1.692 civiles muertos en seis meses en Afganistán, un «país seguro» para los gobiernos europeos

Tres empleados extranjeros de una empresa francesa que opera en Afganistán fueron secuestrados este jueves cerca de Kabul. Sus cadáveres aparecieron después en un coche. Eran un malasio de 64 años, un indio de 39 y un macedonio de 37. La empresa, Sodexo, se ocupa de repartir comidas en centros oficiales.

Los secuestros de extranjeros, en especial si son occidentales, ocupan los titulares de los medios, pero no son habituales. Son mucho más frecuentes los que sufre la población afgana, así como otros ejemplos de extorsión. En Kabul en los últimos años son una rentable industria criminal que afecta sobre todo a empresarios y gente con dinero, pero también a personas de escasos medios.

Según datos de la misión de la ONU en Afganistán, en los primeros seis meses de este año 1.692 civiles afganos murieron en actos violentos relacionados con la guerra. Es la mayor cifra en ese periodo desde que la ONU empezó a contabilizar las bajas civiles en 2009.

Varios países europeos continúan deportando a afganos de vuelta a su país, aunque hayan pedido asilo político o teman por su vida en Afganistán. Alemania y Suecia están entre los gobiernos que han aumentado las expulsiones por considerar que ese país ya es seguro. El ministro alemán de Interior lo celebró con una broma a principios de julio: «En mi 69º cumpleaños, 69 personas, no fui yo quien lo decidí (el número), fueron enviados de vuelta a Afganistán».

Esta es la respuesta de Amnistía Internacional al plan del Gobierno noruego de deportar a Afganistán a Taibeh Abbasi, estudiante de 19 años, y a su familia.

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La última teoría de la conspiración de los seguidores de Trump es aún mejor que las anteriores

Una de las razones por las que se propagan con tanta facilidad las teorías de conspiración es porque a mucha gente no le gusta la realidad. No le gusta que determinado partido o líder gobierne el país después de ganar las elecciones. Tiene que haber algo que haya engañado a tanta gente para que hayan elegido a esa persona. Un engaño colectivo, propiciado a buen seguro por los medios de comunicación o por todos aquellos que controlan en secreto la política, en el que han caído muchos ingenuos. Sólo unos pocos saben de verdad lo que está sucediendo.

La última teoría de la conspiración que circula en EEUU entre muchos partidarios de Donald Trump es una versión distinta y muy interesante, pero no por ello menos enloquecida. La idea es que todo va bien porque hay un plan oculto para acabar con la corrupción estructural de EEUU y del mundo. El salvador es obviamente Trump.

Todo ese caos característico de la Casa Blanca que tanto espacio ocupa en los medios es sólo una pantalla para esconder una operación que más tarde o más temprano acabará con los malvados. Estos últimos son los sospechosos habituales de los últimos tiempos –Hillary Clinton, Barack Obama…–, pero todo se remonta a mucho tiempo atrás.

Se llama QAnon o también The Q o The Storm (la tormenta). Esto último por un aviso que Trump lanzó en 2017 a los periodistas en un par de frases. «Quizá sea la calma antes de la tormenta», dijo mientras le hacían fotos con los invitados de ese día en el Despacho Oval. ¿Qué tormenta?, le preguntaron. «Ya se enterarán», respondió. Era la época de sus amenazas a Corea del Norte, y algunos lo relacionaron con eso.

QAnon sabe muy bien a qué se refería. Trump está al tanto de todo y va dos pasos por delante de sus enemigos.

Pero antes de nada veamos una explicación de esta conspiración desvelada.

Kennedy supo de esta trama oculta. Su asesinato fue el arma definitiva con la que detenerle. Reagan tenía buenas intenciones –no conviene decepcionar a los votantes republicanos que lo recuerdan con adoración– pero no pudo hacer nada. A partir de ahí, llegaron los auténticos culpables y con cada uno de los siguientes presidentes el ‘Deep State’ se hizo más poderoso.

«Los buenos» pasaron al contraataque. La opción del golpe de Estado se descartó por demasiado traumática. Hasta que llegó Trump dispuesto a poner fin a esta trama con la ayuda de sus mejores asesores y la inmensa información disponible en la NSA. Las detenciones de los principales sospechosos son inminentes.

Todo comenzó en 4Chan, dónde si no, con el mensaje de un usuario anónimo en 2017 que firmaba como Q, en referencia a una acreditación de seguridad en el Departamento de Energía equivalente al mayor nivel de autorización en el Pentágono para acceder a documentos de alto secreto. Anunció detenciones que nunca se produjeron, pero eso no importó. El grupo de partidarios formado pasó a 8Chan y contribuyó a embellecer la teoría.

De ahí salieron otras ideas más jugosas como relacionar a los grandes sospechosos con una trama de pedofilia –esta acusación es casi un clásico en este tipo de conspiraciones, como se vio en el Pizzagate– o afirmar que la dinastía gobernante en Corea del Norte había sido colocada en el poder por la CIA hasta que Kim Jong-un aceptó negociar con Trump. Todo ese mejunje catastrofista es lo que alimenta el vídeo que aparece arriba y que describe un mundo que, sin los detalles más ridículos, encaja bastante bien con la imagen sombría que Trump siempre ha dibujado de la situación mundial antes de su llegada al poder.

En todo este universo que se va alimentando cada día porque no hay que ser miembro de ninguna organización concreta para extender el alcance de la conspiración, todo fue creciendo al principio fuera de la vista de los medios, pero no de los usuarios de YouTube interesados en estos asuntos. Nada mejor que YouTube para extender mensajes delirantes. Hay un público que los está esperando.

Hace unos meses, personalidades conocidas de la extrema derecha –siempre aparece Alex Jones en estas batallas– hablaron de The Q o The Storm en Twitter y Facebook con lo que los seguidores más fanáticos de Trump que no circulan por lugares como 4Chan lo tuvieron más fácil para ponerse al día.

El mitin que dio Trump esta semana en Florida fue la puesta de largo de la conspiración. Varios de los asistentes llevaban carteles o camisetas con referencias a The Q que no pasaron desapercibidas a las cámaras.

El único problema para que un adicto a los bulos y teorías de la conspiración como Trump adopte a The Q es que la historia va tan lejos que hasta cuenta que la investigación del Rusiagate que dirige el fiscal Mueller es otra pantalla con la que «los buenos» están dejando que se confíen «los malos». Como Trump no deja pasar una oportunidad para pedir que esa investigación se cancele, es poco probable que ahora suscriba esa loca idea en público.

Pero sus votantes no tienen por qué preocuparse por esos detalles. Sólo necesitan saber que todo va según lo previsto, que hay un plan maestro para acabar con esa élite corrupta que pretende derrocar a Trump.

Su presidente continúa enviándoles mensajes sobre las mentiras que publican la industria de las ‘fake news’, es decir, los medios de comunicación. «Lo que estáis viendo y lo que estáis leyendo no es lo que está sucediendo», dijo a finales de julio en lo que fue definido como un homenaje involuntario a ‘1984’ de George Orwell.

Sus seguidores no necesitan saber nada más.
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EEUU, primer vendedor de armas del mundo

The United States of Arms from Will Geary on Vimeo.

Una visualización sobre las ventas de armamento de EEUU al resto del mundo desde 1950 a 2017.

EEUU es el principal exportador de armas en el mundo. Los datos del último informe de Sipri confirman que lo fue en el último periodo examinado, 2013-2017, frente a los años 2008-2012. Entre ambos periodos, las exportaciones de armas norteamericanas crecieron un 25%. Fueron además un 58% superiores a las de Rusia, el segundo mayor proveedor. En 2017, fueron las mayores en un solo año desde 1998. Sipri precisa que la mayor parte de las entregas de ese armamento se produce por contratos firmados hasta diez años antes.

Las exportaciones de armas de EEUU van a Oriente Medio en un 49%. Otros destinos: Asia y Oceanía (33%), Europa (11%), Américas (4,8%) y África (2,2%).

98 países han recibido armas estadounidenses en el último periodo. El mejor cliente fue Arabia Saudí, que recibió el 18% de las exportaciones procedentes de EEUU. Por detrás, Emiratos Árabes (7,4%), Australia (6,7%), Taiwán (5,7%) e Irak (5,5%).

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Los datos sobre el impacto económico de la inmigración de los que no habla Pablo Casado

Pablo Casado se ha unido a los líderes de la derecha europea que han decidido convertir la inmigración en una de sus banderas políticas. « No es posible que España pueda absorber millones de africanos que quieren venir a Europa buscando un futuro mejor», dice el líder del PP, aunque no consta que ningún político haya pedido precisamente eso en los últimos meses.

Matteo Salvini, Viktor Orbán, Marine Le Pen, Geert Wilders y otros dirigentes de la ultraderecha europea han descrito la inmigración, en especial si procede de África, como una amenaza a la prosperidad económica. En Alemania, la derecha de Baviera ha creado una crisis en el Gobierno de Angela Merkel con similares argumentos. Casado se ha referido de forma específica a la defensa del Estado de bienestar para alentar el miedo a los extranjeros.

Una crítica habitual al aumento de inmigrantes en los países de la UE consiste en afirmar que el Estado de bienestar europeo no puede afrontar la carga que suponen los recién llegados. Se da por hecho que los extranjeros no podrán valerse por sí mismos y tendrán que recurrir a las ayudas sociales existentes.

Los datos no demuestran eso. Más bien lo contrario.

Un estudio de La Caixa de 2011 –cuando el porcentaje de habitantes de España nacidos en el extranjero ya había superado el 10%– reveló que los inmigrantes aportan a la economía más de lo que reciben.

«Los argumentos de sobreutilización y abuso del sistema de protección social por parte de la población están injustificados. Los inmigrantes reciben menos del Estado de lo que aportan a la Hacienda pública», sentencian los autores del estudio, elaborado por Francisco Javier Moreno, del Instituto de Políticas Públicas del CSIC, y por María Bruquetas, profesora de Ciencia Política de la Universidad de Amsterdam. Esa conclusión parece haberse mantenido incluso en los peores momentos de la crisis. Los autores no cuantifican ese resultado, pero subrayan que los extranjeros inyectan a las cuentas públicas «dos o tres veces más de lo que cuestan».

La edad media de los inmigrantes es muy inferior a la de la población local. El gasto que suponen en pensiones –la mayor partida de gasto de los presupuestos del Estado– es obviamente reducido en términos relativos, y seguirá siéndolo durante al menos dos décadas.

Por la misma razón, hacen un uso muy inferior del sistema sanitario frente a los locales. Si ambulatorios y hospitales no dan abasto con la demanda puede ser por dos razones: falta de inversiones públicas y envejecimiento de la población nacida en España. Ninguna de esas dos razones tiene que ver con los extranjeros.

La llegada de extranjeros en gran número supone de entrada un impacto nada desdeñable en el mercado de la vivienda. Tienen que vivir en algún sitio. Eso es un problema en los países donde el discurso político dominante ha decidido que el Estado no debe construir viviendas, una posición muy diferente a la que existió en Europa en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

En países donde la población no tiene acceso a una vivienda a precios razonables, la causa de ese problema puede ser la pasividad de los gobiernos ante esa carencia, y no el deseo de los inmigrantes, y de los nacidos en España, de comprarse una casa o de alquilarla.

La influencia de la inmigración en el desarrollo

En términos históricos, ese beneficio considerado a largo plazo está aún más demostrado, especialmente en los casos de EEUU y Alemania. Un estudio sobre los efectos de la inmigración en Estados Unidos entre 1850 y 1920 demostró en 2017 el impacto positivo de las oleadas migratorias producidas en esas décadas: 

«Estos autores encuentran que los condados donde la inmigración tuvo mayor importancia disfrutan hoy, casi un siglo después, de mayor renta per cápita y niveles de urbanización, menor pobreza y desempleo y mejores resultados educativos. El trabajo también resalta que estos efectos positivos en el largo plazo se derivan en parte de la persistencia de considerables efectos positivos en el corto plazo. Así, sus resultados indican que la inmigración influyó de manera favorable en la productividad agrícola, el número y tamaño de los establecimientos industriales y el grado de innovación en esos mismos condados», escribió Francisco Beltrán Tapia en el blog Nada es Gratis.

El llamado «milagro económico alemán» no hubiera sido posible sin la llegada masiva de inmigrantes a instancias precisamente de los gobiernos de la época, que firmaron acuerdos con gobiernos extranjeros para recibir a esos trabajadores. La economía del país necesitaba a esos trabajadores poco cualificados inicialmente, convertidos después en la mano de obra esencial de la industria. En los años 60, el sector del automóvil se benefició de esa fuerza laboral que le permitió reducir los costes en mayor medida que sus competidores.

Evidentemente, las instituciones y medios de comunicación elogiaron a susclientes (votantes y lectores) por los éxitos conseguidos, mientras que muy pocos recordaron la aportación de esos extranjeros de costumbres diferentes y con los que ahora se usa con frecuencia la palabra «invasión».

El impacto en educación y demografía

Mirar al futuro, y no sólo a las próximas elecciones, exige plantearse otros cálculos. Si el sistema educativo no margina a los hijos de los extranjeros, aumentan las posibilidades de que se beneficie toda la sociedad. ¿Quiénes eran el 83% de los finalistas (33 de 40) del Intel Science Talent Search en 2016, una competición entre alumnos de instituto en EEUU al que llaman allí el Premio Nobel Junior? Hijos de inmigrantes.

Esa digamos sobrerrepresentación de los inmigrantes sobre su presencia en la sociedad también puede encontrarse entre las personas que lanzan nuevas empresas.

El aumento demográfico en los países desarrollados debe mucho a las familias de personas nacidas fuera. Ha ocurrido en España, al igual que en EEUU. El incremento de 3,7 millones de nacimientos en 1970 a los cuatro millones en 2014 se debió en EEUU exclusivamente a las madres que habían nacido fuera del país, según Pew Research Center. En ese periodo, entre las mujeres nacidas en EEUU la caída de nacimientos fue del 11%.

Antes de la crisis en España, la aportación de las mujeres extranjeras permitió recuperar los datos sobre nacimientos existentes en 1990. Aun así, la recesión hizo que a partir de 2012 la población descendiera por primera vez desde 1971 en una tendencia que tendría obvias repercusiones negativas en el futuro. Fue en 2016 cuando se volvió a conseguir aumentar la población y fue posible gracias a la inmigración.

Las consecuencias de la desinformación

En Reino Unido, antes de que la inmigración fuera uno de los elementos clave en la campaña a favor del Brexit, una encuesta revelaba que el 54% de los británicos pensaba que había demasiados extranjeros en el país. Cuando se les comunicaba el porcentaje exacto, la cifra bajaba al 31%.

Es habitual que al preguntar a los encuestados el porcentaje de extranjeros que creen que viven en el país, las respuestas estén enormemente alejadas de la realidad tanto en sondeos realizados en EEUU como en Europa occidental. La cifra real suele ser siempre muy inferior a la estimada en lo que es una reacción a las declaraciones habituales de muchos políticos y la cobertura que llevan a cabo la mayoría de los medios de comunicación.

La inmigración plantea problemas que no se pueden obviar y que pasan por hacer posible la integración de los que llegan, en su mayoría en avión y no en patera, un dato que no suele aparecer en los titulares más alarmistas. A corto plazo, puede suponer tensiones políticas, sociales y económicas que se hacen más evidentes en aquellas zonas y sectores descuidados por las instituciones.

Esos conflictos se agudizan cuando los dirigentes políticos describen la inmigración en términos negativos o incluso catastróficos. Y eso es lo que está ocurriendo en estos momentos en Europa.

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Cosas que hacer en sábado cuando no estás muerto

La escena de la playa de ‘Tiburón’.

–La cinefilia de Tarantino trasladada a sus películas.
–Elogio del malo de ‘Black Panther’.
–El legado de ‘El caballero oscuro’ es peor que la película.
–Un ranking de los Vengadores.
–Los Emmys ignoraron a ‘Twin Peaks’ en los Emmy.
James Gunn y los límites de la tolerancia cero en Hollywood.
–Rupert Everett es Oscar Wilde.
–¿Qué es lo que hace un director de orquesta?
–Cómo hacen los ingenieros para que los túneles no se vengan abajo.
–Una exposición sobre los asirios en el Museo Británico.

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Pakistán elige como líder a un cruzado contra la corrupción con permiso del Ejército

Pakistán tendrá como primer ministro al político que con más consistencia ha denunciado la corrupción estructural del país. Imran Khan, de 65 años, ha llevado a su partido a una victoria que  hasta hace poco tiempo  parecía imposible. Los dos partidos que han dominado la política paquistaní durante décadas se han quedado por detrás, quizá porque el ‘tercer partido’, el Ejército, tenía otros planes ante esta campaña electoral.

Con 114 de los 259 escaños ya asignados, según los resultados provisionales, Khan tendrá la responsabilidad de dirigir un país de 212 millones de habitantes considerado en general como ingobernable y contemplado con temor desde Occidente.

Lo hará un hombre de ideas nacionalistas, un reformista obsesionado con acabar con la corrupción pero dispuesto a pactar con grupos islamistas reaccionarios, un feroz crítico de la política exterior de EEUU y de la implicación de Pakistán en la guerra contra Al Qaeda y que siempre ha apostado por la negociación y no por la guerra para solucionar problemas para los que no hay solución.

Para demostrar hasta qué punto Pakistán es un país disfuncional en los asuntos más básicos, en las primeras 24 horas tras el cierre de los colegios no hubo ni un solo dato oficial del recuento a causa de la  inaudita caída del sistema informático.

A media tarde del jueves, Khan se proclamó como vencedor con un discurso que fue una crítica descarnada  del estado del país: «Los agricultores no reciben ningún pago por su duro trabajo. 25 millones de niños están fuera de las escuelas. Nuestras mujeres continúan muriendo al dar a luz porque no les damos una atención sanitaria básica. No damos a la gente suministro de agua potable. No se valora a un país por el estilo de vida de los ricos, sino por el de los pobres. Ningún país que tiene una isla de ricos y un mar de pobres puede prosperar».

Su intervención fue elogiada por la mayoría  de los analistas, que la vieron como la de alguien dispuesto a gobernar para todos, no la de un líder que llega por primera vez al poder dispuesto a ajustar cuentas con sus enemigos, muchos en su caso. Y fue coherente con su mensaje de la campaña electoral.

Algunos no quedaron convencidos, porque hizo demasiadas promesas, no todas compatibles, y dijo a la gente lo que esta quería escuchar. Los medios extranjeros se apresuraron a definirlo como populista, que es lo que ocurre siempre que gana alguien que no forma parte de los partidos tradicionales.

Héroe nacional del cricket

Khan no cuenta con ninguna experiencia de gobierno y es al mismo tiempo el político más conocido de Pakistán gracias a su pasado como gloria nacional del cricket. Está considerado el mejor jugador paquistaní de todos los tiempos. Se retiró en 1992 después de dirigir la selección que ganó la Copa Mundial de Cricket, la única victoria conseguida por Pakistán en esa competición.

Por entonces, Imran Khan era un improbable candidato a gobernar algún día el país. Procedente de una familia rica, había terminado los estudios en Oxford antes de iniciar su carrera deportiva. Después, su trayectoria alternó entre una vida de playboy, aparentemente finalizada con su boda con la hija de un multimillonario británico, y su promoción de causas benéficas, cuyo mayor éxito fue la construcción del mejor hospital especializado en cáncer del país.

A finales de los 80, se convirtió en un hombre diferente al vivir un renacer religioso por el encuentro con un místico sufí.  Lo explicó así a un periodista británico años después: «El cricket y el deporte profesional te hacen implacable, porque no hay premios para el que queda segundo. El instinto asesino que necesitas no incluye la compasión por los otros. Pero esto (la religión) es totalmente diferente. Te hace creer en la compasión».

Fundó en 1996 su partido, Pakistan Tehrik-e-Insaf (PTI, Movimiento por la Justicia de Pakistán) con el que inició una larga travesía que parecía no ir a ninguna parte. Apoyó el golpe de Estado de Musharraf en 1999 con el que se derrocó a Nawaz Sharif en su segunda etapa como primer ministro. Años después, cuando Musharraf pasó de dictador a presidente electo sin abandonar la jefatura de las Fuerzas Armadas en unas elecciones convenientemente preparadas, Khan lo abandonó y pasó a la oposición.

Soldados paquistaníes vigilan las calles de Peshawar en la campaña electoral.

El partido de Khan, cuyo símbolo es un bate de cricket, obtuvo resultados ínfimos en varias contiendas electorales. Se enfrentaba a dos colosos, los partidos que son en realidad la extensión del poder de dos dinastías familiares, los Bhutto y los Sharif. Los Bhutto dirigían una formación más liberal, urbana y pro-occidental. Los Sharif, un partido más conservador, rural y nacionalista. Sus métodos eran idénticos: ambos son un clan con una maquinaria clientelar que llega hasta el último pueblo y en la que los votos se pagan con empleos y dinero para sus partidarios.

En los pequeños pueblos paquistaníes, impera un feudalismo estremecedor. El cacique local decide a quién vota cada persona porque él es el que recibe el premio de cada partido. Los que se niegan –a fin de cuentas, cada uno deposita la papeleta en la urna– pueden perder el empleo o acabar en prisión.

En su libro Pakistan. A Hard Country, el periodista británico Anatol Lieven cuenta que muchos votantes le decían que admiraban a Khan, pero que no le votarían porque sabían que no podía ganar, y si no lo hacía, no estaría en condiciones de devolverles el favor.

El asesinato de Benazir Bhutto en 2007 dejó a su partido en un estado de confusión y en manos de su viudo, Ali Zardari, permanente sospechoso de corrupción. Eso abrió una grieta años después en el sistema bipartidista. En las elecciones de 2013, el PTI tuvo un buen resultado –tercero muy cerca del segundo– y pasó a ser de hecho la principal fuerza de oposición al Gobierno de Sharif.

Ya entonces Khan confirmó que era tan carismático como errático en sus ideas y alianzas. Su mensaje modernizador casaba mal con algunos de sus socios. Pretende que Pakistán sea un Estado moderno en el que la prioridad sea mejorar la educación y las condiciones económicas de los ciudadanos, pero ha pactado con grupos islamistas a los que sólo les preocupa la religión y ha llegado a apoyar las draconianas leyes antiblasfemia. Denunció las campañas militares contra los talibanes paquistaníes por su impacto dramático en la población civil al crear centenares de miles de refugiados, pero nunca fue tan claro en su rechazo de la violencia de los yihadistas. En la clase media, empezaron a llamarle Taliban Khan.

El regalo que vino de Panamá

Los Papeles de Panamá le dieron el empujón definitivo al desvelar las cuentas de la familia Sharif en paraísos fiscales y provocar el fin de la carrera de Nawaz Sharif, destituido por el Tribunal Supremo –siempre preparado para cumplir las órdenes de la cúpula militar– y encarcelado hace unas semanas.

El Ejército terminó por despejarle el camino. Los militares están enemistados históricamente con los Bhutto y derrocaron en 1999 a Sharif. Tuvieron que aceptar la tercera y última etapa de gobierno de Sharif, pero en la última legislatura las relaciones se vinieron abajo cuando el primer ministro marcó distancias con el Ejército con la intención de mejorar las relaciones con India. Las revelaciones sobre la fortuna a nombre de los hijos de Sharif fueron el motivo perfecto para cambiar de caballo en la carrera.

El poder de los militares

El Ejército ha gobernado Pakistán durante 30 años y ha sido el actor político más influyente en el resto del tiempo. Los servicios de inteligencia (ISI) cuentan con su propia política exterior que ha pasado por financiar a grupos yihadistas en Cachemira y Afganistán, y amenazar a los grupos de la sociedad civil que osan cuestionarles. Los periodistas temen las visitas de los agentes del ISI a las redacciones.

En otro tiempo, las críticas de Imran Khan a EEUU por su estrategia militar en la región, incluidos los ataques con drones en territorio paquistaní, eran un obstáculo demasiado grande como para que los militares le prestaran apoyo.

Ahora parece que ese problema ha desaparecido, favorecido por el hecho de que el Gobierno de Donald Trump decidió acabar con la ayuda militar directa a Pakistán.

Durante la campaña electoral, los militares presionaron a dirigentes del partido de Sharif para que se pasaran a las filas del PTI –como así hicieron algunos– y se ocuparon de que otros fueran inhabilitados por los tribunales. Un juez de Islamabad tuvo el valor de denunciar en un discurso la interferencia militar y llegó a decir que el ISI había presionado a los jueces para que condenaran a Sharif. Las televisiones locales no se atrevieron a incluir en sus informativos la parte de su discurso dedicada al ISI. Pero se movió en las redes sociales, uno de los pocos escenarios del debate público que los militares no controlan y que han aprendido a tener en cuenta.

El Ejército desplegó 370.000 soldados el día de las elecciones supuestamente para garantizar la seguridad, también dentro de los colegios electorales, una labor que ya realizan las fuerzas policiales.

Khan ha negado haber llegado a un pacto con el alto mando militar. Eso no le ha impedido elogiar a su máximo responsable, el teniente general Javed Bajwa, en términos exagerados y no muy creíbles: «El actual jefe militar, el general Bajwa, es probablemente el hombre más prodemocracia que haya conocido nunca», dijo en una entrevista a BBC en mayo.

El futuro primer ministro está convencido de que Pakistán «debe abandonar la llamada guerra contra el terrorismo». Exige que EEUU ponga fin a los ataques con drones, «una carnicería y un horror de unas dimensiones que se ocultan a la gente en Occidente». A pesar de sus ideas nacionalistas y de su actual cercanía con el Ejército, ha prometido en su intervención del jueves que hará lo que sea necesario para mejorar las relaciones con India, un asunto que los militares siempre contemplan con prevención.

El mantenimiento de la guerra encubierta con India permite al Ejército investirse como garante de los intereses nacionales del país y es por tanto un factor de legitimidad del que no están dispuestos a prescindir.

Todo eso no importa demasiado a los votantes de Khan, sobre todo entre los jóvenes entre los que es muy popular porque lo ven como la única esperanza de que haya un auténtico cambio. Pensando en ellos, Khan ha renunciado a vivir en el palacio donde reside el primer ministro porque considera una afrenta disfrutar de tanto lujo en un país tan pobre. En todo caso, ya es suficiente con su mansión en una colina alejada de Islamabad, valorada en varios millones de dólares aunque en unos terrenos comprados hace muchos años.

Está claro que Khan quiere seguir siendo un héroe, aunque ahora también deberá demostrar que puede ser primer ministro.

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Sacha Baron Cohen es un genio

Un fantasma se acerca peligrosamente a la América de Trump. El programa ‘Who is America?’ de Sacha Baron Cohen puso en evidencia en el primer capítulo a varios congresistas republicanos partidarios de las armas. En el segundo, ha ido más lejos, si por ello se entiende convencer a un legislador de la Asamblea de Georgia de que se baje los pantalones y enseñe el culo como supuesta táctica para enfrentarse a un terrorista del ISIS y engañándole también para que grite «nigger» a pleno pulmón.

El congresista Jason Spencer ha concluido sus 15 minutos de fama con el anuncio de su dimisión y el probable fin de su carrera política a lo que se había resistido en los últimos dos días. Procedente de las filas del Tea Party, se hizo conocido por amenazar a una abogada negra con que desaparecería en un pantano del sur de Georgia si continuaba haciendo campaña por la retirada de los monumentos de la Confederación.

Sacha Baron Cohen se disfraza en este programa de excoronel del Mossad y experto en lucha antiterrorista y con eso ya tiene la mitad del trabajo hecho con los republicanos, dispuestos a aceptar cualquier cosa que salga de su boca.

Este es el fragmento del primer episodio del programa en el que Cohen convencía a varios republicanos de las ventajas de entregar armas a niños desde tres años de edad para defender las escuelas del ataque de un hombre armado. No tenía que insistir mucho. Todos quedaban maravillados por la inteligencia de la idea.

El programa ha recibido unas cuantas críticas, por ejemplo aquí, por ser un producto tan divertido en ocasiones como cínico y cruel. Quizá se pueda decir lo mismo de la política norteamericana tan brutalmente parodiada en el programa con personajes y situaciones reales.

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Desnutrición infantil por la guerra de Yemen

Un equipo de BBC con la reportera Orla Guerin ha estado en el sur de Yemen para comprobar los efectos de la guerra, en concreto los casos de desnutrición en niños, agravada por los bombardeos saudíes y emiratíes sobre la infraestructura civil del país y centros sanitarios. La campaña de ataques aéreos lanzada por Arabia Saudí en apoyo de sus aliados yemeníes lleva ya tres años sin conseguir su objetivo de controlar el país y sólo hubiera sido posible con la ayuda militar prestada por EEUU y Reino Unido.

En relación al ataque sobre la ciudad portuaria de Hodeidah, la directora ejecutiva de Unicef difundió un comunicado en junio en el que recordó el coste en vidas humanas de menores en esta guerra.

«Unicef estima que al menos 300.000 niños viven ahora en o cerca de la ciudad de Hodeidah, niños y niñas que ya han sufrido demasiado. Millones de niños por todo Yemen dependen para sobrevivir de la ayuda humanitaria y de los suministros que llegan cada día por ese puerto. Sin importación de alimentos, una de las peores crisis de malnutrición del mundo sólo puede empeorar. Sin importación de combustible, básico para el suministro de agua potable, el acceso de la gente al agua para su consumo se reducirá aún más, provocando más casos de diarrea aguda y cólera, ambos letales para los niños más pequeños».

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Israel impone la discriminación de los árabes como norma constitucional del Estado

Israel para los judíos. Sólo para los judíos. El Parlamento ha aprobado una ley con la que certifica la discriminación de sus ciudadanos árabes, que son el 20% de la población, para considerarlos ya de forma definitiva ciudadanos de segunda clase. Confiere al Estado un carácter étnico, ya que sólo los judíos tienen derecho a tomar las decisiones más importantes sobre el futuro del país. Como dice la ley: «Israel es la patria histórica del pueblo judío, que tiene el derecho exclusivo a la autodeterminación nacional en él».

«Derecho exclusivo» son las dos palabras clave en esta frase. Es una norma jurídica que tiene el estatus de «ley fundamental». Para entendernos, como si fuera la Constitución en un país que carece de ella. Impone unos límites generales a toda legislación que salga del Parlamento o a cualquier decreto del Gobierno.

El hebreo será el único idioma oficial. El árabe pierde su condición de lengua oficial y pasa a tener un «estatus especial».

Con ser importante, la ley no cambiará la condición legal de los israelíes de un día para otro. La primacía de los judíos sobre los árabes ha sido una característica básica del Estado desde su fundación. El Estado se fundó precisamente para ser el «hogar nacional» de los judíos. Y desde el principio los árabes que continuaron dentro de las fronteras del nuevo país, donde sus antepasados llevaban siglos viviendo, pasaron a ser sospechosos de traición.

Hasta 1966, los palestinos que vivían en el país –a los que allí los partidos y los medios de comunicación llaman «árabes israelíes»– vivieron bajo gobierno militar. Es decir, la máxima autoridad era el Ejército.

Las inversiones en educación, sanidad y demás partidas de gasto social en los presupuestos siempre han sido mayores en las zonas donde vivían judíos. Sólo en el Gobierno de Yitzhak Rabin hubo un aumento claro de gasto público en los lugares habitados por árabes. Por eso, actualmente las estadísticas sobre esperanza de vida, mortalidad infantil o incidencia de enfermedades revelan una clara diferencia entre ambos pueblos.

En el mismo día de las últimas elecciones, Netanyahu hizo una intervención pública para anunciar que «los votantes árabes están llegando en oleadas a las urnas» para meter miedo a los votantes del Likud que aparentemente se estaban mostrando reacios a acudir a los colegios electorales. Desde hace mucho tiempo, el ‘ellos y nosotros’ ha estado muy presente en la política israelí.

«Es un momento decisivo en los anales del sionismo y en la historia del Estado de Israel», dijo Netanyahu en el Parlamento para celebrar la aprobación de la ley.

«El daño que se ha hecho con esta nueva ley al Estado de Israel como una nación democrática y judía es enorme», comentó el rabino Rick Jacobs, la máxima autoridad de la comunidad judía reformista, la mayoritaria en los judíos de EEUU, pero minoritaria en Israel, donde la rama ortodoxa es la religión del Estado.

«Es una ley que fomenta no solo la discriminación, sino también el racismo, perpetuando el estatus inferior de los árabes en Israel», dijo en el Parlamento el diputado árabe Yousef Jabareen». El grupo de diputados árabes ondearon banderas negras en el pleno para simbolizar la muerte de la democracia y gritaron «esto es apartheid». Varios de ellos fueron expulsados del hemiciclo en una sesión tumultuosa.

La nueva ley extenderá la idea de que el Estado de Israel se ha convertido en una forma de apartheid en la que los derechos de sus ciudadanos dependen de su condición étnica o religiosa. Es una palabra cargada de simbología política que ya han utilizado los partidos árabes de Israel y los políticos palestinos de Cisjordania.

Es también una norma que ha sido posible por la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, que ha fortalecido las posiciones ultranacionalistas en Israel. En otra época, la ley no habría obtenido los votos necesarios o el mismo Gobierno se habría ocupado de bloquearla en el Parlamento tras recibir el correspondiente aviso desde Washington, que aporta cada año desde hace décadas 3.000 millones de dólares en subvenciones y créditos avalados al presupuesto militar de Israel. Con Trump en la Casa Blanca, que acaba de decretar el traslado de la embajada de EEUU a Jerusalén, no es necesario disimular.

La descripción de Israel como Estado judío pero al mismo tiempo democrático y plural no encaja con la nueva ley, que alienta el desarrollo de comunidades judías étnicamente coherentes, lo que justificará con base legal que el Gobierno vuelque sobre ellas los fondos económicos necesarios. Y permitirá bloquear el desarrollo de las comunidades árabes si eso entra en conflicto con las necesidades del Estado. Es una vuelta al periodo anterior a 1966, donde las tierras propiedad de árabes podían ser expropiadas para habilitar zonas donde vivieran judíos.

La discriminación por la vía de los hechos, a veces confirmada por los tribunales, a veces bloqueada por estos, tendrá ahora una base legal más sólida.

De todas las tierras incautadas por Israel en Cisjordania desde 1967 –aproximadamente la mitad de su extensión–, el 99,7% ha sido utilizado para la expansión de los asentamientos judíos. El 0,2% ha sido asignado a los palestinos. Ese proyecto colonial se ha desarrollado por razones supuestamente de seguridad, pero sólo ha sido una excusa para ampliar la presencia de los asentamientos y hacer imposible que en el futuro se pueda instaurar un Estado palestino. Eso contraviene las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que por lo demás nunca se han cumplido.

Ahora dentro de las fronteras reconocidas de Israel ese concepto de supremacía judía sobre cualquier otro grupo nacional ha adquirido rango de ley constitucional.

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Pánico en EEUU tras la cumbre de Trump y Putin

A Donald Trump le gusta decir que es un tipo imprevisible que sorprende a sus adversarios, lo que le da ventaja en cualquier negociación. No con Vladímir Putin. El presidente de EEUU se presentó en Helsinki para su primera gran cumbre con el hombre que ya era presidente de Rusia cuando él hizo un breve y rápidamente frustrado intento de ser el candidato del partido que había montado años antes el millonario Ross Perot. La diferencia de experiencia entre ambos es notoria, pero ese no es el tema.

Después de la primera cumbre de Kennedy y Jruschov, el primero reconoció después, no en público, que se había dejado dominar por el líder soviético. Alguien que había sobrevivido a Stalin tenía a buen seguro muchos recursos para manejarse en cualquier situación. En la cumbre de Reikiavik de Reagan y Gorbachov, los asesores del primero llegaron a temer que su jefe pudiera verse arrastrado a un acuerdo en favor de la eliminación de las armas nucleares que a EEUU no le convenía.

Nunca se debe subestimar el factor personal en este tipo de encuentros, aunque está claro que cada parte defiende sus intereses. Sólo en las películas se descubre que alguien muy cercano al presidente es un agente doble que trabaja para el enemigo (bueno, con la excepción de lo que ocurrió a Willy Brandt).

Trump se presentó en Helsinki unos días después del procesamiento de doce miembros del servicio de inteligencia ruso por la acusación de haber hackeado al Partido Demócrata y a la campaña de Hillary Clinton. Es una acusación aprobada por un gran jurado a instancias del fiscal especial Mueller en la investigación que Trump ha calificado de «caza de brujas» en repetidas ocasiones. Y es también una investigación promovida por el Departamento de Justicia de EEUU.

Nada de eso afectó lo más mínimo a Trump. Cualquier reconocimiento de la intervención rusa en la campaña restaría brillo a su victoria en las urnas en 2016, y eso es algo que no está dispuesto a tolerar. Si para conseguir eso tiene que quitar credibilidad al Departamento de Justicia, el FBI y los servicios de inteligencia, lo hará sin ningún pudor en su país y en el extranjero. Incluso delante de Putin, o quizá precisamente por eso.

No hay más doctrina de seguridad nacional para Trump que la defensa de sus intereses personales. En la Estrategia de Seguridad Nacional que el mismo Trump firmó en diciembre, la parte dedicada a Rusia era muy clara: «Rusia intenta debilitar la influencia de EEUU en el mundo y separarnos de nuestros aliados y socios. Rusia considera que la OTAN y la UE son amenazas. Rusia está invirtiendo en nuevas capacidades militares, incluidos sistemas nucleares que continúan siendo la amenaza existencial más significativa para EEUU; y en su capacidad de ciberdesestabilización, formas modernizadas de tácticas subversivas, Rusia interfiere en los asuntos políticos internos de países del mundo».

¿Cómo ve Trump esa amenaza potencial? En la rueda de prensa con Putin, reiteró que la relación entre ambos países no ha sido nunca peor que ahora –porque la culpa es de anteriores gobiernos de EEUU–, «pero eso ha cambiado hace cuatro horas», el momento exacto en que se inició la reunión con el presidente ruso.

La reacción de políticos, analistas y medios de comunicación fue inmediata. Indignación. Rabia. Pánico. «La cumbre en la que Putin soñó durante 18 años», en el NYT. Trump prefirió inclinarse ante el ruso cuando debía haberse levantado en favor de EEUU, en The Washington Post. «Una vergüenza nacional», en el editorial del WSJ. Hasta en Fox News no daban crédito.

En su partido, Trump no tuvo mucho apoyo o casi ninguno. «Nunca pensé que el presidente de EEUU se convertiría en una de esas personas que son engañadas por los antiguos expertos del KGB», dijo el congresista republicano de Texas Will Hurd, que fue agente de la CIA. El senador McCain fue evidentemente el más duro. El senador Lindsey Graham, mucho más cercano al presidente, afirmó que Rusia verá la actitud de Trump como una muestra de «debilidad», el peor pecado para un republicano en política exterior. Newt Gingrich, siempre dispuesto a inclinarse ante Trump, llamó a la rueda de prensa «el error más grave» de su presidencia, uno que debería corregir inmediatamente.

¿Balón de fútbol? Sí, Putin entregó un balón a Trump por el Mundial de fútbol de 2026 que albergará EEUU junto a Canadá y México. ¿Un gesto cortés? «Si fuera yo, comprobaría el balón de fútbol por si tiene un mecanismo de escucha y no permitiría que entrara en la Casa Blanca». No parecía que Graham pretendiera hacer una broma. El NYT dedicó un artículo al balón por considerarlo una especie de metáfora de la relación entre ambos políticos. O eso decía un profesor de Ciencia Política citado en el artículo.

Aparentemente, el balón es otra forma de control mental por parte de Putin. Un truco visual con el que demostrar que está al mando. Lo cierto es que las sospechas sobre el comportamiento de Trump han llegado en muchos medios norteamericanos hasta niveles difíciles de entender. Desde luego, nada puede superar a la idea de que Trump sea un «activo» de la inteligencia rusa, el término con el que se identifica a un espía o un confidente a sueldo. La revista New York acaba de publicar un larguísimo artículo a partir de esa hipótesis titulado con una pregunta, un truco habitual en periodismo cuando se quiere contar algo de lo que no se tienen pruebas, pero sí indicios, pistas y fechas, no necesariamente sólidos: Will Trump Be Meeting With His Counterpart — Or His Handler?

Hay una visita de Trump a Moscú en fecha muy lejana, 1987, pero la más reciente permite lanzar la caña: «En julio de 2013, Trump visitó Moscú otra vez. Si los rusos no tenían una relación secreta (con él) o documentos comprometedores sobre Trump treinta años atrás, muy probablemente la consiguieron entonces», dice el artículo.

El periodismo de lo plausible no goza de una excelente reputación, pero en la era de las redes sociales no necesitas mucho para captar la atención de los que están ansiosos por creer todo lo que confirme sus prejuicios. Incluidas novelas de espías.

En un análisis, un reportero del NYT recorrió un camino parecido sin llegar hasta el final: «Sus declaraciones estaban tan divorciadas de los objetivos de la política norteamericana, así como del resto de la Administración, y son tan inexplicables en varios niveles que eso plantea una pregunta que ha perseguido desde hace tiempo a Trump: ¿tiene Rusia algo sobre él?» (otra vez la pregunta porque el periodista tampoco tiene nada que sostenga una respuesta claramente afirmativa).

Se refiere a algo comprometedor, o por utilizar el término ruso procedente de la época del KGB que tanto ha aparecido en medios norteamericanos en los últimos meses, ‘kompromat’.

En términos cinematográficos, es como coger la trama de ‘The Manchurian Candidate’ y elevarla a la máxima expresión. Lo cierto es que hay gente inteligente, no de la escuela Alex Jones, que está dispuesta a aceptarla como al menos una posibilidad (esta pequeña viñeta en el FT tiene una referencia a la película). Y al igual que con ‘kompromat’, se ha hablado mucho de este filme desde hace algún tiempo.

En el debate político norteamericano, se ha abandonado la idea de que ante una revelación extraordinaria es perfectamente legítimo exigir pruebas extraordinarias. No vale con indicios, sospechas o inconsistencias de la versión más comúnmente extendida sobre esos hechos.

Eso no resta gravedad a la intervención de Trump en la rueda de prensa, en especial dar más valor a la palabra del presidente ruso que al trabajo de sus propios servicios de inteligencia. Ni tampoco a las sospechas muy fundadas que han causado los primeros procesamientos por el ataque a los servidores de los demócratas y de la campaña de Clinton.

Aun así, Trump decidió celebrar la cumbre, no ya porque crea que puede beneficiar a su país un periodo de distensión con Rusia (Bush y Obama también lo intentaron en el inicio de sus mandatos), sino porque además admira a Putin, al igual que a otros líderes de sistemas políticos autoritarios (Xi, Erdogan, Orbán, Duterte…). El mismo político que ha insultado o menospreciado a Merkel, Trudeau y May, es decir, sus aliados más cercanos.

Trump ha ido más lejos con esta cumbre de Helsinki. Algunos altos cargos y funcionarios de la Administración en Washington apagaron la televisión durante la rueda de prensa. Lo que habían visto ya les dejó bastante perplejos. La reacción en EEUU ha sido en general tan virulenta que las autoridades rusas, que salieron inicialmente muy satisfechas de la cumbre, vieron después que tenían que bajar las expectativas. Ese optimismo inicial no tiene muchas posibilidades de cumplirse. Y con el progreso de las investigaciones de Mueller, con o sin ‘Manchurian Candidate’, las relaciones entre ambos países no cuentan con un gran futuro en el hiperbólico debate político de Estados Unidos.

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Trump se quedó tanto solo que a su vuelta a Washington se vio obligado a rectificar, algo poco frecuente en él. Con un texto preparado, afirmó que se equivocó porque debía haber utilizado una doble negación. «La frase debería haber sido ‘no veo ninguna razón para que no fuera Rusia’, una especie de doble negación. Así que pueden escribir eso y creo que probablemente queda ya bastante claro. He dicho en numerosas ocasiones que nuestros servicios de inteligencia descubrieron que los rusos interfirieron en nuestras elecciones».

Lo que no es exactamente cierto, pero tampoco sorprendente dada la singular relación de Trump con los hechos.

Hay más, siempre hay más con Trump. Un reportero de CNN descubrió que el texto que el presidente tenía delante incluía una frase escrita con rotulador (Trump usa rotuladores cuando tiene que corregir un texto). Decía «no hubo colusión» (pacto entre dos personas para perjudicar a otra), un desmentido que ha empleado con frecuencia en Twitter. Estaba escrito, pero esta vez decidió no pronunciar esas palabras.

Y ahora con sus propias palabras.

En la rueda de prensa de Moscú no estaba leyendo un texto, sino hablando. En definitiva, diciendo lo que realmente piensa. El problema no era una frase concreta o una doble negación desaparecida, sino que en el contexto de toda su intervención Trump restó validez a las acusaciones contra Rusia y dio credibilidad al desmentido de Putin.

Hubo una reunión antes de esta última comparecencia de los principales miembros del Gabinete de Trump (Defensa, Estado, Tesoro, CIA, Inteligencia y otros) para analizar la tormenta provocada por la visita a Rusia. Según Bloomberg, fueron el vicepresidente y el secretario de Estado los que le convencieron en privado de que debía rectificar.

Si Trump quería inaugurar una nueva etapa de distensión con Rusia, parece que ese impulso ha muerto antes de poder despegar. Aunque para estar seguros, habrá que revisar su cuenta de Twitter en los próximos días.

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