Podemos pone fin a la épica, a tomar el cielo por asalto, a las cargas lanza en ristre por las llanuras donde las piedras se tiñen de sangre y el general envía oleada tras oleada de sus tropas, al llamamiento de ahora o nunca, vencer o morir en el intento. Winter is coming. Pablo Iglesias e Íñigo Errejón dicen haber descubierto que la guerra relámpago no les puede llevar a la victoria. El factor sorpresa se acabó hace tiempo y el frente es demasiado largo para cubrirlo con las fuerzas propias. Toca empezar a cavar trincheras y prepararse para una «guerra de posiciones», según su expresión, que se prolongará durante años.
Lo malo de esa estrategia en la guerra es que ningún general sabe si serán sus tropas o las del enemigo las que podrán aguantar ese desgaste. Con el paso del tiempo, esas trincheras se refuerzan y consolidan. En la Primera Guerra Mundial, cuando se utilizó ese concepto de «guerra de posiciones», llegaron a alcanzar varios metros de altura y contar con cortinas y muebles. Pero también eran un lugar horrible para vivir durante los fríos meses de invierno, con los soldados congelados, sucios y mal alimentados sufriendo interminables periodos de inactividad sólo interrumpidos por ofensivas condenadas al fracaso.
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