El Partido Popular lo es todo. El alfa y omega de la democracia. El protector de las esencias del imperio español. El mayor rival de los enemigos de España. El partido que no dedica ni un minuto a la propaganda. Pablo Casado cerró en Valencia la semana de la convención del PP con un mensaje rabioso y crispado, lleno de desprecio hacia los partidos del Gobierno, que era compatible con afirmar que «la respuesta a la crisis no puede ser más polarización». Defendió a gritos «la España tranquila» en una de sus muchas aparentes contradicciones. La España «que madruga» de la que Casado dice ser su gran representante está de mala leche desde el primer minuto del día. Y el día se le hace muy largo.
Casado tuvo el cierre de semana en Valencia al que aspiraba en una plaza de toros llena que dejó a 2.000 personas fuera sin asiento. Lo hizo con un mensaje que hubiera suscrito la mayoría de los votantes de Vox, excepto quizá en la defensa del europeísmo. En todo lo demás, el presidente del PP copió el estilo que Santiago Abascal lleva al Congreso todas las semanas. No tan calmado como el líder de Vox. Casado, que va sobrado de energía en los discursos, escupe las palabras cuando se refiere a las ideas de la izquierda. La memoria histórica y el feminismo están entre las cosas que más furia le causan.
La cita de Valencia pretendía además ser el punto de partida para la resurrección del partido en esa comunidad. Perder el poder autonómico y local en las elecciones de 2015 supuso un trauma difícil de digerir en una región que es uno de esos tres o cuatro graneros de votos con los que se ganan las elecciones generales. Un mitin similar al del domingo en 2008 tuvo una relación evidente con los negocios sucios de la Gürtel. Los sucesivos escándalos de corrupción terminaron afectando a las principales figuras del partido. No se salvó ni la visita del Papa. La imagen que lo resumía todo era la de los compañeros de Rita Barberá liquidando las deudas de la campaña con billetes de 500 euros.
Para propiciar el relanzamiento en Valencia, Casado ya tiene a dos candidatos no contaminados por el pasado, pero además necesitaba apelar a las emociones, esas para las que hay que ponerse una venda y taparse la nariz. «Rita convirtió a Valencia en la mejor ciudad del mundo», dijo María José Català, que será candidata del PP a la alcaldía. Casado dijo luego a Català en su intervención: «Tú vas a ser quien continúe su gran legado». A poder ser, sin los billetes de 500. Ahora nadie diría que al final fue el PP quien le obligó a abandonar sus cargos, una orden que destrozó a la exalcaldesa.
Como un fantasma de ese pasado que el PP quiere hacer creer que no existe, Francisco Camps asistió al mitin en la zona de los dirigentes. No se coló con la intención de hacer un ‘photobombing’. Tenía el permiso del partido. Se ha decretado la amnistía y todos pueden regresar para aparecer en las fotos.
Casado anunció que no va a dejar ni los huesos de las leyes aprobadas desde 2018 si llega a Moncloa. Eso es algo con lo que su electorado ya cuenta. Lo que importa de su discurso no fue la letra, sino la música: una constante defensa del nacionalismo español, del orgullo de ser español, que es algo que puede darte muchos votos en la Comunidad Valenciana. Además, el líder del PP desconoce el significado de la palabra hipérbole. No hay banderas de España lo bastante grandes para él. «España no tiene que pedir perdón a nadie ni por nada», dijo gritando, como es habitual en él. «Al revés, nos deben dar las gracias por nuestra contribución a América con el acontecimiento más importante de la humanidad, después de la romanización, que es la Hispanidad».
Tanta tontería con el Renacimiento, la Ilustración, la Revolución Industrial y la revolución tecnológica y científica del siglo XX. Bagatelas, menudencias comparadas con la conquista de un continente desconocido en Europa y el saqueo de sus minas de plata para financiar el imperio de los Austrias. A fin de cuentas, ¿qué han hecho los romanos por nosotros? ¿Qué han hecho por nosotros los árabes, los chinos, los británicos o los norteamericanos? Aparte del alfabeto, el álgebra, la máquina de vapor, la industria, las vacunas o internet. Ingratos.
«No perdemos el tiempo con propaganda», dijo Casado, un corolario extraño después de una semana dedicada a propagar las ideas del partido. «No hay que pensar en el tuit del último minuto», alardeó el político que tiene actos públicos todos los días para poder aparecer en los medios y las redes sociales. Todo lo bueno que ha pasado en España es gracias al PP, incluso aquello que ocurrió cuando su partido estaba en la oposición: «Somos el partido que derrotó a ETA». No había límites ni fronteras a la jactancia. «Somos la familia política que fundó la Unión Europea, que derribó el muro de Berlín desde la CDU alemana y la derecha atlántica».
Sólo dos años antes, Helmut Kohl recibió en 1987 en Bonn a Erich Honecker, líder de la RDA, en una visita con honores de jefe de Estado, lo que suponía un reconocimiento formal. La gente quizá recuerde las imágenes de los jóvenes de Berlín Este destruyendo el muro a martillazos, pero Casado sabe que todos están equivocados.
Encauzado de momento el conflicto con Isabel Díaz Ayuso en Madrid, Casado se mostró como alguien que ya está haciendo las maletas para trasladarse a La Moncloa. Su problema es que desde la oposición sólo se pueden hacer discursos o esperar a que el Gobierno tropiece con todo lo que tenga por delante. Pedro Sánchez aprovechó el domingo del mitin de Valencia para contraprogramar con una visita a la isla canaria de La Palma. Mientras Casado decía que el Gobierno no había hecho nada, Sánchez anunciaba una ayuda extraordinaria de 200 millones para las zonas afectadas por la erupción del volcán.
Por mucho que grites, es duro estar en la oposición por la sencilla razón de que el Gobierno tiene el BOE y tú no.