«Van a ser las elecciones de la caravana», dijo Donald Trump hace una semana en uno de sus frecuentes mítines. La caravana de migrantes que partió del norte de Honduras y que cruzó Guatemala ya estaba entonces en el sur de México a unos 1.700 kilómetros del punto más cercano de la frontera de Estados Unidos. La marcha que se inició con unos pocos centenares de integrantes llegó a contar con 7.000 personas a principios de esa semana, según una agencia de la ONU, y al pasar a México se había quedado en unos 3.600 integrantes. El Gobierno mexicano dijo que había recibido 1.700 peticiones de asilo.
Su situación era fácilmente localizable, pero Trump la presentó como una amenaza real e inminente para la que estaba tomando medidas. Era una oportunidad excelente para intervenir en las elecciones legislativas del 6 de noviembre y no la desaprovechó. Para ello, contó con la inestimable colaboración de los que considera sus principales enemigos: los medios de comunicación.
Margaret Sullivan describió el 22 de octubre en The Washington Post el nivel de histeria informativa en los medios en la cobertura de la noticia:
«Incluso aquellos medios de comunicación y periodistas que aportaron hechos y escepticismo en su cobertura estaban sin querer colaborando con Trump, simplemente prestando tanta atención (a la noticia). En el fin de semana, todos los informativos de las cadenas se estaban ocupando de la caravana como si fuera una noticia muy importante, a pesar de que los migrantes se encontraban a centenares de millas de la frontera de EEUU».
AP llegó a denominarla un «ejército». El alarmismo en televisión era notorio. Las fotos encabezaban las portadas de los periódicos. Incluso cuando la información era correcta, el impacto visual era máximo. El titular de una de las fotos: «Siguen adelante, desafiantes».
Now two days in a row. Happening all over again. pic.twitter.com/r1RYRnbF0n
— Mark Copelovitch (@mcopelov) 23 de octubre de 2018
En el caso de estas dos portadas del NYT, hay que puntualizar que son de días consecutivos, pero de ediciones diferentes.
Trump se adelantó a los medios y dejó claras sus intenciones. En un tuit del 16 de octubre, avisó al presidente de Honduras de que si la caravana no daba la vuelta, cortaría toda ayuda económica «inmediatamente». Dos días después, acusó al Partido Demócrata de ser responsable de la situación, no se sabe cómo, y escribió en mayúsculas que la caravana contenía «muchos criminales». Días después, denunció que había en ella «criminales y gente desconocida de Oriente Medio». Al día siguiente, dijo que no tenía pruebas. Su principal fuente de información, como ha ocurrido en otras ocasiones, era el programa ‘Fox & Friends’ de Fox News.
La desinformación tuvo su etapa inicial en Honduras cuando la caravana en realidad ya estaba en Guatemala. El Gobierno del presidente Juan Orlando Hernández –reelegido en unas elecciones caracterizadas por el fraude– entró en pánico al ver el tuit de Trump. Su embajador en Washington envío un vídeo a un congresista republicano en el que se veía a unos jóvenes recibir dinero y sugería que eran miembros de la caravana financiados por George Soros o por las ONG de EEUU. La denuncia era falsa y el vídeo ni siquiera era de Honduras. Como también la presencia de hipotéticos terroristas. Como que estuviera financiada por Venezuela, según dijo Hernández al vicepresidente Pence.
Todo esto quedó claro en extensos artículos publicados por The New York Times y The Washington Post en un ejemplo de ‘factchecking’ efectivo. Sus lectores quedaron bien informados, pero seguro que no tuvo mucho impacto para anular la atención «histérica», como había escrito Margaret Sullivan, que había recibido la caravana. Periódicos y televisiones dieron la máxima cobertura a una noticia que ocurría muy lejos de EEUU, y algunos medios la vendieron como una amenaza en la línea de los apuntado por Trump. El ‘factchecking’ posterior llegaba demasiado tarde.
Muchos estudios científicos demuestran que la capacidad de por ejemplo los medios de comunicación de desmentir con datos las impresiones o prejuicios que tienen las personas es francamente reducida. Sólo funcionan con quienes no hace falta.
So, America, perhaps the greatest danger we face is not a caravan 1000 miles away.
Maybe it’s already here.— Charlie Sykes (@SykesCharlie) 27 de octubre de 2018
A lo largo de la semana, la atención decayó por la aparición de otras noticias, en especial, el envío de paquetes bomba a dirigentes demócratas y la matanza de la sinagoga de Pittsburgh. Sin esos hechos, es muy posible que la cobertura de la caravana hubiera continuado siendo exagerada.
No es la primera vez que ocurre. Trump siempre tendrá como herramientas de combate su cuenta de Twitter y medios como Fox News, Breitbart o los programas de radio ultraconservadores. Pero la cobertura de los grandes medios tiene una influencia política nada desdeñable en el Congreso y otras instituciones, y lo que aparece en ellos cuenta en el debate público.
Los medios creen que están realizando su labor al difundir los mensajes manipuladores de Trump. Quizá sea cierto y que no puedan obviar lo que dice el presidente del país, pero al final lo que ocurre es que están colaborando con su estrategia y haciendo posible que pueda tener éxito. Los errores se retroalimentan. Los informativos de TV se guían por los criterios periodísticos que encuentran en los periódicos, mientras que estos últimos creen que no pueden ignorar las imágenes que ven en sus pantallas o que circulan en internet.
El resultado es que Trump cuela su mensaje y sus mentiras, incluso cuando los medios, después de caer en la trampa, hacen lo posible por desmentir las falsedades.
Cómo no titular una noticia sobre unas declaraciones de Trump. Guerra Eterna, junio 2018.