Comenzó el telediario de TVE de la noche del jueves y el espectador vio al presentador y detrás de él en lo que se llama el ‘videowall’ dos imágenes en dos pantallas separadas. A la izquierda, Casado y Rivera. A la derecha, Sánchez y Torra.
Era una imagen brutal para los intereses de Pedro Sánchez. Como si la polémica de los últimos días se redujera a un duelo entre los dos líderes de la derecha y al otro lado una ‘alianza’ entre el presidente del Gobierno y el president de la Generalitat. Tal y como está el campo de batalla en España, asociarse a alguien como Quim Torra resulta tan peligroso como matar el tiempo en el núcleo de un reactor nuclear.
El PP y Ciudadanos, con la inestimable ayuda de Vox, han decidido no esperar a que tengan o no éxito las negociaciones sobre el presupuesto y han lanzado todas sus divisiones contra Sánchez. Desde el momento en que Pablo Casado ha anunciado que Sánchez no es el presidente legítimo y que es un traidor a la patria, queda claro que nos encontramos ante una estrategia venezolana. España no es Venezuela –como antes no era Italia o Grecia o, según Rajoy, Angola–, pero en mitad de la balacera poco importan ya estas diferencias. Si te atacan desde varios flancos, será mejor que puedas responder o que tengas un lugar donde resguardarte.
El problema de Sánchez es que cada vez son más los que entre los suyos han empezado a disparar contra él. Es un fuego (no tan) amigo contra el que hay pocas defensas.
El último en unirse al tiroteo ha sido Felipe González este jueves. No sabía cómo, quizá una entrevista en El País era demasiado, así que optó por la vía directa. Grabar unas respuestas a unas supuestas preguntas –mira a un entrevistador al que no se le ven ni se le escucha en el plano– y hacer que su fundación las hiciera públicas. Una autoentrevista de nueve minutos para dejar claras ciertas cosas.
González imparte lecciones al Gobierno sin dejar margen a la interpretación: «Desde el Gobierno, hay que decir (ante las reivindicaciones de ERC y PDeCAT) ni quiero ni puedo. No quiero, que es una manifestación de voluntad. No puedo, porque he prometido cumplir y hacer cumplir la Constitución, que creo que es la posición del Gobierno».
El expresidente dice que está a favor del diálogo, «pero hay que definir en qué perímetro se dialoga». Afirma que «hemos entrado en un terreno de confusión», que sabemos que se ha visto propiciado por la torpeza del Gobierno. Y ahí González entra a saco para cortar de raíz los intentos del Gobierno y el PSOE de encontrar vías de diálogo con los nacionalistas catalanes: «No necesitamos relatores. Me preocupa mucho la degradación institucional» (un argumento utilizado por Casado). Sobre las alternativas que maneja el Gobierno: «¿Para qué necesitamos una mesa de partidos decidida por el Ejecutivo que no permite funcionar al Parlamento?». Y sigue: «¿Para qué necesitamos un notario que certifique lo que se dice o los convoque cuando en el Parlamento (catalán) sobran los notarios, asesores jurídicos, gente que toma notas?».
El mensaje de González a Sánchez es claro: no sigas por ahí y resígnate a quedarte sin presupuestos.
«Un gol de Torra por toda la escuadra»
Si fuera sólo González, en Moncloa podrían llegar a la conclusión de que no hay nada nuevo bajo el sol socialista. Sánchez no era su candidato para ganar las primarias del PSOE en las que Susana Díaz fue derrotada. Pero en los terrenos aledaños a la política donde operan los medios de comunicación, el Gobierno recibió más malas noticias. Menos dramáticas que la declaración de un expresidente del Gobierno, pero para nada irrelevantes.
En la Cadena SER, la directora de Hora 25, Àngels Barceló, acusó el martes a Sánchez de «comprar los argumentos de los independentistas» y de darles la razón «cuando cuestionan las instituciones españoles y su grado de democracia». Y todo por aceptar un diálogo en el que aparece esa figura aún confusa del relator/mediador. «No todo vale para aprobar los presupuestos», decía Barceló dando aire a la idea de que Sánchez está poniendo en peligro a la democracia en su afán por mantenerse en Moncloa. Algo que Casado y Rivera llevan meses repitiendo en el Congreso.
Pero eso no es nada comparado con lo que dijo al día siguiente Iñaki Gabilondo, al que no se le puede negar que ha sido fuente de inspiración para muchos votantes socialistas durante bastantes años, que calificó a Sánchez de «boxeador sonado que se agarra a las cuerdas para no caer». Al siempre mesurado Gabilondo, toda esta especulación sobre un diálogo con «carabina» le parece «un gol de Torra por toda la escuadra».
Por su trayectoria, se conocen pocos goles marcados por Torra. El más importante, llegar a president, se lo regaló Carles Puigdemont. Ahora se ha convertido, según Gabilondo, en un artillero de lujo en el área por culpa del Gobierno.
En la misma línea, pero con menos dureza, el editorial de El País advirtió a Sánchez el miércoles de que se estaba equivocando gravemente. Dio por hecho que los dos gobiernos implicados se comprometen a asumir las decisiones que pueda tomar la ignota comisión de partidos ninguneando al Parlament que «dejaría de ser el órgano del que emana la voluntad de todos los catalanes».
Mientras tanto, los barones socialistas no esconden su nerviosismo, incluidos los presidentes de Aragón y Asturias que vitorearon a Alfonso Guerra esta semana en una moción de censura particular enviada por el antiguo número dos del partido. No sólo desconfían de las negociaciones emprendidas por Moncloa, sino que desean fervientemente que no tengan éxito, porque prefieren llegar a las elecciones autonómicas y locales de mayo sin presupuestos y sin ningún tipo de acuerdo con ERC y PDeCAT.
Como le dijo Roy Scheider a Robert Shaw en ‘Tiburón’, Pedro Sánchez va a necesitar un barco más grande.