En uno de los ‘sketchs’ de la película ‘El sentido de la vida’, de Monty Python, lo primero que hacen John Cleese y Graham Chapman al entrar en el quirófano es pedir que traigan esos aparatos tan modernos que tanto le gustan al administrador del hospital, incluida la máquina que hace ping. «Parece que falta algo, ¿no?», pregunta Chapman. Después de un breve silencio, ambos dicen al mismo tiempo: «¡El paciente!».
Isabel Díaz Ayuso no necesitaba pacientes para la inauguración este martes del Hospital Isabel Zendal, que en un gesto de modestia no llevará el nombre de ella. De hecho, ni siquiera requería médicos o enfermeras. Pero sí algunos monitores encendidos para poder fotografiarse con ellos. Sonriente. Orgullosa como una madre. Los Reyes Magos le han traído un hospital para la Navidad. Ahora sólo falta que le consigan la máquina que hace ping. Y algunos pacientes, aunque no estén muy enfermos. Que parezca que se están salvando vidas.
A la comitiva de autoridades que hizo la visita guiada, en la que figuraba Pablo Casado como amigo de la familia, les acompañó un cámara de Telemadrid que les siguió en cada punto del recorrido. El micrófono de la cámara ofreció algunos momentos impagables. Al final, la presidenta madrileña no cabía en sí de gozo. «Es brutal, ¿eh?», dijo a sus compañeros. «Es brutal», respondió el alcalde Almeida, que tampoco estaba para regatear elogios a su compañera de partido. Esos pasillos tan largos, los techos altos, las máquinas relucientes, todos los cables enchufados. Qué más se puede pedir. Y todo por cien millones de euros, que si lo miras, no es dinero.
Los sindicatos de médicos y enfermeras piden más inversión para la agotada Atención Primaria, pero no saben que los ambulatorios no se pueden inaugurar si funcionan desde hace años. Pero un hospital nuevo, ya lo creo que se puede.
A falta de preguntas de los periodistas que no se permitieron en el acto final, quedaba el micrófono de la cámara para recoger las intervenciones más sinceras de los políticos. Situado cerca del aeropuerto de Barajas, el centro sería muy útil «para un accidente aéreo», comentó Ayuso (un pronóstico alentador). Casado cometió el desliz de hacer una pregunta que en ese momento le pareció lógica, ya que estaban en un hospital: «¿Hay quirófanos?». Un director general, el que hacía de cicerone, salió al quite: «Hay salas de procedimiento donde se puede hacer una traqueotomía. Es lo que también se llama sala de curas».
Imaginen un accidente aéreo en Barajas y, ante la llegada de los heridos, alguien dice: pasen, no tenemos quirófanos, pero podemos hacerles una traqueotomía.
Al anunciar su construcción, Díaz Ayuso lo bautizó como «hospital de las pandemias». Será para hacer los directos de televisión. Pero ella lo sabe bien. «Que las habrá porque las pandemias son algo cíclico. Cada dos, tres, cuatro años, hay una», dijo el martes. Lo cierto es que para esta pandemia el nuevo centro no es ahora esencial. En estos momentos, están ocupadas por enfermos de Covid el 11,5% de las camas hospitalarias de Madrid. Según la información facilitada por otro hospital a su personal, el Isabel Zendal albergará a enfermos «de baja complejidad». Es decir, el mismo tipo de enfermos no graves que fueron atendidos en el hospital de Ifema, una instalación temporal que no costó cien millones.
Los auténticos ‘hospitales de las pandemias’ seguirán siendo los hospitales de siempre de Madrid. Son los que tienen médicos y enfermeras, un elemento esencial en este tipo de lugares de trabajo. Ahora tienen el problema de que van a tener que ceder parte de su personal sanitario. La joya de la corona autonómica no se puede quedar sin manos con lo que ha costado.
El nuevo centro será «un pulmón asistencial, una bomba de oxígeno para todos los profesionales sanitarios», dijo Ayuso. Esos profesionales no han quedado muy impresionados con la bomba. Sólo 111 han acudido a la petición de voluntarios y se necesitaban 669 para poner en funcionamiento uno de los pabellones con 240 camas, que es un 27% de su capacidad total.
El presidente del Colegio de Médicos de Madrid tiene claro que el nuevo centro es una muy buena noticia para la sanidad de la región, aunque también admite que «es pronto para saber cómo se va a organizar el hospital desde el punto de vista logístico». Habrá quien piense que estas cosas se suelen decidir antes de empezar a construir un centro de estas dimensiones.
Algunos, como el vicepresidente madrileño, Ignacio Aguado, lo ven todo en términos relativos. «Es un hospital temporal pensado para una pandemia», dijo el martes. Correcto, ¿y qué pasará después? «Cuando acabe esta pandemia, si no hay emergencias, será un hospital muy residual centrado en labores de almacenamiento, logística». ¿Cien millones de euros para levantar un hospital «residual»?
Hay expertos en esa materia que no están muy convencidos de la utilidad del proyecto y de su concepción. «Es un hospital tradicional, del siglo XIX, donde el 90% eran camas y el resto, otras cosas. En un hospital actual, el 25% es hospitalización y el resto, otras áreas”, ha dicho a El País José León Paniagua, arquitecto y experto del Instituto de Salud Carlos III en la construcción de estos centros. Los responsables del nuevo hospital destacan de él su «polivalencia», lo que quiere decir que si no vale para una cosa, servirá para otra. Como diría Aguado, en el futuro siempre se puede emplear para guardar cosas.
Aquí ha primado la velocidad, y no tanto la planificación. Díaz Ayuso ya presumió de que el hospital de Ifema «había asombrado al mundo» por la rapidez de su instalación, y es cierto que fue un éxito desde el punto de vista logístico. Ahora era necesario repetir la proeza para seguir dejando anonadado al planeta. La duración de las obras ha sido de tres meses, según la versión oficial. Se ha dicho que «la obra civil» se entregó el 31 de octubre, y eso es extraño, porque hay que preguntarse por qué aún había tantos trabajadores allí la última semana. No parece que sean algunos de los temidos okupas y lo que ocurre es que las obras aún no han terminado.
El micrófono que dio tanto juego en la inauguración también captó unas palabras del alcalde de Madrid justo después de que las autoridades posaran ante los fotógrafos en la entrada. De fondo, se habían escuchado algunas preguntas de los reporteros que no fueron contestadas. No recibieron la aprobación de José Luis Martínez-Almeida: «No hay una pregunta con buena intención. Todas tienen una mala leche. Es una cosa…».
Qué ingratos son siempre los periodistas que no se dedican a aplaudir y sonreír ante gestas como la del hospital Isabel Zendal. Seguro que también ponían mala cara cuando inauguraron las pirámides.