De los indultos a las pensiones y luego a los chuletones. El Gobierno se ha metido en un circuito revirado en el comienzo del verano que, si bien da mucho espectáculo, es poco probable que le vaya a resultar rentable. Con tantas curvas cogidas a gran velocidad, lo mismo se termina pegando un castañazo de los que requieren hospitalización. Parece que quiere estar a la altura del ciclo político que se inició con la victoria del PP en las elecciones de Madrid. Toca ponérselo fácil a la oposición para que la segunda mitad de la legislatura sea más emocionante. De momento, éxito total en la lucha por las audiencias.
La reacción virulenta del PSOE a una iniciativa sobre el consumo de carne promovida por el Ministerio de Consumo que dirige Alberto Garzón revela altas dosis de nerviosismo por un tema en que los socialistas han decidido que no tienen mucho que ganar. No es que haya fuertes discrepancias de fondo con Unidas Podemos en este asunto, como las hay por ejemplo con el salario mínimo o los alquileres, sino que no se ven ventajas en sacar ahora un tema el que no se busca una decisión tajante e inmediata. El Parlamento ya aprobó en mayo la Ley de Cambio Climático y Transición Ecológica y no conviene remover el tema. Es decir, no viene bien asumir más desgaste a cambio de nada.
Garzón tenía otras ideas al respecto y pensaba que caminaba sobre terreno sólido. Nada de lo que dijo contradice las recomendaciones de la ciencia y la medicina sobre el consumo de carne y su efecto en la salud y el cambio climático. «Este vídeo no está para echar la bronca a nadie», dijo en su intervención. También es cierto que alertó contra el «consumo excesivo de carne», que es lo que te dirá cualquier médico, por no hablar de un experto en nutrición.
Todo cambió cuando Pedro Sánchez decidió abrir la veda para sacudir a Garzón. «Donde me pongan un chuletón al punto… es imbatible», se limitó a decir el jueves en una muestra de desdén por un miembro de su Gobierno que no se le ha visto nunca en público. No quiso poner la cuestión en el contexto adecuado ni referirse al cambio climático o a la Agenda 2050 que dice exactamente eso y de la que está tan orgulloso. Dejó de ser el presidente para pasar a ser Pedro, el cabreado que se quiere comer vivo a Garzón, en este caso, muy, muy hecho.
Los socialistas tenían la pista abierta, empezando por los ministros –Luis Planas y Reyes Maroto– que ya se las han tenido con el ministro de Consumo. «Creo que estamos ya un poco cansados de que nos digan lo que no tenemos que hacer», se quejó Maroto con el tono de alguien a quien se le ha acabado la paciencia. La ministra María Jesús Montero dedicó en una rueda de prensa del viernes un homenaje a la industria agrícola y ganadera con tal pasión que parecía que le debía la vida.
Allá fueron también los presidentes autonómicos que nunca han estado a gusto con el pacto nacional con Unidas Podemos y que además dirigen comunidades con presencia importante del sector agropecuario. Javier Lambán calificó de «dislates erráticos y perversos» las palabras de Garzón y no se quedó ahí. «Hace miles de años que el hombre se alimenta de productos cárnicos», sentenció. Claro que los hombres de las cavernas hacían más gasto de calorías en su actividad diaria que un presidente de Aragón. Y además si te presentas en la ONU para hablar de alimentación y cambio climático y cuentas eso de los miles de años de consumo de carne, verás qué cara te ponen.
Emiliano García-Page fue otro presidente que quiso ser despectivo con Garzón –»en Madrid se dicen muchas ‘tontás'»– ignorando que las recomendaciones de su propio Gobierno por el cambio climático también se refieren al problema en los mismos términos.
Como todos los temas de la vida cotidiana que llegan a la política, la polémica es un pozo sin fondo del que siempre sale agua para los medios de comunicación y origen de declaraciones cómicas de los políticos, que compiten en las redes sociales para ver quién la suelta más gorda. Juan Ignacio Zoido, exministro de Interior, se llevó el gran premio al humor involuntario con un mensaje a favor de la dieta mediterránea y la comida saludable que incluía una foto de un filete rebozado acompañado de un ejército de patatas fritas. Casi se podía oír gritar socorro a las arterias de Zoido.
Quien no abrió la boca en Twitter fue Teresa Ribera, vicepresidenta y ministra de Transición Ecológica, que optó por mantenerse en silencio. En 2018 lo tenía claro: «Entre las cosas más ineficientes energética y climáticamente está la producción de grano para alimentación animal». Un año antes, daba consejos similares a los que ofreció Garzón: «Sustituyendo carne por legumbres podemos llegar muy lejos!!». También recomendó la lectura de un artículo que llevaba un mensaje inconfundible: «La huella de carbono hace insostenible el consumo mundial de productos cárnicos al ritmo actual».
Obviamente, Ribera está muy interesada en esos temas, pero el viernes decidió que era mucho más sostenible en términos políticos tuitear sobre el aumento de las temperaturas previsto para este fin de semana.
Una pregunta posible con buena o mala intención sería pensar si esta reacción socialista contra Garzón se hubiera producido con Pablo Iglesias en el Gobierno. A buen seguro, el entonces vicepresidente habría respondido en público para defender al líder de IU, con lo que la escaramuza cárnica podría haberse convertido en la guerra del chuletón. Hace unos días, Yolanda Díaz decidió no hurgar en la herida cuando José Luis Escrivá se metió en un agujero con unas opiniones personales sobre las pensiones y la solidaridad entre generaciones. Para decepción de los periodistas, la vicepresidenta se mantuvo al margen de la polémica en una rueda de prensa conjunta. No hubo espectáculo fratricida. Ahora los socialistas no han tenido la misma consideración con Garzón.
El Gobierno –al menos, la parte socialista con Sánchez a la cabeza– parece pensar que no es el momento de abrir nuevos frentes que llenen titulares cargados de pólvora y que es mejor enfriar las polémicas para que no cale la idea, defendida por el PP de forma insistente, de que desde el poder hay un empeño especial por prohibir incluso las costumbres más habituales. Por otro lado, es indudable que fueron los comentarios del presidente los que colocaron a Garzón en la parrilla con el fuego al máximo.
Una rueda de prensa del viernes de la ministra de Sanidad y la comisaria europea de Salud terminó por confirmar que el Gobierno tampoco puede presumir de una posición coherente con lo que se dice en la UE. Carolina Darias intentó impedir que Stella Kyriakides respondiera a una pregunta sobre consumo de carne. El truco no funcionó. Kyriakides intervino para recordar que el plan europeo de lucha contra el cáncer destaca la importancia de «una dieta equilibrada y sana», lo que obliga a comer menos carne y más verduras, y de ahí que esté a favor de «poner fin de manera progresiva» a las campañas que fomentan el consumo de carne roja y procesada.
Si hay una guerra de la carne, el bando carnívoro del Gobierno no tendrá el apoyo de la Comisión Europea. Pero a cambio de unos buenos filetes podrá reclutar a Zoido en sus filas.