de la victoria del candidato ganador.
Esta presión por encima de ley no es ninguna sorpresa, aún más desde que se conoció el domingo la grabación de la conversación telefónica de Trump con el secretario de Estado de Georgia y su consejero legal en la que le presionó para que le consiguieran como fuera 11.780 votos más con los que ganar las elecciones en ese Estado. Un caso evidente de incitación al delito.
Varios analistas legales han coincidido en que si estas palabras hubieran procedido de un cargo público de menor nivel, estaría siendo investigado por el FBI o quizá ya habría sido detenido. Como se trata del presidente, creen que ahora mismo las posibilidades de actuar contra él son muy reducidas.
Trump también se ocupa de incitar en la calle a que se produzcan movilizaciones en su favor con el objetivo de presionar a los congresistas. El miércoles, el presidente intervendrá en un mitin a las 17.00 hora española en la capital con ese mensaje. «Washington está inundada de personas que no quieren permitir que una victoria electoral sea robada por los demócratas de la izquierda radical. Nuestro país ya ha tenido suficiente. No lo van a permitir más», dijo en otro tuit.
El Ayuntamiento de Washington ha pedido la presencia de tropas de la Guardia Nacional por temor a no poder asegurar el orden en las calles.
Los principales congresistas republicanos han dado desde noviembre numerosas muestras de su escasa valentía a la hora de reconocer los resultados electorales. Al final, la mayoría admitió a Biden, con bastante retraso, como presidente electo. Se cuidaron mucho de denunciar en público la actitud del presidente confiando en que sus asesores le terminaran convenciendo de que se rindiera a la evidencia, certificada por setenta autos judiciales.
Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado, intentó que ningún senador del partido apoyara la rebelión de sus compañeros de partido en la Cámara Baja y que así la sesión del miércoles transcurriera sin incidentes dignos de mención. Fracasó cuando más de una decena de ellos, algunos de ellos con aspiraciones a presentarse a las elecciones presidenciales de 2024, optaron por hacer de altavoces de Trump hasta el último momento.
Los acontecimientos de los últimos días confirman que Trump ha secuestrado al Partido Republicano al hacerse con el apoyo de la mayoría de sus votantes, incluso ahora que intenta subvertir el sistema electoral. Una encuesta de Fox News del 11 de diciembre reveló que más de una tercera parte de los votantes cree que a Trump le han robado las elecciones. Ese porcentaje es del 77% entre los que votaron al presidente en noviembre.
El huevo de la serpiente ya ha eclosionado.
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13.40
La sesión del Congreso comenzará a las 18.00, hora española. Si al menos un congresista de cada Cámara se opone a ratificar los resultados electorales, como así va a ocurrir, se reunirán por separado la Cámara de Representantes y el Senado para celebrar un debate que tendrá una duración máxima de dos horas. A su término, tendrá lugar la votación.