Por qué hay que leer ‘Guerra y paz’

La otra opción es ver la versión cinematográfica de la novela de Leon Tolstoi más épica hecha nunca, inevitablemente realizada en Rusia.

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Cosas que hacer en sábado cuando no estás muerto

Los personajes de Harrison Ford tienen una extraña forma de conquistar a las mujeres.

–La influencia de ‘Twin Peaks’ en los creadores de grandes series.
–50 grandes planos de las películas de ‘Star Wars’.
–Una guía cronológica de todas las películas de Alien.
–Frederic Raphael sobre Audrey Hepburn, Julie Christie y otras grandes actrices.
–Luc Sante escribe sobre Chaplin.
–El mito del vampiro lleva siglos entre nosotros.
–Lolita no es una niña perversa, dijo Nabokov, sino una víctima.
–En los documentales de naturaleza, el sonido viene después.
–El animal más rápido de la Tierra.
–La historia de Prince contada por los que le conocieron.
–La amenaza de los mosquitos será mayor en el futuro.
–Los coches autónomos son una gran oportunidad para los hackers.
–😬: el emoji que define una época.

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La cabeza de caballo en la cama del FBI

En las películas de la mafia, a veces lo importante no es cargarse al enemigo o enviar el mensaje definitivo, sino elegir la forma adecuada de hacerlo. No es suficiente con enviar a los sicarios. Alguien ha dicho ‘basta’ y tiene que quedar muy claro. Cristalino.

Un periodista de NBC habló con alguien con experiencia en servicios de inteligencia sobre la forma en que Donald Trump se cargó al director del FBI dejando a políticos y periodistas con la boca abierta ante este arrebato de furia presidencial.

«De la forma en que se hizo, creo que fue para enviar un mensaje a los agentes del FBI. No es sólo que lo destituyeran, es que lo hicieron de la forma más humillante y agresiva posibles. Sin aviso, sin nada, una ejecución inmediata. El guardaespaldas entrega la carta en la sede. Creo que se hizo para enviar un mensaje: acabad con esta mierda o todo esto os puede pasar a vosotros. Es como poner una cabeza de caballo en la cama».

La cabeza de James Comey –elegido en 2013 para un mandato de diez años– no es cualquiera. Era uno de los mejores caballos de carreras del aparato de seguridad de EEUU. Si ni siquiera él estaba seguro, ¿qué pueden esperar todos los que estaban por debajo en el escalafón?

Ese guardaespaldas era Keith Schiller, jefe del equipo personal de seguridad de Trump desde hace muchos años y que ahora forma parte del personal de la Casa Blanca. Se había convertido en un asunto muy personal para el presidente. Para el momento de disparar la última bala, eligió a uno de los suyos.

El informe en que el fiscal general y su segundo describían los errores que podían justificar el cese sólo pretendía vestir la decisión que ya había tomado un Trump enfurecido y quizá nervioso. En cuestión de muy pocos días, había decidido que había que desembarazarse de Comey.

¿Cuál fueron las razones? Según CNN, hubo dos factores fundamentales. Comey no había mostrado a Trump la lealtad que le exigía (quizá porque no había cumplido la orden o sugerencia de poner fin a la investigación sobre presuntas relaciones con Rusia de personas cercanas al presidente), y esa investigación no sólo no se estaba cerrando, sino todo lo contrario.

Sólo unos días antes, Comey había solicitado al Departamento de Justicia más fondos para la investigación, según varios medios, señal de que quería dedicar más agentes a las pesquisas. Se habían entregado citaciones a personas relacionadas con James Flynn, el consejero de Seguridad Nacional que tuvo que dimitir, en relación a la investigación ya en marcha ante un gran jurado. Eso no quiere decir que los procesamientos fueran inminentes, pero sí que todo seguía en marcha a un ritmo que no gustaba nada en la Casa Blanca.

La idea de que el director del FBI fue despedido por su ciertamente confusa actuación a lo largo de la campaña electoral en relación a la investigación de los emails de Clinton queda desmentida de inmediato por las numerosas muestras de apoyo que recibió del mismo Donald Trump.

Los demócratas se han lanzado a pedir un fiscal especial independiente para ocuparse de toda la investigación que tenía Comey entre manos. Alguien que formalmente esté fuera del control de la Casa Blanca. Trump no lo permitirá. Es una decisión que puede tomar el fiscal general, que resulta ser ahora Jeff Sessions, un exsenador que apoya hasta el final a Trump. Pero Sessions se recusó a sí mismo de cualquier decisión en relación a la posible intervención de Rusia en la campaña, lo que por cierto no le ha impedido recomendar la destitución del director del FBI, cuya sentencia de muerte tiene que ver precisamente con… la investigación de la posible intervención de Rusia en la campaña.

Su número dos –el fiscal general adjunto Rod Rosenstein–sí es un profesional de la justicia sin una evidente afiliación partidista. Pero una decisión tan grave como la de nombrar un fiscal especial, que es como aceptar que el Departamento de Justicia no puede hacer su trabajo, sólo se toma bajo una fuerte presión política. Es decir, cuando es inevitable.

Los senadores republicanos, algunos con muchas dudas, no van a presionar a la Casa Blanca para que tome una decisión de ese calibre cuando Trump no lleva ni cuatro meses en el poder. Jeff Greenfield, un periodista muy veterano que seguro que se conoce el Watergate de memoria, ha recordado que el escenario político de entonces no es como el que se está viviendo ahora.

Es cierto que el cese de Comey recuerda a la destitución del fiscal especial del Watergate, forzada por Nixon, un momento en que el presidente perdió todo el crédito que le quedaba, incluso dentro de su propio partido. Aun así, Greenfield apunta varias diferencias notables.

El Senado estaba en manos de los demócratas y ya había celebrado audiencias públicas sobre el caso. Dos de los principales asesores de Nixon habían tenido que dimitir al ser sospechosos de haber participado en el encubrimiento de graves delitos. Se sabía que el despacho oval contaba con un sistema de grabación de las conversaciones, una mina inagotable para cualquier investigación. En esos momentos, y tras los ceses de lo que se llamó la matanza del sábado noche, los medios de comunicación formaban un frente unido contra Nixon.

Varios de esos factores no se están produciendo ahora, o al menos no con la misma intensidad. El presidente tiene aún muchas formas de meter miedo. Lo único que está claro es que Trump está dispuesto a utilizarlas todas. Nadie quiere recibir la visita de Keith Schiller con un sobre que lleve el sello de la Casa Blanca.

13.30

Al otro lado del planeta, Putin tuvo tiempo para negar que toda esta polémica tenga algo que ver con Rusia. La escena es más curiosa porque el presidente ruso aparece vestido para la ocasión (jugó un partido benéfico de hockey sobre hielo).

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Quiénes son los votantes de Le Pen

Emmanuel Macron dijo en su discurso de la victoria en el Louvre que aspira a que los votantes de Marine Le Pen no vuelvan a apostar por opciones extremistas. Para poder conseguirlo, debería saber quiénes son esos votantes y cuáles son sus motivaciones. La encuesta que hace Ipsos en los días anteriores a las elecciones, y que difunde al cerrar los colegios, da algunas pistas.

Antes de nada, hay que recordar algo. Una segunda ronda electoral entre los dos candidatos más votados en la primera obliga inevitablemente a cada votante no sólo a elegir a su candidato preferido, sino en muchas ocasiones a apostar por el menos malo, desde su punto de vista. Ni el 65% de los franceses cree que Macron es el mejor político que puede presidir Francia en estos momentos ni el 35% está convencido de que Le Pen haría un gran trabajo en la jefatura del Estado.

El sondeo permite descubrir en qué sectores sociales, económicos o profesionales ha conseguido Le Pen mejores resultados. No todos son votantes ultraderechistas, de la misma forma que no todos los votantes de Macron son liberales.

La encuesta no permite trazar un perfil exacto del votante de Le Pen, pero sí desvelar donde consigue mejores resultados con diferencias significativas sobre su resultado nacional.

Aquí está el dato en el que la diferencia de votos entre Macron y Le Pen es más evidente. Un 56% de los que se identifican como obreros afirmaba que votaría por la candidata del Frente Nacional. Los «empleados», probablemente en el sector servicios, la apoyaban en un 46%, diez puntos por encima de su resultado. Jubilados (26%) y directivos, profesiones liberales y con licenciatura (18%) preferían claramente a Macron.

Entre las personas en paro, Le Pen también obtenía mejores resultados (un 47%). Al igual que entre los autónomos (43%). En el caso de personas con empleo, Macron recibía un apoyo similar al finalmente recibido, sin gran distinción entre los que trabajan en la empresa pública o privada.

En la pregunta sobre si los ingresos le alcanzan para subsistir, Le Pen recibe un alto número de apoyos. Los que lo tienen muy difícil para llegar a fin de mes votarían a Le Pen en un 69%. Los que lo tienen sólo difícil votarían a Macron en un 61%. No es aventurado decir que cuanto peor es su situación económica, más fácil es que un francés vote al Frente Nacional.

Los votantes de Le Pen son mucho más pesimistas sobre el futuro económico del país que los de Macron. Los que creen que la nueva generación vivirá mejor que la actual votarían en un 80% al nuevo presidente. Un 41% de los que son pesimistas, a Le Pen. No es una diferencia espectacular con respecto al resultado definitivo, pero en las tres opciones de respuesta es donde Le Pen obtiene mejor número.

En cuanto a ingresos, en ninguno gana Le Pen, aunque la ultraderechista recibe el mayor apoyo entre los que cuentan con menos de 1.250 euros. Parece claro que cuanto menos ingresos se reciban, más probable es el voto a Le Pen.

Le Pen recibe más votos en el medio rural que en las ciudades, sobre todo si tienen más de 100.000 habitantes. Aun así, en los pueblos Macron cuenta con un 57% de partidarios (43% Le Pen). Por edades, Le Pen no se acerca a Macron en ninguna franja. El liberal obtiene los mejores porcentajes entre los mayores de 60 años. Los jóvenes de 18 a 24 años votan a Macron en porcentajes similares al resultado final (66%-34%). El mejor resultado de Le Pen (43%) se da entre los que tienen entre 35 y 49 años. Por estudios, Le Pen tiene el mejor dato entre los que no tienen educación secundaria (un 45%).

Políticamente, la encuesta confirma algo previsible, aunque algunos se empeñaron en ignorarlo. En la segunda vuelta y procedente de los partidarios de los otros cuatro candidatos principales, Le Pen iba a recibir el mayor apoyo de los antiguos votantes de Fillon. Entre los votantes de Mélenchon, un porcentaje muy alto, pero no mayoritario, el 41%, estaba por la abstención o el voto en blanco o nulo. Un caso aparte es el de los votantes de Dupont-Aignan, un disidente de Los Republicanos, a quien Le Pen prometió hacer primer ministro si ganaba las elecciones.

Ideológicamente, no hay grandes sorpresas. Le Pen tiene sus mayores apoyos en la derecha y supera ahí a Macron por 52%-48%. En la izquierda, el voto a Macron supera el 90% (una cifra de la que también están cerca los votantes de centro), pero cae mucho (77%) entre los que se sitúan en el extremo que ofrece la encuesta por la izquierda, donde también hay más abstencionistas. Curiosamente, hay una categoría para los que no se definen ni de izquierdas ni de derechas. Esa es una etiqueta a la que aspiraba Macron. Pues bien, ahí gana Le Pen aunque por escasa distancia (52%-48%).

La encuesta resulta incompleta al no haber una pregunta sobre las actitudes de los votantes hacia la inmigración, un factor muy relevante entre los partidarios de Le Pen. Hay que recordar que la candidata del FN no ha hecho tanto hincapié en la segunda vuelta en este tema como lo hizo en campañas anteriores.

En definitiva, Le Pen obtiene resultados claramente mejores que los finalmente conseguidos en toda Francia entre obreros, personas con ingresos bajos y que tienen muchos problemas para llegar a fin de mes, y aquellos que temen que las nuevas generaciones vivirán peor que ellos. Si Macron quiere de verdad reducir el número de votantes del Frente Nacional, y entre otras cosas asegurar su propia reelección en 2022, debe saber que la clave no estará en su mensaje político y en lo que en Francia se llama «valores republicanos», sino en su política económica.

Cuantas más personas se sientan abandonadas por el sistema económico y tengan menos expectativas de futuro, más fácil es que voten a Le Pen y a su partido.

El sondeo de Ipsos se hizo con 4.838 entrevistados entre los días 4 y 6 de mayo.

23.30

En el FT, tienen varios gráficos con los que interpretan el veredicto de las elecciones francesas. Dan la máxima importancia a la educación como factor que explica el voto a cada candidato: «Cuanto más alto es el número de personas con una licenciatura universitaria, mayor es el voto para el candidato» (se refiere aquí a Macron).

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Macron como el nuevo Napoleón

Irene Hernández Velasco entrevista en El Mundo a Guillermo Arenas, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Paris Nanterre. Una conversación muy interesante sobre los dos políticos que se enfrentan el domingo en las elecciones presidenciales francesas. Arenas explica los motivos del éxito de Marine Le Pen, que conseguirá en la segunda vuelta el mejor resultado alcanzado nunca por el Frente Nacional:

«Es evidente que la sociedad francesa muestra un profundo y generalizado rechazo hacia la globalización, un rechazo que en mi opinión es social y se dirige sobre todo a la globalización de un modelo anglosajón de sociedad. La sociedad francesa no está cómoda con una sociedad en la que aumenta el multiculturalismo y en las que hay barrios en los que viven comunidades enteras no francesas. Hay un malestar profundo en Francia con todo eso. Y el discurso xenófobo y racista del FN ha encontrado en este fenómeno del multiculturalismo y la globalización una caja de resonancia importante. Eso, unido a la injerencia monetaria europea y a las dudas sobre el libre comercio, al retorno de las ideas proteccionistas, ha hecho que el FN tenga en esos momentos una capacidad de seducción enorme. Antes, el voto al FN era un voto de protesta, ahora es un voto de adhesión».

Arenas cree que Emmanuel Macron será un presidente frágil, porque la mayor parte del apoyo que recibirá será un voto contra Le Pen. ¿Cuáles son sus ideas y en quién se apoyará para aplicarlas como presidente? El profesor francés comenta que Macron es un producto de las circunstancias del momento. Estas elecciones parecían condenadas a una victoria fácil de la derecha con un candidato como Fillon favorito para derrotar a Le Pen en la segunda vuelta. Su hundimiento ha permitido la aparición de Macron, de 39 años, al que Arenas compara con un personaje histórico proclamado emperador de Francia con 35 años. Napoleón, claro.

«Si sale elegido, será el presidente de la República Francesa más joven desde Napoleón. Macron será una especie de Napoleón IV. Francia es un país con una mitología muy arraigada de culto a los hombres jóvenes y con éxito. Y yo creo que Macron ha jugado a ser ese personaje. Como Napoleón, del que se decía que la edad media de sus generales era de 27 años, Macron se ha rodeado de un equipo de colaboradores jóvenes y ambiciosos, procedentes muchos del mundo de la comunicación, que nos han vendido a Macron como si fuese un yogur o un paquete de detergente, dejando su programa muy velado. De hecho, no hemos conocido su programa hasta muy tarde, en una operación que me recordaba a las de aquellas marcas que tratan de crear expectativa entre los consumidores. Macron me parece que es alguien que considera la victoria electoral como un fin, no como un medio. Justo como Napoleón».

Ganar la presidencia sólo será la primera mitad del trabajo. En junio, se celebran elecciones legislativas, y ahí Macron tendrá que construir un partido desde cero, no un simple movimiento político para llevarle a él a lo más alto. Ya hay una encuesta, de OpinionWay-SLPV, que hace una predicción algo prematura para esos comicios. El partido de Macron podría obtener entre 249 y 286 escaños. La derecha, ahora sin líder, entre 200 y 210. El FN, de 15 a 25. En la izquierda, los socialistas se quedarían entre 28 y 43 en su peor resultado de siempre, y el partido de Mélenchon tendría sólo entre seis y ocho.

Los resultados se verían condicionados por los pactos de los partidos y decisiones de los votantes para la segunda ronda, lo que hace ciertamente especulativa cualquier predicción en estos momentos. El movimiento de Macron ha dicho que presentará candidato en las 577 circunscripciones, pero ahora sólo se conoce el nombre de un puñado de ellos.

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Los militantes del PSOE rompen el discurso de la victoria de Susana Díaz

Las primarias del PSOE tenían dos asaltos. El primero se dilucidaba a golpe de avales. El segundo, con votos en la urna. En el primero, Susana Díaz aspiraba a dejar a Pedro Sánchez tendido en la lona, muy tocado de cara al duelo definitivo. Preferiblemente, con una ceja partida y la cara entumecida por los primeros golpes. Era imprescindible que los militantes del PSOE supieran que el resultado de las primarias estaba cantado. Cualquier resistencia era fútil y hasta contraproducente para el futuro del partido.

Así había ganado Díaz las primarias del PSOE andaluz, recogiendo un número de avales equivalente a la mitad de los militantes del partido en Andalucía. Ahora no podía llegar a tanto a nivel nacional, pero sí dejar claro su poder, no que era la favorita, sino que su victoria era el único resultado posible.

Fracasó. Ganó la batalla de los avales gracias a su inmenso dominio del partido en su comunidad, pero sólo sacó algo más de 5.000 votos a Sánchez en toda España. Lo dio todo en Andalucía, donde consiguió una cifra espectacular (el 59% de los militantes totales). No fue suficiente.

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Bruselas tiene un mensaje para May: se acabó la fantasía

Brexit es Brexit. No pregunten. Todo saldrá bien. Nos espera un futuro maravilloso. Estaremos mejor que nunca. Solos pero volcados hacia el mundo. Confíen en mí.

La política de Theresa May en relación al Brexit no abunda en detalles. Es como un valium con el que tranquilizar y adormecer a los británicos, al menos a los que votaron a favor de la salida de la UE. En términos electorales, no le está yendo mal. Las encuestas predicen para las elecciones de junio una victoria arrolladora de los tories. Para que eso se cumpla, es necesario que las cosas sigan como hasta ahora. Sin grandes revelaciones. Sin sobresaltos.

El Frankfurter Allgemeine ha roto ese estado de relajación. La filtración del desenlace de la última reunión entre May y Jean-Claude Juncker («Das desaströse Brexit-Dinner») hace prever problemas, tantos como para suponer que la opción de que el Brexit se produzca sin acuerdo previo entre Londres y Bruselas es la más probable en estos momentos.

Juncker salió alarmado de la cena del miércoles en Downing Street. Tanto como para llamar al día siguiente, a las siete de la mañana, a Angela Merkel para darle las malas noticias.

Según el Frankfurter, May dijo a Juncker que el Gobierno británico no cree que deba de pagar nada por la factura del Brexit, que la Comisión Europea calcula que son nada menos que 60.000 millones de euros, una cantidad obviamente sujeta a negociación. Se refiere a los compromisos de financiación que Londres aceptó asumir en anteriores presupuestos europeos y que ahora no debería olvidar. Si Londres no paga, ya puede olvidarse de firmar un acuerdo comercial con la UE, que es un objetivo declarado de May. La parte británica recordó también en la cena que no tiene la intención de aceptar la autoridad de los tribunales europeos. La UE nunca firmaría un acuerdo comercial que no esté sujeto a la jurisdicción de sus tribunales.

May dijo que sería conveniente que la negociación comenzara con la discusión del estatus futuro de los ciudadanos de la UE en Reino Unido. Según la impresión que se llevó Juncker, esas personas sólo tendrán los mismos derechos con los que cuentan los que no son ciudadanos británicos.

En resumen, parece que Londres pretende lo que algunos han definido como «have the cake and eat it», quedarse en la negociación con lo que beneficia al Reino Unido y rechazar todo lo perjudicial. Si parece que eso no es realista, no hay que olvidar que Boris Johnson, ministro de Exteriores, ha utilizado esa expresión.

Con independencia de lo que opine alguien como Juncker, lo que los políticos como Johnson, y quizá May, no entienden es que cualquier acuerdo necesita el apoyo de los 27 países de la Unión Europea. Y en primer lugar, querrán estar informados. En la reunión, quedó claro que May quiere que las negociaciones se desarrollen con la máxima discreción hasta el resultado final. Juncker no puede prometer eso, porque tiene que informar a los gobiernos y al Parlamento Europeo. No hay ninguna posibilidad de que los contactos se desarrollen en secreto. Y esta filtración demuestra que Juncker está dispuesto a usar la información de la que disponga, que es toda, en su propio beneficio.

El mensaje es claro: se acabó la fantasía.

Este choque con la realidad era cuestión de tiempo. No es que las negociaciones tengan que ser una guerra, pero cada día que pase empezarán a parecerse a un juego de suma cero. Lo que pierda uno lo ganará el otro. En esa situación, alguien puede llegar a la conclusión de que un Brexit sin acuerdo es la alternativa menos mala.

La esperanza de Londres siempre ha sido conseguir la división de la UE, que algunos países como los de la Europa del Este presionen a Bruselas para que rebaje sus exigencias sobre un acuerdo de libre comercio a cambio de conseguir el mejor trato posible para sus ciudadanos que residen en Gran Bretaña. O que esa presión proceda de Alemania, supuestamente deseosa de que sus productos continúen siendo exportados allí en las mejores condiciones.

Si esa es su estrategia negociadora, no parece que nadie se haya dado por aludido. Mucho menos, Alemania. May no hace más que repetir que quiere que el Brexit sea un éxito para todos. Más allá de que eso sea imposible, es algo que Merkel no puede permitir. Abandonar la UE tiene que suponer un precio, y no pequeño. De lo contrario, el Brexit podría tener imitadores.

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Marina Amaral

Marina Amaral es una artista brasileña que colorea fotos antiguas en blanco y negro. En esta imagen aparecen soldados franceses en la guerra franco-prusiana de 1870. «Cuando coloreo una imagen, siento que estoy recreando un suceso que podría haber ocurrido ayer. Las fotos en blanco y negro son maravillosas y poderosas, pero con sus colores es más fácil crear una conexión más íntima y poderosa», dice.

En algunos casos, sin el blanco y negro se pierde cierto dramatismo, sobre todo en imágenes de guerra, pero, como dice ella, las imágenes se nos presentan más cercanas y pueden acercarnos esos acontecimientos que ya no parecen de un pasado tan lejano. Las tres fotos de una niña polaca, Czeslawa Kwoka, de 14 años y prisionera en el campo de concentración de Auschwitz, demuestran que la foto es igualmente dolorosa de ver con todos los colores.

Las fotos de Amaral pueden verse en su web y su Twitter. Pueden verse otros ejemplos de su trabajo aquí y aquí.

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Contra el fascismo, no cabe el voto en blanco

Francia debe afrontar en siete días una decisión trascendental, una muy similar a la que se enfrentan varios países europeos. Por las características del sistema electoral y la decadencia de los partidos tradicionales y sus líderes, puede recibir con sus votos a la misma extrema derecha que parecía desaparecida desde hace décadas, pero que ahora vuelve con un mensaje diferente, mejor adaptado a las condiciones socioeconómicas del siglo XXI y a los exigencias mediáticas de las campañas electorales.

No tan diferente. A la hora de la verdad, la campaña del Frente Nacional se basa en ese viejo principio que todos deberíamos conocer: un pueblo, una nación, un líder.

Vuelve la apelación a una comunidad étnica de raza blanca que tiene el derecho a elegir su destino, a una nación amenazada por la influencia de extranjeros que traen con ellos valores repulsivos, y a un líder cuyo carisma y convicciones son el único remedio en un momento histórico.

Una parte de la izquierda francesa, no así el Partido Comunista Francés por si es necesario recordarlo, ha decidido que esa amenaza no es lo bastante seria como para apoyar al otro candidato, el liberal Emmanuel Macron. O acusan a los liberales y socialdemócratas de haber creado las condiciones para el ascenso de la ultraderecha, por lo que –en un extraño giro dialéctico– no asumen ninguna responsabilidad en una posible victoria de Le Pen. Como un niño inmaduro, han decidido que son otros los que han roto la puerta y a ellos les corresponde arreglarla. Si por ahí entra el fascismo, no es asunto suyo, aunque ellos estarán entre los primeros que pagarán las consecuencias.

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Dabiq, Siria, después del ISIS

Un reportaje de BBC.

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