Michael Flynn se ha convertido en el primer alto cargo de la Administración de Donald Trump que pasará por el banquillo de los acusados. El exconsejero de Seguridad Nacional ha confesado ante un tribunal que mintió al FBI sobre sus contactos con el embajador ruso en Washington. La confesión forma parte del acuerdo al que ha llegado con la acusación, que incluye su procesamiento por ese delito y la promesa de continuar colaborando con la justicia.
Este último punto es el que más debe preocupar a Trump. Aún no sabe qué ha contado Flynn a Robert Mueller, el exdirector del FBI que dirige la investigación de la presunta interferencia de Rusia en la última campaña electoral. Y qué contará cuando le pregunten sobre futuras revelaciones. Si Flynn comienza a sufrir pérdidas de memoria, la acusación puede revocar el acuerdo ahora alcanzado y acusarle de más delitos con el consiguiente aumento en la petición de pena de cárcel.
Ese general del que usted me habla
A diferencia del caso de Paul Manafort, que fue director de la campaña de Trump y que también está procesado, Flynn es un peso pesado del que el presidente no puede distanciarse. El exgeneral y exdirector de la DIA fue su principal asesor de política exterior en la campaña, tuvo un papel similar en el periodo de transición tras la victoria electoral, y luego fue nombrado consejero de Seguridad Nacional.
Durante ese tiempo, Flynn fue casi de la familia. Su lealtad a Trump era completa. Ese es el factor que más valora el presidente en las relaciones con sus subordinados. Por eso, no le importó darle un puesto clave en la Casa Blanca a pesar de que desde enero sabía que el FBI le investigaba por sus relaciones con un empresario turco muy cercano al Gobierno de Erdogan.
Tenía tanta confianza en él que pidió en febrero en una muy conocida conversación al entonces director del FBI, James Comey, que pusiera fin a la investigación de Flynn. Esas palabras bordeaban la obstrucción a la justicia, aunque siempre se pueden interpretar como la expresión de un deseo. Comey no le hizo caso y terminó siendo destituido en una decisión prácticamente sin precedentes.
Después de la dimisión de Flynn, Trump dijo en privado que había sido un error forzar su salida de la Casa Blanca.
Aparece el yerno de Trump
Flynn tuvo que dimitir al saberse que había mentido al vicepresidente Pence sobre la reunión que tuvo con el embajador ruso Sergey Kislyak. Pasó sólo 25 días en la Casa Blanca, como se ha ocupado de destacar el abogado de Trump en un comunicado.
Pero Flynn no es el único en esta historia. El acuerdo con Mueller incluye referencias a dos personas no identificadas del círculo de Trump. Cuenta que Flynn habló de su reunión con Kislyak con un «alto cargo» (senior official en el texto) y que luego recibió instrucciones de un «importante alto cargo» (very senior member en el texto). En el segundo caso, la conversación trataba de los contactos que había que mantener con representantes rusos y de otros países sobre la votación en la ONU de una resolución crítica con Israel.
Si Flynn era el responsable de política exterior del equipo de transición de Trump –antes de su llegada a la Casa Blanca–, ¿quién es esa persona que le daba órdenes?
Según The Washington Post y otros medios, esa segunda persona era Jared Kushner, yerno de Trump y uno de sus principales consejeros.
Qué hizo Flynn y a quién se lo contó
Antes de nada, hay que recordar que todos estos hechos son posteriores a la campaña y al día de las elecciones. No tienen que ver directamente con los supuestos contactos de la campaña de Trump con enviados rusos interesados en que Clinton fuera derrotada. Hay otras informaciones que indican que los mensajeros de Moscú comunicaron a la gente de Trump que tenían información que acabaría con Clinton. Eso ha aparecido en los medios y está siendo investigado por Mueller, pero de ahí no ha salido aún ningún procesamiento.
Por entonces, entre noviembre y el 20 de enero, Trump no era aún el presidente, sino el presidente electo. ¿Podía boicotear la política de Obama que hasta el 20 de enero era el presidente del país? Ese es un asunto abierto a la discusión política, pero de dudoso encaje jurídico.
Está el asunto de la Ley Logan, en vigor desde 1799 nada menos, que prohíbe a cualquier ciudadano de EEUU socavar la política del Gobierno norteamericano a través de negociaciones con gobiernos extranjeros, en especial cuando esos países están enfrentados a Washington. Es la típica medida que tiene todo el sentido en tiempo de guerra.
Por mala que fuera la relación entre EEUU y Rusia en tiempos de Obama, no se puede decir que cualquier persona en contacto con Moscú fuera un traidor a la patria.
El equipo de Trump estaba en contacto con Moscú para convencerles de que vetaran la resolución de la ONU contra Israel, lo que no consiguió. El Gobierno de Obama había anunciado que se abstendría, lo que probablemente supondría que la resolución saldría adelante, como así ocurrió.
En la otra reunión, Flynn tenía la orden, seguramente de Trump, de convencer a los rusos de que no respondieran a las últimas sanciones de EEUU contra Rusia con una medida recíproca. Ahí tuvo éxito. Pero en ese tema Trump no engañaba a nadie. Sea por su admiración por Putin o por el deseo de que EEUU y Rusia mejoraran sus relaciones –un objetivo difícilmente criticable–, había dejado claro que esperaba dar pasos en ese sentido. Él mismo se alegró en Twitter de que Putin no respondiera en ese momento a las sanciones norteamericanas, y lo hizo elogiando al presidente ruso.
Great move on delay (by V. Putin) – I always knew he was very smart!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) December 30, 2016
Hasta que un vencedor de las elecciones no toma posesión el 20 de enero no tiene derecho a boicotear al presidente en ejercicio. Eso no ha impedido a muchos presidentes electos entablar contactos con dirigentes extranjeros con la intención de hacerles promesas o simplemente de comunicarles cuál será su política.
Este artículo nos recuerda numerosos precedentes de esos contactos con gobiernos extranjeros por parte de un presidente electo, habitualmente a través de otras personas. El caso más famoso es el de Nixon antes de llegar a la Casa Blanca tras ganar las elecciones de 1968. Es sabido ahora que la gente de Nixon convenció al Gobierno de Vietnam del Sur para que abandonara las negociaciones con su enemigo del norte promovidas por la Administración de Lyndon Johnson. La Casa Blanca lo sabía o lo sospechaba, pero Johnson no quiso denunciarlo en público. Nadie ha sido condenado por violar la Ley Logan.
¿Cuántos más hablarán?
Según un periodista de Fox News, la persona que habló con Flynn sobre la conversación con los rusos a cuentas de las sanciones fue KT McFarland, nombrada inicialmente número dos del Consejo de Seguridad Nacional, relevada luego y ahora elegida por Trump como futura embajadora en Singapur, el típico puesto no muy exigente para que alguien no tenga muchas ganas de hablar después de haber sido eliminado de la foto.
Eso puede cambiar si esa persona recibe una citación judicial de Mueller.
La familia es lo más importante
Aquí hay que retomar un clásico de los escándalos de la política norteamericana: lo que importa no es el (posible) delito, sino el encubrimiento (en especial, mentir a un fiscal o al FBI). La gente termina en la cárcel por ese tipo de cosas, a veces más fáciles de probar que el propio delito original.
En ese sentido, Flynn estaba pillado, aun más si es cierto que Mueller le advirtió de que podía ir contra su hijo, que también estaba metido en la campaña de Trump. Por fiel que sea Flynn hacia su antiguo jefe, salvar al hijo es una prioridad para cualquier padre.
De momento, Flynn ha salido bien librado con la acusación por un solo delito. De ahí que sea razonable deducir que ha prometido aportar pruebas sobre gente que estaba por encima de él en la jerarquía de la Casa Blanca.
Pocos aliados
Esta semana, hemos leído que Trump ha comunicado a congresistas republicanos que es hora de poner fin a la investigación de Mueller. Obviamente, es su deseo, pero encontrará pocos legisladores dispuestos a dar la cara por él. Sobre todo, con este tipo de argumentos.
Via CNN’s @GloriaBorger: «One source close to the president attempted to mitigate the severity of the charge against Flynn by pointing out that everyone lies in Washington.»
— Brian Stelter (@brianstelter) December 1, 2017
Trump es su peor enemigo
Siempre que Trump ha pasado por un momento de tensión, su respuesta ha sido doblar la apuesta. Cree además que siempre le ha salido bien. Nunca reconoce un error o una información basada en datos falsos. En la semana en que retuiteó tres vídeos publicados por una ultraderechista británica, no parece que vaya a reaccionar con tranquilidad.
A un presidente de EEUU sólo le puede destituir el Congreso. Jurídicamente, no está nada claro que la investigación de Mueller pueda tocarle, aunque siempre puede comunicar sus hallazgos al Congreso para que tome una decisión. La aprobación esta madrugada por el Senado de un recorte fiscal que favorece a las empresas y las rentas más altas es su primera y única gran victoria legislativa en su primer año en la Casa Blanca, y podría hacer que Trump se calme y se limite a esperar acontecimientos en el frente jurídico que tanto le preocupa.
No apuesten por eso.
—
21.30
Sólo ha habido que esperar 24 horas para comprobar que Trump no iba a reaccionar con inteligencia a la noticia del procesamiento de Flynn. Lo que ya era más difícil de prever es que decidiera autoincriminarse. Cómo no, lo hizo a través de Twitter.
I had to fire General Flynn because he lied to the Vice President and the FBI. He has pled guilty to those lies. It is a shame because his actions during the transition were lawful. There was nothing to hide!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 2 de diciembre de 2017
Trump sostiene que tuvo que cesar a Flynn por haber mentido al vicepresidente y al FBI. Lo segundo no lo había admitido hasta ahora. También afirma que todo lo que hizo Flynn durante el periodo de transición fue «legal». La pregunta obvia es: si cuando le destituyó, Trump sabía que había mentido al FBI, ¿por qué pidió después en privado a su director, James Comey, que no siguiera con la investigación a su ya exconsejero de Seguridad Nacional? ¿No es eso un intento de obstrucción a la justicia?
Tampoco se puede dar por hecho que Trump haya cometido un delito por el simple hecho de que probablemente está mintiendo, como ha hecho tantas veces en Twitter. Pero sus abogados y sus consejeros de la Casa Blanca deberían estar golpeando su cabeza contra la pared al comprobar la estupidez del presidente.
Cuando debía estar hablando sólo de la reforma fiscal para intentar que se olvide cuanto antes la investigación judicial, Trump consigue devolver a Flynn a los titulares y además colocándose a sí mismo en una peligrosa situación.