La unidad de la izquierda bien vale una misa. O quizá no una misa, pero sí una visita al Vaticano. Yolanda Díaz viajará a Roma el próximo sábado para reunirse con el Papa Francisco, que ha dado sobradas muestras de estar muy preocupado por la dimensión social de la economía en el mundo actual, es decir, por su ausencia en las decisiones de la mayoría de los gobiernos. La iniciativa se aleja de lo que el electorado de Unidas Podemos espera de las prioridades de sus dirigentes en relación a la Iglesia católica –por ejemplo, denunciar el concordato– y se corresponde con la intención que se le supone a la vicepresidenta. Si está dispuesta a reunirse hasta con el diablo para sacar adelante las negociaciones que dirige su Ministerio, cómo no lo va a hacer con el Papa.
La noticia tuvo de inmediato una reacción a la altura de lo que se espera del PP madrileño. «Cumbre comunista», la llamó en Twitter la secretaria de Comunicación del partido, Maca Puentes. Cuando vas por la política con un martillo en la mano, todo lo que ves te parecen clavos. Clavos comunistas. Te enteras de que Francisco se verá con una vicepresidenta de un Gobierno embarcado en una conspiración comunista, atea y separatista y ya das por hecho que el Anticristo se ha apoderado del Vaticano y que toca prepararse para la batalla de Armagedón. Calificar a Francisco de comunista te coloca en las huestes más reaccionarias de la Iglesia, pero eso nunca ha molestado al PP de Madrid.
Díaz, que sí es militante comunista a diferencia del Papa, tendrá la oportunidad de coincidir con su anfitrión en unos cuantos asuntos de política económica. En octubre, Francisco abogó por «un salario universal para que cada persona en este mundo pueda acceder a los más elementales bienes de la vida», una iniciativa que se asemeja al ingreso mínimo vital aprobado en España. Su análisis está bastante alejado de los sectores conservadores que lo fían todo al PIB y a la reducción de impuestos: «Este sistema, con su lógica implacable de la ganancia, está escapando a todo dominio humano. Es hora de frenar la locomotora, una locomotora descontrolada que nos está llevando al abismo».
Francisco ha mostrado en varias ocasiones su preocupación por los accidentes laborales. «Es atentado a la vida la muerte en el trabajo porque no se respeten las mínimas condiciones de seguridad», escribió en 2013. La ministra de Trabajo tendrá la oportunidad de hablarle del plan contra la siniestralidad en el trabajo que el Gobierno pondrá en marcha en enero y que se centrará en los sectores más peligrosos. Este año en España murieron hasta septiembre 527 personas en esos accidentes.
Nadie que conociera a Jorge Bergoglio en Argentina puede sorprenderse de un mensaje que sería definido como radical si partiera de un político. En una conferencia de obispos latinoamericanos en 2007, denunció que América Latina era la región del mundo con una mayor desigualdad sin que los gobiernos tomaran medidas para revertir ese drama. «Persiste la distribución injusta de los bienes y crea una situación de pecado social que clama al cielo y que limita las posibilidades de tener una vida plena para muchos de nuestros hermanos», dijo.
Con estas palabras, no es raro que los políticos españoles que no creen que exista la desigualdad se persignen y echen mano del rosario cuando escuchan a Francisco.
La visita a Roma es otro ejemplo de que Yolanda Díaz no está dispuesta a seguir el camino trazado por otros en el caso de que acepte ser candidata a presidenta del Gobierno. Habrá dirigentes de Unidas Podemos que coincidan con ciertos discursos del Papa, pero pocos que estén interesados en viajar al Vaticano para hablar de economía. Díaz tiene otras metas. Los resultados de su proyecto de crear una nueva plataforma política que supere a los partidos están todavía por verse. Tampoco es que lleve mucho tiempo en ello ni es una aventura que tenga visos de éxito si necesita concretarse en cuestión de unos pocos meses.
Lo que sí está claro es que su búsqueda de aliados no está condicionada por la evolución de Podemos de los últimos cinco años. Este mes ya ha dejado claro lo que no quiere: «Yo no trabajo desde la izquierda de la izquierda, en absoluto». No se conforma con montar su residencia a la izquierda del PSOE, lo que ella llama una «esquinita». Ahí solo van a caer los restos de los votos, según su interpretación. «Eso es algo muy pequeño y muy marginal». Renunciar a políticas y votos para mantener la cohesión interna –lo que antes se llamaba la ortodoxia– no entra en sus planes.
Es llamativo que Díaz haya recuperado ideas que se acercan a la banda sonora original de Podemos, en especial cuando define sus políticas como «muy transversales». Es una música que Íñigo Errejón interpretaba con mucha intensidad en esos años antes de que el cisma interno y la alianza con Izquierda Unida hicieran que esa melodía dejara de sonar. Da la impresión de que la vicepresidenta está anunciando a Más País que no tendrá razones ideológicas para oponerse a entrar en la gran carpa común en la que las fuerzas de izquierda se pueden cobijar en las futuras elecciones.
Como la vicepresidenta no oculta que su prioridad no es sumar partidos a lo loco, es posible que su iniciativa tenga éxito, aunque inicialmente fracase. Quizá no pueda sumar muchas más estructuras políticas y sociales que las que ahora apoyan a Unidas Podemos y que Errejón prefiera que su partido se presente en solitario a nada que algunas encuestas le den vidilla, como ocurrió antes de las elecciones de noviembre de 2019 con resultados nada brillantes. Pero al menos Díaz estará ofreciendo un mensaje diferente al que se escuchó en 2019 y podrá respaldarlo con su gestión en el Ministerio de Trabajo.
La última encuesta del CIS es la primera que indica de forma clara que su apuesta puede ofrecer resultados. Continúa siendo la líder política con mejor valoración. No le perjudica mucho estar asociada a Unidas Podemos a ojos de los votantes del PSOE y al mismo tiempo no genera tanta hostilidad como los demás dirigentes de la organización. Los beneficios no son solo para ella. Podemos y sus aliados aumentan su intención de voto al 13,6% y –esto es más importante– su porcentaje de fidelidad de voto se incrementa en nueve puntos.
La visita a Roma sirve además para saber que el Vaticano está informado de la trayectoria de Yolanda Díaz y que la considera una política con un futuro interesante, alguien a quien merece la pena observar de cerca para hablar de algunos temas que interesan a Francisco. No parece que verse con el Papa vaya a perjudicar a Díaz, antes al contrario, y es posible que sirva para enfurecer a Isabel Díaz Ayuso. No está mal para un viaje de fin de semana.