El FMI ha dejado sin salidas al Partido Popular. Y ya puestos, la Comisión Europea o la OCDE. Sus estadísticas dejan claro desde hace tiempo que España es uno de los países europeos, es decir, de los países ricos del mundo, que menos ayudas concede a los pobres. Por eso, la decisión del Gobierno de poner en marcha el ingreso mínimo vital colocaba al PP en una tesitura complicada. Votar a favor en el Congreso suponía conceder una victoria a Sánchez, Iglesias y el Gobierno. Al final, optaron el miércoles por las dos soluciones al mismo tiempo. Con el dedo, votaron a favor de la convalidación del decreto ley. Con la boca, mostraron su menosprecio a la portavoz socialista que defendía la medida en el pleno.
¿Qué dijo María Luisa Carcedo que molestó tanto a los diputados del PP? Cosas como esta: «Por una iniciativa del mismo importe por una deducción fiscal de cualquier adquisición en el mercado que puedan comprar las personas que tienen rentas y se lo puedan permitir, desde luego no habría ninguna palabra, pero como es un gasto, que sería una inversión, para las personas más necesitadas, entonces ya es ‘van a cometer fraudes’, ‘va a ir a la economía sumergida’, ‘van a ser unos vagos porque no van a querer trabajar'».
Los del PP se pusieron como motos. La hipocresía en el debate sobre la pobreza en España tiene estas cosas. El gasto destinado a favorecer a las empresas nunca encuentra muchos obstáculos. El gasto destinado a que todo el mundo pueda comer todos los días es un asunto espinoso. ¿Y si se aficionan a comer?
No es del todo cierto que en España no se hayan tomado decisiones sobre redistribución de rentas. Lo malo es que se redistribuyen hacia arriba. Digamos que tenemos ricos subvencionados. «Por cada euro que se destina a las rentas del 10% más pobre, destinamos cinco al 10% más rico», recordó Carcedo citando estadísticas de la OCDE.
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